CIUDAD DE MÉXICO.- Leonardo DiCaprio simplemente nació en Hollywood para brillar… literalmente.
Sin embargo, no había alcanzando su máximo esplendor hasta ahora, que finalmente ha conseguido el premio más importante de la cinematografía estadounidense: El Óscar.
Tras cinco nominaciones a los premios de la Academia (una como Mejor Actor de Reparto) su sufrible interpretación del cazador Hugh Glass, en El Renacido de Alejandro G. Iñárritu, le valió su primer estatuilla dorada como Mejor Actor.
El premio llega más de 20 años después de su primera nominación, en 1994, por su actuación en ¿A Quién Ama Gilbert Grape? cuando sólo tenía 19 años y era casi un desconocido en la industria hollywoodense.
Después le siguieron “El Aviador” (2004), “Diamante de sangre” (2006) y “El lobo de Wall Street” (2013), sin embargo el Oscar no llegó.
Algunos expertos señalan que en todas esas ocasiones la competencia que tuvo era demasiado fuerte. Sin embargo, también existe la creencia que DiCaprio tenía una «maldición» (más bien una situación) con el gremio.
Se cree que a la Academia no le gustan los «niños bonitos», como él lo fue, que también lo castigaban por los desplantes que recibió por no nominarlo por Titanic y que su relación con Scorsese, quien también ha sido ignorado muchas veces por los miembros, le acarreó mala suerte.
Y es que pese a haber trabajado con directores reconocidos como Christopher Nolan, Quentin Tarantino y Clint Eastwood, y con filmes que han llamado la atención de la crítica como J. Edgar, Django sin Cadenas, Revolutionary Road y Los Infiltrados, era omitido para la estatuilla dorada.
Pero anoche todo cambió: el actor cumplió con todos los pronósticos después de llevarse el Globo de Oro, el Screen Actors Wild Award y el BAFTA como Mejor Actor por su participación en El Renacido.
Hoy puede decir «¡Soy el rey del mundo!», como lo hizo sobre la proa de la recreación que James Cameron hizo del Titanic.