4 diciembre, 2025

4 diciembre, 2025

COYUNTURA DE ESTANCAMIENTO ANTE RENEGOCIACIÓN DEL T-MEC

OPINIÓN ECONÓMICA / DR. JORGE A. LERA MEJÍA.

México enfrenta una fase de estancamiento prolongado: entre 2019 y 2024 el PIB rara vez supera tasas cercanas a 1–2% y para 2025 el propio Banco de México ya solo anticipa un crecimiento de 0.3%, prácticamente nulo.

Esto coloca al país por debajo del umbral mínimo de 2% anual que se requeriría para recuperar empleo formal, productividad e infraestructura, y abre una ventana real al riesgo de recesión si ocurre otro choque interno o externo.

Punto de partida macroeconómico 2018–2025

En 2024 la economía crece apenas 1.2% anual, muy por debajo del rebote de 2022–2023 y de la meta de crecimiento requerido para cerrar brechas sociales.

Para 2025, Banxico recorta su previsión de expansión del PIB de 0.6% a 0.3%, con un rango de 0.1–0.5%, después de una caída trimestral de la actividad y una “debilidad mayor a la anticipada”.

El propio banco central prevé solo una “moderada aceleración” hacia 2026, con un crecimiento estimado de 1.1%, aún insuficiente frente a las necesidades de empleo, salud, educación e infraestructura.

Esta trayectoria confirma un sexenio de bajo dinamismo, donde choques como la pandemia, la contracción industrial reciente y la debilidad de la inversión han impedido un ciclo de expansión sostenida.

Lectura de la señal de Banxico

El recorte de Banxico a 0.3% no es solo un ajuste técnico, sino un mensaje de alarma sobre: i) la contracción reciente del PIB, ii) la debilidad de la inversión y iii) los riesgos externos (desaceleración global, tensiones comerciales y financieras).

El banco identifica, entre los principales riesgos, una mayor desaceleración de la demanda externa, incertidumbre por el entorno político en Norteamérica y la posibilidad de nuevos episodios de volatilidad financiera e inflacionaria.

En términos de política económica, el informe sugiere que la política monetaria sola no puede revertir el estancamiento si no se corrigen los cuellos de botella estructurales: baja inversión fija bruta, deterioro de confianza y productividad estancada.

Factores estructurales internos

La inversión fija bruta en México se mantiene en niveles bajos y volátiles, con composición sesgada hacia unos cuantos megaproyectos, mientras persisten rezagos en equipos de capital, campo, industria y servicios modernos.

El gasto público en infraestructura productiva, salud y educación ha sido insuficiente para detonar encadenamientos regionales sólidos, al tiempo que se expanden transferencias asistenciales sin una estrategia clara de aumento de productividad y formalización del empleo.

La persistencia de violencia, extorsión y delitos de alto impacto en diversas regiones eleva costos de transacción, inhibe la inversión privada y reduce el potencial de crecimiento, incluso allí donde hay oportunidades logísticas o industriales (corredores fronterizos y portuarios).

El resultado es un modelo que combina apoyo directo a hogares vulnerables con debilidad crónica en inversión productiva, seguridad, educación técnica y salud, lo que impide transformar transferencias en capacidades y crecimiento sostenido.

TMEC: calendario y relevancia

El T-MEC establece que la primera revisión integral se realice el 1 de julio de 2026, con la posibilidad de decidir si se extiende la vigencia 16 años más o se entra en un ciclo de revisiones anuales que mantendrían la incertidumbre hasta 2036.

De cara a 2026, en 2025 ya comenzaron o se anuncian consultas públicas y procesos de diálogo en México, Estados Unidos y Canadá, con énfasis en temas automotrices, reglas de origen, acero, agricultura y cumplimiento de compromisos laborales y ambientales.

Para México, la revisión del T-MEC coincide con un momento de bajo crecimiento, presión fiscal y cuestionamientos sobre el Estado de derecho, lo que puede debilitar su posición negociadora frente a socios que reclaman cambios en energía, agro y cadenas de suministro.

