Los candidatos deben entender y atender el problema de la inseguridad
Para concretarse cualquier proyecto, es necesario hablar con la verdad
Los acontecimientos más recientes, sí provocaron psicosis poblacional
Quiénes han dirigido al PRI, a nivel nacional, a lo largo de sus 87 años
La inseguridad pública, que mantiene aterrorizada a la sociedad estatal y coloca a Tamaulipas como una de las entidades más peligrosas del país, es el tema esencial que los candidatos gubernamentales deben entender y atender en campaña, pues de lo contrario, al no ocuparse de éste, muy difícilmente concretarían su proyecto.
Sobre todo, porque en los días más recientes se han suscitado en el estado situaciones graves de emergencia.
Y poco (casi nada) han hecho las fuerzas federales para ubicar a los culpables que, hasta eso, estarían coludidos con (determinados) actores del poder, según presume la vox populi.
De ahí la necesidad que tienen los abanderados de desligarse, en lo inmediato, de los grupos transgresores de la ley, a fin que su recorrido, a partir del día tres de abril próximo –cuando inician las campañas–, se dé en un ambiente seguro.
Es lo mejor para todos.
Y es que, junto al desempleo y la pobreza, es la inseguridad pública uno de los problemas que más lastiman a la sociedad.
El cáncer ha penetrado hasta los rincones más apartados de la geografía estatal, evidenciando así un tropiezo en la materia por parte de las corporaciones.
Paso a paso, el hampa parece de nueva cuenta haber sentado sus reales y defender ‘a sangre y fuego los territorios “conquistados’, mientras que las instancias federales responsables directas de perseguir los ilícitos, hasta la fecha no logran encontrar la fórmula para atenuar al menos, ese lastre que atenta contra individuos y familias tanto en su patrimonio como en su integridad física y moral.
Ciudades y comunidades otrora pacíficas, han pasado a constituirse en espacios de alto riesgo donde sólo impera la ‘ley de la selva’, sin que exista poder humano capaz de restablecer el orden, como lo demuestran los acontecimientos de la semana que nos antecede; y eso permite suponer que se cometen en un marco de impunidad, constituyendo, además, uno de los principales ingredientes que permiten su propagación.
Secuestros, violaciones, robos, tráfico y venta de estupefacientes, así como viles y cobardes asesinatos, forman parte de una larga lista de modalidades criminales que llenan a diario los espacios y tiempos de los medios de comunicación masiva y siguen al alza, dañando la credibilidad hacia las instituciones encargadas de la seguridad, hasta el grado de que la población agraviada ya está harta de traten de ocultarle la verdad.
Sólo cifras alegres y pretextos escuchamos por doquier por parte de los encargados de combatir el crimen, que, desafortunadamente, avanza sin que logren detenerlo las autoridades responsables en la materia.
Ya ve usted lo ocurrido en la capital tamaulipeca en los días más recientes.
Entonces, hay que animar la participación de la ciudadanía a fin de que entre al quite y enjuicie a los malos servidores públicos, a la vez que determine el camino a seguir.
De ninguna manera es sano continuar inmersos en el círculo vicioso donde empieza a borrarse la distinción entre maleantes y policías; las autoridades y los jefes de la mafia.
Estos hechos ofenden sobre manera a quienes todavía creemos en el Estado de derecho y las garantías individuales.
Por tanto, con estas líneas se pide se investigue, aclare y castigue a los culpables de esos crímenes.
Igual se pide que en las pesquisas no se fabriquen culpables.
Tendencia a minimizar
Las declaraciones de altos funcionarios gubernamentales que tratan de minimizar el caso, podrían formar parte del guión al que hay que acudir frente a los acontecimientos de esta índole –eso lo entiendo perfectamente–, pero de ninguna manera se puede convenir que en ello vaya implícita la tentación de negar una realidad que se palpa a diario.
Bajo esta óptica tendríamos que aceptar que los crímenes que se cometen son algo normal; ‘cosas naturales que no trastocan la vida de la gente y ocurren de manera circunstancial’, como lo han sugerido funcionarios federales, aunque los sicarios tomen como escenario para dirimir sus desacuerdos las principales arterias de una ciudad limpia, sana y amable como es Victoria.
Igual tendríamos que convencernos de que las armas y balas de grueso calibre –con que los hampones quitan la vida a personas, estén o no en el tejemaneje de la ‘maña’–, son artefactos que llegaron a sus manos de pura casualidad.
