Según noticias que nos refrescan, ya entró el reglamento que no permite que los animales sean explotados y castigados en los circos. Y entre las conjeturas para los ciudadanos, para los amantes del circo, es a dónde van a parar los cientos de animales que han vivido en cautiverio por decenas de años. Quiero decir, los animales abuelos, padres, hijos y su herencia animal que por más de un siglo ha divertido al público mexicano.
La ley en favor de los animales deja vacíos, desempleo, tristezas, locuras de un ordenamiento en discordia con pros y en contra, que no ofrece soluciones y que acaba de tajo con espectáculo emparentado al ser humano desde los primeros tiempos.
Pero el circo de animales no es propio de las carpas, también es parte del circo político. De la comedia humana de todos los días donde los hombres transformados en animales hacen circo.
En verdad que el circo y su comparsa no es propio del reino animal, también el reino del hombre y mujer hacen su circo. Cuando leemos declaraciones de políticos, empresarios, líderes de maestros y marchistas rompehuevos no podemos distinguir entre un animal de circo o un animal político como lo convenía Aristóteles. Se dicen tantas babosadas y estupideces que los sujetos animan el ámbito circense en las primeras planas de los periódicos y la televisión.
Las declaraciones de Vicente Fox con relación a la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, en cuanto que dicen «que ya olviden eso y que sigan para adelante y …» es propio de un magnífico animal. Una persona sensible a los negocios y a la transacción. Carlos Romero Deschamps, el poderoso empresario del Sindicato Petrolero, también puede desparramar el cerebro, suelta la lengua sin vergüenza alguna. Hay instintos animales en los políticos, aún siendo domesticados por la vanidad, la corrupción y el lucro con el dinero del pueblo. Sin duda muchos animales en sus instintos son más nobles que esta gama de políticos.




