8 diciembre, 2025

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“Es un homenaje a los periodistas que aman el oficio”

Ante un auditorio repleto de lectores, colegas, amigos, su familia y clase política, el autor de “Polvo del Camino” confesó los detalles de la novela que habla de un periodista y su pasión por ejercerlo

CIUDAD VICTORIA, Tamaulipas.- Cargado de recuerdos, con un libro bajo el brazo de su autoría, acompañado de amigos, ex compañeros de banquillo, colegas y lectores que lo siguen día a día a través de su columna “Polvo del Camino”, regresó Max Ávila al auditorio de la Casa de Arte.

En esta hermosa construcción colonial, donde hizo sus primeros estudios de primaria y secundaria, hace ya casi seis décadas, Maximino Ávila Hinojosa, Max, para los amigos, presentó su novela “Érase un periodista”, con el apoyo de su casa editorial Expreso.

José Azpeitia, otro editorialista de Expreso, fue el encargado de hacer la presentación de la obra, “es una novela que refleja la pasión por el oficio de un periodista comprometido con la verdad, con las letras. Este es Max, el periodista que todos admiramos por su trabajo”, dijo Pepe.

Azpeitia habló de Raúl, el personaje central de la novela y detalló el drama, la emoción y los sentimientos que despierta la lectura de “Érase un periodista”.

“Érase una vez”, es una frase que de manera tradicional nos introduce a las historias en un espacio de tiempo especial, en los momentos que por algún motivo vivimos o adquirimos y que al paso de los años saltan en nuestra memoria, expuso Azpeitia.

Y llegó el momento de Max, tímido al principio, tomó el micrófono y confesó que este libro es un homenaje para los viejos periodistas que han ejercido la profesión con libertad e independencia y que siempre han estado del lado de las causas justas.

“Érase un periodista”, dice Max, contiene algunas experiencias propias, ajenas, mucha imaginación y sobre todo, un gran cariño por el oficio.

Relajado y metido en el tema que domina, afirma que es una novela que refleja la pasión por una de las profesiones más sublimes y enigmáticas vivida por un personaje que permanece en el anonimato, porque podría ser cualquier periodista sumergido en una tarea que se revienta en forma constante e interminable.

Así surgen las imágenes de Max Ávila en esta novela, que él mismo describió ajena a la realidad, “no son memorias”, reafirmó, porque para eso harían falta varios tomos.

Sin embargo, sí hay espacio para la narrativa y para incorporar en las generaciones actuales, los escenarios de ayer, las redacciones y ese mundo del periodismo que, como dice Max, hacen verdaderas familias en la sala de redacción.

Max narra los tiempos en que se escribía al compás de una Olivetti, Remington y otros artilugios que los reporteros de entonces tenían entre sus pertenencias, sin la imagen del celular, sin internet, grabadoras o cámaras digitales.

Así lo refleja Max en su libro cargado de nostalgia por las redacciones de ayer, en el tiempo en que los periodistas se presentaban a una redacción casi sin más preparación que las ganas por defender el oficio y de manera implícita la verdad de sus palabras.

Con cuatro décadas ejerciendo el periodismo, Profesor egresado de la Benemérita Normal de Tamaulipas, Sociólogo por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y sobreviviente del movimiento estudiantil de 1968 en México, Max tenía el tiempo justo para llegar a este paraje, hoy ve hacia atrás y decide exponer las entrañas de un oficio que como bien dice, no se estudia… se vive.

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