En los procesos electorales intermedios del 2009 y 2003, para renovar la legislatura de la Cámara de Diputados, el abstencionismo fue superior al registrado en la justas del 2006 y 2012 –ubicándose en un 55.39 y 58.81 por ciento, respectivamente–, pues en el primer caso alcanzó un penoso 42.28, y, en el segundo, 37.34 puntos, respecto al padrón nacional.
Recurro a la estadística por presumir que la contienda actual tendría mayor participación ciudadana, si acaso los 10 partidos políticos tuvieran la intención de alentarla en aras de privilegiar la democracia.
Pero con tanto sainete, lo que provocan es ahuyentar al electorado.
Y, lo que es peor, enlodan la contienda.
Aquí, en Tamaulipas, el abstencionismo alcanzó un 60.10 por ciento en 2003 –reitero: sólo en la elección de diputados federales–, pero en el 2006 bajó al 46.61; y en 2009 remontó hasta situarse en 58.81, mientras en 2012 volvió a disminuir (42.38), según los resultados preliminares que aparecen en la página electrónica del Instituto Nacional Electoral (INE).
Obvio es que referir cifras, aburre, pero es necesaria su cita, cuando los actores de este hándicap ligeramente adelantan triunfos ‘imaginarios’ en aras de sorprender a la opinión pública, con el rollo de ‘ya estar listos’ pa’ lo que viene, sin entender que, para ser auténticos representantes de la sociedad, deben resultar electos por la mayoría de los ciudadanos que votan en sus distritos.
No sólo por minorías. Ni meced al sufragio (de castigo) en contra del partido en el poder.
Lamentablemente el grueso de los 83 candidatos registrados ante el INE, poco abonan para ahuyentar el abstencionismo.
Y menos hacen los partidos políticos que desde hace años pescan a río revuelto.
Espectro de cuidado
Sobre el abstencionismo se ha escrito mucho, cierto, pero son pocas las instituciones, incluidos los partidos políticos, que han profundizado en su análisis.
Menos suman quienes se preocupan en desterrarlo de los procesos electorales, merced al desconocimiento que tienen de este fenómeno, o, porque simple y llanamente, no les interesa despertar la participación de las mayorías.
En su oportunidad, el ideólogo Jesús Reyes Heroles (qepd) acusó:
“La abstención electoral no es un fenómeno peculiar de nuestro país sino un fenómeno universal, que, en cierta medida, señala la crisis de los partidos políticos en el mundo. Sobre todo en las naciones de régimen democrático… los jóvenes no votan, en muchos casos, porque no creen que a través del voto puedan resolverse los que consideran problemas centrales y esenciales; porque creen que los partidos políticos son instrumentos de domesticación de la juventud, de incorporación de ésta a lo que llaman sistema establecido”.
Bajo este mismo contexto se puede deducir que el abstencionista no sólo se priva a sí mismo de ejercitar un derecho, sino que priva a todo un país, una entidad o un distrito de esa prerrogativa.
Y les quita un elemento decisivo para su avance político.
Hay que tomar en cuenta, también, otros factores que contribuyen al abstencionismo. Como es la negativa de algunos candidatos sin importar el partido, a que se conozca su ideario político, y al hecho de que ante la falta de información adecuada, los ciudadanos ignoren las propuestas de todos y cada uno de los contendientes en cualquier proceso electoral.
Apatía doméstica
En los ocho distritos que conforman la geografía tamaulipeca, el espectro del abstencionismo amenaza con manifestarse, como siempre, porque la mayoría de los 83 candidatos a diputados federales gastan más tiempo en agredir a sus pares (y/o en presumir la ventaja que les dan encuestas, muchas veces amañadas), que en desarrollar campañas de proselitismo intensas que les permitan convencer al ciudadano de votar por ellos, con base a propuestas ajenas a la frivolidad.
De ahí que hasta el ciudadano menos avezado hoy esté convencido de que sólo tratan de utilizarlo para conseguir las posiciones anheladas –como se ha hecho costumbre–; y el poco interés que la población asoma para compenetrarse en el real significado de estas elecciones, donde no sólo están en juego ocho curules y el control de la LXIII Legislatura (de la Cámara baja) –considerando la repartición del pastel–, sino el futuro de Tamaulipas.
