CIUDAD VICTORIA, Tamaulipas.- En la época del Porfiriato, cuando el sonido de las recuas en las calles empolvadas y con piedras marcaba el ritmo en que transitaba la mañana en Victoria, los comerciantes y los habitantes de Tula, Jaumave y Palmillas, llegaban a los terrenos ubicados entre el seis y siete, de la Calle Real.
De manera informal se extendían los comercios y, a su alrededor, como una especie de tianguis, se ubicaban los puestos de comida y las tortilleras, mujeres que hacían tortillas a mano y las transportaban calientes en un canasto, donde el calor se conservaba entre los manteles de manta bordada.
El 15 de Abril de 1901 don Carlos Govea, inicia la construcción de “El Parián”, con pequeños puestos comerciales y se inaugura en el año 1906, con un costo total de tres mil pesos, pues entonces era una obra arquitectónica en ladrillo rojo, con columnas y herrajes importados.
En la parte de abajo se vendían las frutas, carne, abarrotes, ropa hasta estropajos y las hierbas medicinales necesarias en el momento como el cirial, que decían servía para curar la tuberculosis, el chicle negro y de terrón, la piedra pómez y la alumbre, para el mal de ojo.
En la parte alta se encontraba el salón de baile y decía el profesor Raúl García García, que también hubo espacio para una logia masónica.
Pero a lado de la calle Hidalgo, en las calles seis y siete, había postes anchos, a modo de estacionamiento, que servían para amarrar las bestías de carga, en donde los comerciantes del medio rural transportaban sus mercancías.
Al regreso esos comerciantes que llegaban con cabritos, chochas, nopales u hortalizas, regresaban cargados de petróleo, café, tabaco y otros productos que en el campo revendían.
Para el lado de la calle siete se instalaban los carretones.
Las menuderas duraron hasta la década de los años 20 y un poco más, porque los que vivieron en aquella zona lo recuerdan almorzando con las menuderas, junto a todo un grupo de políticos de entonces. Los platillos de las menuderas se degustaban sorbo a sorbo bajo las sombras improvisadas con lona y en bancas y mesas de madera.
Entonces llegaban hasta el mercado otros personajes de los barrios de entonces como: La Puntilla, Cuarto Azul, El Crucero, Las Vírgenes, San Luisito, Charcos de Arriba y Charcos de Abajo, La Guayalca, Loma Alta, La Garra, San Luisito, Loma del Muerto y el famoso Cantarranas, Pitahayal y Río Verdito.
La gente de los pueblos cercanos venía solamente algunos días al mes, incluso intentaron desplazarlos a otro sitio entre Allende y Abasolo, que llamaron la plaza de Los Arrieros, sin embargo, la fama de ese espacio no prosperó.
Más tarde, con la visión de modernidad de Marte R. Gómez se pavimentaron algunas calles principales y se amplió el servicio de agua potable.
Así, muchos se animaron a traer los primeros vehículos de motor a Victoria y se acabó el sonido de las recuas al amanecer.