Sugerir esto es como una aceptación tácita para que los encargados de la seguridad ciudadana se crucen de brazos y no vean ni oigan absolutamente nada que ponga en riesgo el trabajo que desempeñan.
Es, también, como una invitación abierta a vivir en la resignación e indolencia.
Entonces, ¿qué están esperando los funcionarios federales encargados de combatir al crimen organizado?
¿Porqué no hay resultados tangibles de su actuación en Tamaulipas?
Aniversario priista
Hace días, el partido tricolor cumplió ochentaisiete años de su fundación.
Concretamente: el cuatro de marzo.
Y esto me lleva a recapitular que fue creado en 1929, con el nombre de Partido Nacional Revolucionario (PNR) –a iniciativa de Plutarco Elías Calles–, pero cambió su denominación en dos ocasiones por órdenes de Lázaro Cárdenas del Río y Manuel Ávila Camacho, transformándose, en 1938, como Partido de la Revolución Mexicana (PRM), y, hacia 1946, en Partido Revolucionario Institucional (PRI).
Desde su constitución formal ha tenido 49 dirigentes: cuatro mujeres y 45 varones.
Ni uno más. Ni menos.
De ellos Manuel Pérez Treviño, Emilio Portes Gil, Antonio Villalobos, Mariano Palacios Alcocer y María Cristina Díaz Salazar, repitieron (como presidentes), aunque estatutariamente estuvieron impedidos.
El primero (de estos) fue ‘guía ideológico’ hasta en tres ocasiones; y en dos, el resto; aunque ninguno cursó el período reglamentario que rige al órgano político.
Inclusive (de todos los dirigentes que ha tenido el PRI), sólo Rodolfo Sánchez Taboada, Alfonso Corona del Rosal y Beatriz Paredes Rangel, cumplieron la encomienda estatutaria; en tanto que, 45 más, no pudieron sostenerse en la dirigencia más de tres años.
Y, lo infame: algunos nada más estuvieron (al frente) durante horas, días o meses, por estar sujetos a los caprichos del presidente de la República en turno.
Va ilustración
En los albores de diciembre de 1928, el Comité Organizador del naciente partido firmó un manifiesto donde Plutarco Elías Calles hizo un llamado a todas las organizaciones políticas de la República Mexicana, para unirse y formar el PNR.
Tres meses después quedó integrado.
Y, en su asamblea constitutiva, acordó cumplir cabalmente con la no reelección y la continuidad de los programas de gobierno, sustentados en sus principios básicos, que son:
a) Desarrollo económico;
b) Justicia social;
c) Reforma agraria;
d) Protección de los derechos de los trabajadores;
e) Educación gratuita para todos;
f) Disciplina de las fuerzas armadas al poder civil;
g) Libertad política; y
h) Defensa de nuestra soberanía.
Pero durante los 75 años que el PRI ha ocupado la Presidencia de la República, de los 87 que cumplió el viernes anterior, el país ha ido de más a menos.
Y en esto ha participado fecundamente el membrete albiceleste, con los dos períodos presidenciales que ha usufructuado.
Desastre sistemático
Todo lo plasmado en los documentos básicos del PRI, sin embargo, sólo ha quedado en buenos deseos por la ambición desmedida de poder de los mandatarios emanados de sus filas.
Y
, lo que es peor, por la dependencia que desde su fundación esta organización política tuvo del Presidente de la República en funciones, hasta que (en el año 2000) perdió el Poder Ejecutivo Federal; y hoy de nueva cuenta así ocurre.
De ahí que como PNR, PRM y PRI, el otrora y nuevamente llamado partido oficial, no haya procurado renovar sus cuadros, fortalecido su dirigencia, ser autónomo, abrirse a la democracia, luchar por el cumplimiento de sus principios básicos e incluso exigirle cuentas al primer mandatario de la Nación en turno, pese a que los 15 (emanados de sus filas) siempre mostraron proclividad a posesionarse de lo que no era (ni es) suyo.
La falta de autenticidad política, la carencia de líderes naturales al frente del partido, el sometimiento, la sumisión y el hecho de que la mayoría de sus dirigentes fueran improvisados, igual contribuyeron a que el Presidente de la República en turno (a lo largo de 75 años) no tomara en serio al membrete, hasta el grado de cambiar cuando quisiera y le viniera en gana a su dirigente nacional, como lo advierto enseguida al hacer un recuento de los ‘guías ideológicos’ que ha tenido el partido.