Descontento ciudadano
“La abstención predominante tiene dos lecturas: apatía y descontento”, cita un estudio de Manuel García Urrutia –experto en la materia–, quien así amplía su exposición:
“La abstención por indiferencia y apatía incluye a aquella que puede ser producto de la ignorancia, falta de formación cívica, un impedimento técnico, físico o legal y/o una permanente conducta egoísta y de indiferencia hacia los asuntos sociales.
“La abstención por descontento tiene que ver con dos posturas. Una que se expresa con una actitud de malestar, justificado en el argumento de no-participación porque todo sigue igual, nada cambia, y al final las opiniones, el esfuerzo, el voto, no son tomados en cuenta por las autoridades respectivas; siempre hay intereses superiores que no dejan que las iniciativas ciudadanas prosperen. Los políticos, después de ganar el voto se olvidan de la gente…”
Lo que viene
Ahora bien, ¿qué le espera a Tamaulipas en la jornada electoral de junio próximo?
Obvio: un escenario con alto porcentaje de abstencionismo.
No sólo porque se trata de un proceso comicial intermedio, sino por existir, además, otras causas que hacen pensar que la abstención preponderante será por malestar y descontento, más que por apatía.
Es decir, una abstención razonada y política.
Al ahondar en su exposición, el estudioso del fenómeno dice:
“La mercadotecnia puede atraer eventualmente a los votantes a una causa bien vendida, pero al reconocer que no es lo que se ofreció la reacción puede ser contraproducente; el desencanto no sólo se expresará en el repudio hacia la fórmula política que se eligió o la muda de un partido, sino con algo más profundo: echará por la borda lo ganado en materia democrática.
“La gente quiere ver los resultados de su voto; simplemente que se cumplan las expectativas vendidas. Por eso la mercadotecnia no basta para vencer la abstención y generar un ciudadano informado, participativo y responsable”.
También advierte: “Cada día es más común escuchar a personas decir que votarán por el candidato menos malo, como una forma de evidenciar su inconformidad con las fórmulas partidarias; otras su voto lo tienen claro a partir de su convicción partidaria; eso que se da por llamar ‘el voto duro’.
“Sin embargo la mayoría de la sociedad no está en este supuesto y crecientemente el voto diferenciado, quizá como una forma pragmática de interpretar la política electoral, domina la intención ciudadana creando equilibrios frágiles y caprichosos en la correlación de fuerzas de los actores políticos, misma que tiene efectos en la gobernabilidad.
“Asimismo, el desánimo provocado por la alternancia que no ha permitido ver cambios sustanciales en la manera de hacer política y en la realidad cotidiana de la gente; la actitud beligerante y poco comprendida de los legisladores, más la crisis de los partidos por problemas de identidad y deficiencias en sus procesos para renovar dirigentes, todos con fallas lamentables, unos por fraudulentos, otros por excluyentes –que no permiten verlos como ejemplos congruentes de lo que proponen–, hacen percibir un cuadro poco halagador para la consolidación de una nueva cultura democrática.
“Estos tres fenómenos –el abuso de la mercadotecnia, la sensación ciudadana de que el voto no necesariamente está ligado a convicciones, sino que se puede mudar; y el desencanto de la expectativa que generó la alternancia–, influirán en el juicio, votando o no, que la sociedad aplique a conductas del gobierno y de los partidos y sus candidatos. Esto hace que en cada elección los actores políticos tengan que avivarse y buscar ganar a un número cada vez más importante de electores volubles y pragmáticos, que son los que deciden.
“Cuando esta tarea no se realiza adecuadamente, entonces gana la abstención, todas las abstenciones, y se merma la legitimidad, la aceptación voluntaria del gobernante”.
Fenómeno natural
Para el sociólogo José Antonio Crespo, el abstencionismo es un fenómeno natural porque a la mayor parte de la población no le interesa la política ni ésta va ligada a su quehacer cotidiano.
Sin embargo aclara:
“Aunque en términos de legitimidad es preferible una copiosa asistencia a las urnas, se considera que quien voluntariamente desiste de su derecho a votar, por la razón que sea, automáticamente transfiere ese derecho a quien sí acepta ir a las urnas.
“Es decir, el derecho de los abstencionistas a elegir a sus gobernantes no es conculcado en ese caso, sino voluntariamente transferido a otros. Así, las democracias actuales pueden soportar, tanto en términos operativos como de legitimidad, un alto grado de abstención, siempre y cuando éste no sea abrumador. Difícilmente podría sostenerse en pie una democracia en la que sólo un 5% de la ciudadanía asistiera a las urnas”, dice.
