CIUDAD VICTORIA, Tamaulipas.- Dicen que el río San Marcos se esconde al pasar por la Ciudad por ser uno de los dos excomulgados de Victoria; el primero fue el obispo originario de Sonora, Eduardo Sánchez Camacho, por negar la aparición de la virgen de Guadalupe.
El afluente sólo se calmaba cuando arrancaba la vida de uno de sus hijos.
Y es que este caudaloso río en la época de don José de Escandón fue el que definió el nacimiento de la Villa de Santa María de Aguayo, hoy Victoria.
Con los años, su cauce corrió a través del asfalto y recientemente sobre PVC para abastecer de agua a una ciudad con más de 300 mil habitantes.
Nace más arriba del Cañón del Novillo, al sur de la ciudad, a su alrededor hay muchas leyendas y el recuerdo de aquellos que mitigaron el calor entre sus pozas.
En su libro No son Cuentos, del profesor Raúl García García, describe al San Marcos como el excomulgado…
“Pero decían las viejas ya santiguadas, que un día un cura montado en un asno quiso cruzar el río y las aguas más broncas que la bestia, arrojaron a los dos haciéndolos dar tumbos, hasta hacer orilla por la poza de Los Pizarrines. Colérico el sacerdote contra las irrespetuosas aguas, excomulgó al río conjurándolo para que en adelante no tuviera caudal amenazador», recoge el texto.
Y dicen que así se fueron distanciando cada vez más las lluvias, al grado que ni el cordón de San Francisco, ni la Santa Cruz, ni San Isidro Labrador tenían precipitaciones en sus fiestas durante mayo.
Para finales del siglo pasado ya se decía que del San Marcos apenas quedaba un hilo de agua; hoy las lluvias frecuentes lo hacen crecer en ocasiones, aunque no logra recuperar sus pozas.
Ahora tiene puentes fuertes y de concreto que impiden que otro habitante más descargue su coraje en el río cuando el agua se digna a recorrer la ruta.
En la década de los años 30 hubo grandes huertas que florecieron gracias al agua que el río proporcionaba a través de “sacas”, así se recuerda las huertas “Cuarto Azul”, “El Fósforo” y “El Vergel”.
“El río San Marcos venía corriendo desde allá, desde atrás del Cañón del Novillo, traía agua y formaba pozas muy bonitas. Los que tenían automóvil se iban a lavar el auto allá y también iban algunos novios muy arriesgados para la época”, dice el profesor Jesús María Sosa Medina, quien conoció a Victoria en la década de los años 30.
El río descubría lugares bellos si se seguía su trayectoria. De entrada Tamatán, San Isidro, Las Vegas de Treto, se decía que había grandes pozas por Casas Blancas, que entonces eran terrenos de Las Vegas, incluso los que conocían esa zona se aventaban clavados desde el Puente Negro.
En el callejón del doce se hacían las pozas del Olmo y del Higuerón, esta última era prohibida para los chicos del centro porque por costumbre se había hecho propiedad de los jóvenes de la Mainero, que correteaban a los intrusos en su territorio.
Luego seguía Cantarranas.
Había muchos árboles alrededor pero el huracán de 1933 acabó con ellos de raíz.




