El año está por terminar y la migración sufrió un cambio radical por las políticas de Donald Trump, el presidente de los EE. UU. Dejó de ser un flujo constante para convertirse en un fenómeno detenido por decisiones políticas. Los registros de U.S. Border Patrol (USBP / U.S. Customs and Border Protection — CBP) muestran que en diciembre de 2023 se reportó un pico histórico en “encounters” (encuentros/aprehensiones + expulsiones + inadmisibles) en la frontera con México y cayó a siete mil en marzo de 2025. Esa caída no es un éxito: es el inicio de una etapa de fronteras endurecidas y vidas suspendidas.
El mundo sigue moviéndose. En 2022 las remesas globales alcanzaron 794 mil millones de dólares, y en 2023 superaron los 815 mil millones. México es el segundo país que más remesas recibe, solo debajo de India. Esto revela dependencia: millones de familias sostienen su vida cotidiana gracias al dinero enviado desde Estados Unidos.
Hasta 2024, las remesas completaron once años consecutivos de crecimiento y alcanzaron el 3.5% del PIB. Pero 2025 marcó un punto de inflexión: los primeros datos muestran una desaceleración. El Anuario de Migración y Remesas 2025, elaborado por CONAPO, Fundación BBVA y BBVA Research (https://www.fundacionbbva.mx/estudios-de-migracion/) advierte que esta tendencia podría revertirse por los cambios políticos y económicos en Estados Unidos.
En estados como Michoacán, Guerrero, Zacatecas, Chiapas y Oaxaca, las remesas representan cerca del 15% de la economía local. Son territorios donde la economía se sostiene en la ausencia: el ingreso llega desde fuera, no desde oportunidades locales.
La migración no nace en la frontera, sino en la vida diaria. Su origen sigue siendo el mismo: la falta de oportunidades reales, la inseguridad que expulsa, la pobreza que niega futuro y la ausencia de servicios básicos que vuelve imposible construir una vida digna. En regiones rurales la escuela es precaria, la salud es distante y el empleo formal inexistente. En otras zonas, la violencia criminal ha sustituido al Estado. Esa mezcla obliga a las personas a irse por simple supervivencia.
Mientras tanto, la frontera pasó de la saturación al cierre. Entre 2023 y 2024 la Patrulla Fronteriza registró alrededor de 1.5 millones de aprehensiones anuales. Pero entre diciembre de 2023 y marzo de 2025, el flujo se desplomó de 250 mil a siete mil.
El cierre estadístico se explica por un giro profundo: ICE multiplicó las detenciones internas. Entre 2023 y 2024 realizaba alrededor de ocho mil arrestos mensuales; en marzo de 2025 ascendieron a diecinueve mil. Estados Unidos dejó de esperar a los migrantes en la frontera para perseguirlos en su interior. El costo humano es claro: familias fragmentadas.
Al mismo tiempo, la presión se desplazó hacia México. Entre 2021 y 2023 el país recibió más de cien mil solicitudes de refugio por año. En 2024 la cifra fue de 78,975. En 2025 la caída fue abrupta: las solicitudes disminuyeron 43.9%, un desplome asociado al cierre estadounidense. Conviene recordar que la solicitud de refugio en México no es un paso legal hacia Estados Unidos; su propósito es protección dentro del país. Muchos migrantes la usan para evitar la deportación y avanzar mientras su trámite se resuelve, pero cada vez menos la ven útil.
El impacto en las remesas según un análisis de Banamex, en el tercer trimestre de 2025, 24 estados registraron caídas en el flujo de remesas y a nivel nacional la baja fue de 5.3% anual. Algunos estados mostraron caídas severas. A esto se suma el deterioro del empleo formal: entre enero y octubre de 2025 solo se crearon 400 mil empleos, una baja del 32.6%.
La frontera podrá cerrarse, pero la realidad no. Sin oportunidades, sin seguridad y sin servicios básicos en los países de origen, ninguna política migratoria resolverá este problema. Y quienes están pagando el costo de estas decisiones no son los gobiernos, sino las familias más pobres, las que dependen de las remesas para comer, estudiar o simplemente sobrevivir. Mientras la frontera se endurece y la economía se estanca, no se observan políticas que mitiguen el golpe, ni medidas que compensen la pérdida de ingresos o el deterioro del empleo formal. Las causas siguen intactas; lo demás es solo un muro temporal.
La migración no es solo un desplazamiento: es una lucha diaria por la supervivencia, un esfuerzo por resistir la deshumanización del tránsito y la espera. A pesar de muros físicos y administrativos, las personas siguen moviéndose porque su propósito —proteger a su familia y hallar un futuro— supera cualquier política temporal. Mientras los gobiernos discuten, los migrantes apuestan su vida a la esperanza, demostrando que ninguna frontera puede contener la necesidad humana de vivir con dignidad.