Enseguida puntualiza: “El abstencionismo es hasta cierto punto natural. En realidad la mayoría de los ciudadanos en las democracias tiene pocas motivaciones para asistir a las urnas, incluso cuando el costo de hacerlo es menor. Por un lado, a la gran mayoría de los ciudadanos no les interesa la política como prioridad; otras actividades e intereses ocupan su atención antes que la política. La actividad política se verá, en ciertas condiciones, como un medio necesario y a veces inevitable para promover o defender los intereses ciudadanos en otros ámbitos, como la seguridad pública, el empleo, la educación, el ocio, la sanidad, el crecimiento económico, etcétera…”
Corolario
Como habrá podido observarse, el abstencionismo contiene muchas aristas que dificultan su estudio. Pero ello no impide que podamos alertar a las instituciones involucradas en esta justa electoral, a los candidatos y ciudadanos, para enfrentar este fenómeno que tanto daña a Tamaulipas y a quienes en la entidad vivimos.
Actores intrascendentes
La opacidad que muestra al menos el 70 por ciento de los candidatos a diputados federales, en los ocho distritos en que se divide la geografía tamaulipeca, lleva a suponer que su intención es ‘pescar a río revuelto’, como en su oportunidad lo hicieron muchos de sus antecesores
En los procesos electorales federales de 2012, 2009 y 2006, les dio buenos resultados esta práctica a los partidos postulantes de candidatos ‘chatarra’, ya que ‘sin querer queriendo’ se alzaron con el triunfo.
Más para mal que para bien, pues su quehacer legislativo dejó harto qué desear.
¿Usted los recuerda?
De memoria, tampoco su servidor, pero se distinguieron por faltistas, apocados y flojos, en el menor de los casos.
Sin embargo, hay que reconocer que arribaron al Palacio Legislativo de San Lázaro porque así lo decidieron las minorías en sus distritos.
Y en este 2015 podrían repetirse las sorpresas.
Gobernador de un lustro
Las reformas al Código Electoral de Tamaulipas podrían ser aprobadas días previos a la jornada comicial federal (Junio 7), pues no hay ninguna razón de peso para prorrogarlas más.
No obstante hay diputados ladinos que se oponen a darle trámite en la etapa final del proselitismo político-electoral, pues aducen: ‘conllevaría tintes electoreros’.
Mentira. Lo que pasa es que el proyecto no está totalmente afinado por la Comisión Plural para la Reforma Electoral (de la LXII Legislatura), que se ha tardado de más en analizar, discutir y dictaminar el documento de marras.
Y que conste, ahí coinciden representantes de los siete partidos con derecho a voz y voto en el Congreso.
Por el PRI: José Ricardo Rodríguez Martínez, Juan Báez Rodríguez, Blanca Guadalupe Valles Rodríguez, Erasmo González Robledo y Marco Antonio Silva Hermosillo; Óscar Enrique Rivas Cuéllar y Belén Rosales Puente (PAN); Alfonso de León Perales (PMC), Irma Leticia Torres Silva (Panal), Arcenio Ortega Lozano (PT), Patricio Edgar King López (PVEM) y Jorge Osvaldo Valdez Vargas (PRD).
Es decir, 12 de los 36 diputados, quienes ya se pusieron de acuerdo para reglamentar:
1) La participación de candidatos independientes;
2) La reelección de alcaldes y legisladores; y
3) Los tiempos de campaña.
Eso significa:
a) Que la elección estatal, a homologarse con la federal, en el 2018, será para designar ayuntamientos y legisladores, pero con derecho a ser reelectos hasta por seis años;
b) Que en el proceso comicial del año próximo se elegirán ediles y diputados para ocupar los cargos por un lapso menor a los dos años; y
c) Que en la misma fecha se votará para designar a un gobernador de más/menos cinco años.
Y no creo que haya cambio de señales.
Lo estimo porque el presidente de la Junta de Coordinación Política del Congreso estatal, Ramiro Ramos Salinas, fijó ya su postura al afirmar que coincide con los grupos parlamentarios en los temas de la reelección inmediata de alcaldes y diputados; y el empate de una elección local con la federal.
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