Ningún partido político podría sentirse a salvo del descrédito que afecta a casi todas las instituciones del país a raíz de la crisis desatada por el caso Iguala, y todo lo que como una gran bola de nieve, ha ocurrido después.
Pese a que la suerte y una buena estrategia de comunicación, les permitió “repartir” el reclamo social hacia otros actores políticos, la izquierda es la más afectada.
El gran detonante de la tragedia de Iguala fue la combinación de un estado debilitado, infiltrado hasta el tuétano por la delincuencia, y la increíble existencia de una perversa pareja que convirtió a esa región en un teatro de horror.
También al PRD le pertenece la responsabilidad de postular a un gobernador incapaz de poner orden en su estado, acaso por la misma razón: la penetración del crimen organizado en las estructuras de gobierno.
Pero no es sólo el sol azteca (al borde del abismo) el que ha resentido los golpes de la realidad. En el desastre también hay participación de Morena, de López Obrador.
Huelga decir lo que ha afectado esta crisis a la imagen del gobierno federal.
Pero el PAN no puede deslindarse. Más allá de que Ángel Aguirre haya sido también su candidato en alianza con el PRD, la indignación que recorre las calles desde hace por lo menos dos meses, ha querido dejar muy en claro algo: no hay, del panorama político institucional, quien se salve.
La falta de liderazgo y conducción que tanto se ha cuestionado a las movilizaciones sociales, también tiene su explicación en esa característica. Ninguno de los partidos ha podido —y por lo que se ve, no podrá— apropiarse de la protesta social.
Por eso, en el arranque del proceso electoral y a pocos meses de que inicien las campañas, la pregunta para los partidos, incluidos los de reciente creación, es cuál será su estrategia para remontar lo que parece será una goleada a favor del abstencionismo.
Tamaulipas, claro está, no es la excepción.
Todo lo contrario, porque aquí ya se hizo costumbre convertir las contiendas electorales en una guerra de lodo. Lo ocurrido a finales de la semana pasada evidenció que en esta ocasión no será diferente.
El panorama pues, es desalentador. Cuando la democracia mexicana requiere más responsabilidad que nunca, pareciera que los partidos políticos apuestan a las dinámicas de siempre, clientelismo y guerra sucia. El resultado para ellos puede ser favorecedor (obtener el poder a costa de todo), pero el daño para la vida pública del país es muy grave: mayor descontento social, más repudio a la clase política, más ingobernabilidad.
Tal vez sea pedir peras al olmo, pero no está de más exigirles que (ahora sí) entiendan el momento histórico que vive el país.
Hablando de…
Hay voces que insisten en que será antes de Navidad, cuando se filtren los nombres de los precandidatos del PRI para las diputaciones federales.