7 diciembre, 2025

7 diciembre, 2025

Trabajo infantil, no es cosa de «juego»… es riesgoso

Crece el ejército de menores de edad que por ayudar a sus padres o por aspirar a comprarse artículos laboran como tragafuego, limpiaparabrisas o en el ambulantaje; algunos de ellos nos comparten sus historias

CIUDAD VICTORIA, Tamaulipas.- El trabajo infantil revive sus llamas, lo notan los trabajadores de la calle, los que a diario se arriesgan como lanzafuego, en el ambulantaje o limpiando parabrisas.

Hace como un mes llegaron más, platica uno de los adultos acostumbrado a ganarse la vida a fuerza de agua, frío o sol.

“Mírelos, allá vienen”… y se alcanzan a ver cruzando como una parvada de infantes de escasos siete o nueve años que atraviesan la selva de asfalto.

Todos traen consigo un bote con agua o espuma, una felpa y el jalador, las herramientas que sirven para ganar unos pesos entre el alto y el siga de la sociedad en ruedas.

El más pequeño es José Ramón, tiene apenas cinco años y ayer trabajó con el uniforme blanco, porque su madre no tiene un reloj en casa y al tanteo había llegado puntual a la escuela.

Su comportamiento es maduro, a excepción de los dientes de leche que aún se asoman cuando sonríe.
“Vaya que este niño está bien vivo”, dice sorprendida la reportera cuando lo observa moverse entre los autos, él voltea para responder: “pues ni modo que estuviera muerto”.

Todos se ríen, por la rapidez de su respuesta y él continúa bailando “de gavilán”…

“Me vine desde los cuatro años para ayudarle a mi papá, yo quería ganar 150 pesos para la papa, pero sólo saco 50”.

Estudia en el jardín de niños “Justo Sierra” de la colonia Estudiantil, al levantarse nunca desayuna nada y espera a que sean las diez para almorzar con los desayunos escolares.

Su madre, que lo cuida de cerca, comenta que es mejor para la familia pagar 10 pesos a la semana y que el niño se alimente bien con lentejas y pan que en ocasiones no pueden comprar en casa para los cinco miembros.

Toman dos micros para llegar a trabajar en el crucero de Soriana Palmas, al día esa familia ha gastado 32 pesos en transporte.

La comida llega sola por las almas caritativas que acercan una barra de pan, jamón y mayonesa. Otras veces llega un pollo asado para compartir con todos los trabajadores del crucero.

Al salir del kinder se va junto con su mamá para limpiar autos con una franela.

Aunque José Ramón se mueve a buena velocidad para aprovechar el semáforo en rojo, la altura del auto apenas le permite llegar al límite de las puertas en los coches.

Ahí mismo está Alan, un niño moreno de nueve años, cuya noble sonrisa se asoma blanca, mientras cuenta su vida.

“Yo no trabajaba aquí, pero un día mi mamá que trabajaba en casa se encajó un vidrio en el pie y dejó de trabajar. Por eso me vine con mi hermano aquí y en la escuela un niño se burló de mí, me llamó “el nejo”, “el limpiador”, se burló de mi trabajo y yo le golpee, me dio mucho coraje y la maestra antes de la posada me dijo que me suspendía cinco meses”…

“Ya en eso se acabó el año escolar”, dice su hermano.

“Ahora quisiera entrar a la Matías Canales, porque sí quiero estudiar, pero no con esa maestra que me hace llorar y me asusta”.

Alan trabaja junto a su hermano Beto, él junto a otros cinco chicos llegan desde la colonia “Rosalinda Guerrero” y se van hasta las nueve de la noche.

Cuando el mirco los deja, entre todos se cooperan para pagar noventa pesos hasta la colonia Estudiantil, el resto del camino lo hacen a pie.

Cuando Alan mira hacia el interior de los autos ve niños en ocasiones… sin saberlo, ellos piensan que todos son ricos, no imaginan que alguien pueda tener otras carencias más fuertes que ellos.

“Yo creo que esos niños juegan todas las tardes. A mí me gustaría andar en la bicicleta, aunque ya se me desbarató toda”.

Más adelante, en un trabajo más propio para niñas está Teresita, quien tiene su primer trabajo como empacadora en un centro comercial en la zona dorada de Victoria.

Ingresa a trabajar a las seis, le exigen un buen promedio y si baja sus calificaciones pierde la oportunidad de generar ahorros.

“Yo entré aquí porque quería un celular y tener una laptop, y ya me los compré. También trabajaba mi hermana que tiene 16 años, pero hace un mes ella descuidó la escuela y si no tienes buenas calificaciones no puedes trabajar aquí”, dice Teresita, mientras muestra el LG con funda rosa que se compró gracias a su trabajo de seis a diez de la noche.

“Me apuro para hacer la tarea, yo estudio en la Secundaria General 7, llego y hago todas mis cosas y como y para las seis vienen a dejarme”.

Aquí también estudia Vivi con promedio de 9.0, ella es estudiante de “La Corregidora” y llegó a trabajar contenta para no aburrirse en casa y tener amigas.

Sabe que su vida no es similar al resto de los niños que se quedan en casa, pero las admite como diferencias… “Deseo que todos los niños que pueden tener en su casa todo, tengan un feliz día del niño”.

Dulce es la más pequeña, las observa con timidez, pero es muy segura para expresarse…

“Yo vine a trabajar aquí para ayudar a mi casa, compro mis cosas y comida para mis hermanos y para mí, soy la mayor en mi casa y aunque trabaja mi papá en la albañilería, yo les ayudo con comida”, dice con ojos entusiasmados.

“Al principio tenía miedo estar aquí sola, pero ahora ya tengo amigas y cuando les dije que me daba miedo, ellas me dijeron que aquí nos cuidaban”.

No se ha comprado ropa para la fiesta del día del niño, pero está feliz que se acerca esa fecha porque ella igual que Teresita y Vivi, desea ser maestra.

Facebook
Twitter
WhatsApp

DESTACADAS