VICTORIA, Tamaulipas- Cuando el pequeño Cristo Mario nació, hace seis años. los médicos dijeron que el niño había nacido bien con buen estado de salud.
Pero al paso de los días Edith, su madre, notó que el pequeño Cristo Mario, se inflamaba y sus desechos orgánicos no fluían de manera normal.
Acudió de nuevo al médico para encontrar que los intestinos de su segundo hijo no se habían desarrollado de forma correcta y tenía una malformación ano rectal.
Ese padecimiento no lo cubre el Seguro Popular, por eso Edith y Said, sus padres, han dejado sus trabajos eventuales y ahora están en Victoria boteando para costear los estudios de su hijo.
El trabajo de Edith es la venta de gorditas y Said, el padre de Cristo, es Panadero. En pareja asumieron la responsabilidad de sacar adelante al pequeño y mientras él empuja la silla de ruedas del niño de seis años, ella botea en las calles de la ciudad.
Requiere otros estudios para el niño y compran pañales para las necesidades fisiológicas del pequeño.
En Victoria han hallado buenas manos que les sostienen, entre ellas el Hotel Buenavista que no les cobra su estancia mientras acuden al Hospital Infantil.
«La doctora nos pidió unos estudios los cuales son urgentes y como eso no lo cubre el Seguro Popular, lo pagamos nosotros con lo que boteamos. Somos de Tampico y ahora le han detectado Criptorquidea, para eso necesitamos unas hormonas y estudios de genes, a fin de que los doctores puedan identificar por que ocurrió eso», dice Edith quien aún está en espera de tener una cita con uno de los médicos cirujanos del Hospital Infantil, que atienden al niño.
«Ella trata todas las cuestiones de sus intestinos, pero tenemos que permanecer aquí hasta que mi hijo esté bien porque si no puede hacer se inflama y hay que internarlo, a veces también vomita mucho o llega a sangrar demasiado y esas son cosas que mejor le controlan en el Hospital».
Cristo asiste a la escuela primaria en Tampico, no siente verguenza por los padecimientos que le aquejan, las veinte biopsias a las que se ha sometido en sus escasos seis años de vida, ni por la espera o los cuidados que le debe realizar su madre.
Está consciente que un día cuando acaben todas estas operaciones podrá ser un niño normal.
Utiliza calzado del número 21, ahora los zapatos que tiene son algo grandes y están descubiertos, sin embrago, no hace más peticiones a sus padres, pues son regalados y es lo único que ellos pudieron darle.
La familia se vino en vacaciones para aprovechar el tiempo y terminar el sufrimiento del niño, quien ya no tolera utilizar un enema a diario para que su cuerpo se deshaga de los deshechos fisiológicos.
Va creciendo y sus padres saben que poco a poco la situación será más difícil para su hijo si no buscan ahora darle lo necesario para que pueda hacer una vida normal.
Con frecuencia la familia botea en las calles del centro en Victoria y requieren de su ayuda.