Escenarios a futuro ante TMEC y estancamiento

1. Escenario “ancla de integración” (optimista condicional)

La revisión de 2026 se mantiene como una evaluación acotada, se acuerda extender el T-MEC por 16 años y se preservan reglas clave para automotriz, manufactura avanzada y agro, con algunos ajustes técnicos.

México aprovecha la certidumbre del tratado para:

Reorientar inversión pública hacia infraestructura logística, energía limpia y conectividad digital.

Crear paquetes de incentivos fiscales y regulatorios para nearshoring en manufactura, servicios globales y cadenas agroindustriales.

Fortalecer Estado de derecho y seguridad en corredores clave (frontera norte, Bajío, puertos del Golfo y Pacífico).

En este escenario, el PIB podría escalar paulatinamente hacia tasas de 2–3% anuales a partir de 2027, siempre que la inversión privada responda y se corrijan los rezagos en capital físico y humano.

2. Escenario “revisión dura” con cambios sectoriales

La revisión se convierte en una negociación exigente, con presiones de Estados Unidos para endurecer reglas de origen automotrices, ampliar exigencias laborales y ambientales, y limitar ciertas políticas en energía o subsidios.

México acepta parte de los cambios, preserva acceso preferencial a mercado pero a costa de:

Mayores costos de cumplimiento para plantas automotrices, acereras y agroexportadoras.

Necesidad de mayor inversión en infraestructura ambiental, cumplimiento laboral y modernización regulatoria.

Si la respuesta interna es débil (sin reformas de productividad, ni fortalecimiento institucional), el impacto neto puede ser una combinación de bajo crecimiento (1–2% anual), presiones sobre empleo formal y divergencias regionales crecientes.

3. Escenario de “incertidumbre prolongada” o ruptura gradual

No se logra acuerdo claro para extender el T-MEC en 2026 y se activa el esquema de revisiones anuales hasta 2036, manteniendo un clima de incertidumbre crónica sobre aranceles, reglas de origen y solución de controversias.

La inversión extranjera directa se vuelve más cautelosa, especialmente en proyectos de largo plazo en manufactura, energía y logística, mientras se reevalúan cadenas de valor regionales.

Dado el débil punto de partida (crecimiento de 0.3% en 2025 y 1.1% proyectado para 2026), un escenario de incertidumbre prolongada podría empujar a México a una trayectoria de crecimiento cercano a cero, con episodios de recesión si coinciden choques externos o fiscales.

Orientaciones de política para evitar la recesión

Reforzar inversión fija bruta productiva: redirigir gasto desde proyectos de baja rentabilidad social hacia infraestructura logística, hídrica, educativa y de salud, con alto impacto en productividad y empleo formal.

Diseñar una estrategia de política industrial y regional ligada al T-MEC: identificar corredores prioritarios para nearshoring y vincular estímulos fiscales con metas de formalización laboral, encadenamientos con pymes y transferencia tecnológica.

Recuperar la seguridad y el Estado de derecho como política económica: ataques a extorsión, secuestro y narcomenudeo en zonas industriales y agroexportadoras deberían verse como parte de la agenda de competitividad, no solo de seguridad pública.

Reequilibrar el modelo social: mantener apoyos a hogares vulnerables pero condicionados a educación, salud preventiva y capacitación laboral, de forma que se conviertan en palanca de productividad y no solo en paliativo de corto plazo.

Con la revisión del T-MEC a la vista, México se encuentra en una coyuntura crítica: o usa el tratado como ancla para una agenda interna de productividad, inversión y seguridad, o corre el riesgo de que el estancamiento actual derive en un ciclo de crecimiento bajo con episodios recurrentes de recesión.

Por Dr. Jorge A. Lera Mejía.
Especialista en políticas públicas, migración y remesas. SNII-2 SECIHTI.

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