A veces, como reza una serie de mensajes festivos en redes sociales, quisiera vivir en la Ciudad de México.
Luego me acuerdo de lo que hacen nuestros estimados amigos defeños y prefiero quedarme en mi querido Tamaulipas.
El origen de este entre jocoso y serio intento de reflexión es lo que todos sabemos: el Distrito Federal es una zona de contrastes. Algunos de ellos, radicales.
Por una parte, los gobiernos perredistas de la Ciudad de México han sido impulsores de reformas sociales y penales que la colocan a la vanguardia jurídica en el país. Imposible no reconocer su esfuerzo para romper dogmas que estancaban el desarrollo cultural de la nación, que en principio recibieron críticas y después han llegado a cosechar aplausos.
Pero por desgracia también tienen su lado oscuro.
Ayer, la Asamblea Legislativa de ese mismo Distrito Federal desechó, en una muestra de sentido común, una propuesta del gobierno actual citadino para criminalizar a los morosos en el pago del impuesto predial y del consumo de agua. No exagero al usar el término crimen, porque el proyecto oficial incluía prisión para quienes tardaran más de un año en liquidar esas cuentas.
Imagínese una ley similar en todo el país.
En esta bendita patria, incluido desde luego nuestro Tamaulipas, donde la mayoría debemos hasta la comida en la tiendita de la esquina, no quiero imaginar los millones de personas que atiborrarían las cárceles, junto a asesinos, violadores y hasta narcotraficantes, por el «delito» de no tener para pagar el agua o cumplir con el derecho de piso por el lujo de contar con un pedazo de tierra o vivienda.
Y me pregunto:
De haberse aprobado esa iniciativa, ¿hubieran tomado los integrantes de la Comisión de Derechos Humanos en el D.F. el lugar de esos buenos ciudadanos pero malos pagadores, en caso de ser apresados?
Si la duda le parece fuera de lugar y quizás hasta estúpida, sólo recuerde que hace días esos señores pusieron su pecho ante los policías capitalinos para que no arrestaran a la turba de facinerosos que saqueaban comercios y destruían edificios con el pretexto de protestar por los normalistas secuestrados.
Entonces, ¿por qué no hacerlo para impedir que honrados jefes de familia, mal pagados y peor alimentados, víctimas y no victimarios, pisen la cárcel por no tener para pagar el agua?
Lo que es parejo, asienta la sabiduría popular, no es chipotudo…
HOY Y MAÑANA
Hay una tarea callada que se lleva a cabo en nuestro Estado, pero de un significado que cala hasta los huesos.
Me refiero a la labor preventiva que el sector salud lleva a cabo entre los jóvenes para cerrarle la puerta a las adicciones. Es como poner cimientos de una casa, nadie los valora hasta que ven el edificio, pero de ellos depende la durabilidad del inmueble.
Me satisface asomarme a cifras tan significativas como la de 103 mil padres de familia sumados a programas específicos de combate a ese lastre social y legal y sobre todo, a la de 170 mil adolescentes sensibilizados hasta ahora con los mismos.
Sin violencia, sin ruido, esos jefes de hogar les han quitado con su tarea, miles y miles de jovencitos a la delincuencia.
Son números, entre otros muchos, presentados a Manuel Mondragón, titular de la CONADIC, por el secretario de Salud tamaulipeco, Norberto Treviño, pero en la opinión de su servidor, son los dígitos más importantes.
Y la razón es sencilla: No sólo se está trabajando hoy. Aunque parezca una mala conjugación de tiempos gramaticales, también se está trabajando mañana…
Twitter: LABERINTOS_HOY