Los victimarios
Cuando el PRI inició su derrumbe estrepitoso, recuérdese bien, en la residencia oficial de Los Pinos despachaba Luis Echeverría Álvarez y como dirigente nacional del tricolor Manuel Sánchez Vite, quien al ser nombrado candidato al gobierno de Hidalgo cedió la posición a Jesús Reyes Heroles –por cierto uno de los contados ideólogos que ha tenido el Revolucionario Institucional–, y éste, a su vez, fue reemplazado por Porfirio Muñoz Ledo.
Con José López Portillo como jefe del Ejecutivo Federal, arribaron a la presidencia partidista Carlos Sansores Pérez, Gustavo Carvajal Moreno, Javier García Paniagua y Pedro Ojeda Paullada. Pero sólo para tener presencia política antes de irse al gobierno de Campeche, el primero; el segundo a la Secretaría de la Reforma Agraria (SRA); a su casa el
jalisciense hijo del general Marcelino García Barragán; y el último a la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STyPS).
Miguel de la Madrid Hurtado fue un mandatario gris, pero más coherente en su distanciamiento con el PRI, donde habilitó para desatenderse de éste a Adolfo Lugo Verduzco y después a Jorge de la Vega Domínguez, quien dejó que la estructura operara a su libre arbitrio para no dar problemas al señor de Los Pinos.
Carlos Salinas de Gortari utilizó a Luis Donaldo Colosio Murrieta, Rafael Rodríguez Barrera, Genaro Borrego Estrada, Fernando Ortiz Arana e Ignacio Pichardo Pagaza.
Lo cuatro por meses.
En sus respectivos casos todos atendieron la instrucción del jefe del Ejecutivo Federal, aunque el sonorense pintó su raya siendo candidato a Presidencia de la República y eso le costó la vida, ‘porque el poder omnímodo de Los Pinos no permite la rebelión’, dicen hoy analistas políticos.
En la administración de Ernesto Zedillo Ponce de León, por el PRI desfilaron María de los Ángeles Moreno Uriegas, Santiago Oñate Laborde, Humberto Roque Villanueva, Mariano Palacios Alcocer, José Antonio González Fernández y Dulce María Sauri Riancho.
Con el primer mandatario opositor al PRI ya en la Presidencia de la República (léase Vicente Fox Quesada), al frente del CEN estuvieron la misma Sauri Riancho, Roberto Madrazo Pintado, César Augusto Santiago y Mariano Palacios Alcocer; en tanto que para enfrentar a Felipe Calderón Hinojosa, Beatriz Paredes Rangel encabezó a los priistas a nivel nacional.
Ella fue relevada por Humberto Moreira Valdez y éste, tras un escándalo de pronóstico reservado por la deuda millonaria en que hundió a Coahuila, fue retirado para ser sustituido por María Cristina Díaz Salazar, quien le entregó el mando a Pedro Joaquín Coldwell.
Tras la renuncia de éste al CEN del PRI, nuevamente Cristina fue dirigente, hasta que la relevó César Augusto Camacho Quiroz, quien al ser designado diputado federal plurinominal dejó el mando en manos de Manlio Fabio Beltrones Rivera, quien hoy es el que manda galleta.
Los de antes
Hasta el régimen presidencial de Gustavo Díaz Ordaz, el PRI registró menos movimientos en su dirigencia nacional.
Los consigno:
Bajo los regímenes presidenciales de Gustavo Díaz Ordaz, Adolfo López Mateos, Adolfo Ruiz Cortines, Miguel Alemán Valdés y Manuel Ávila Camacho, en la dirigencia despacharon, respectivamente:
a) Alfonso Martínez Domínguez, Lauro Ortega Martínez y Carlos A. Madrazo Becerra;
b) Alfonso Corona del Rosal;
c) Agustín Olachea Avilés y Gabriel Leyva Velázquez;
d) Rodolfo Sánchez Taboada; y
e) Rafael Pascasio Gamboa Cano y Antonio I. Villalobos.
Antes, siendo Partido de la Revolución Mexicana, lo dirigieron, bajo el régimen presidencial del ‘Tata’ Lázaro”:
a) Heriberto Jara Corona, Luis Ignacio Rodríguez Taboada y Silvano Barba González.
Como PRM, durante la presidencia de Pascual Ortiz Rubio, en su segundo régimen estuvieron:
1) Emilio Portes Gil, y
2) Matías Ramos Santos.
Bajo el mandato de Abelardo L. Rodríguez:
1) Carlos Riva Palacio, y
2) Melchor Ortega Camarena.
Y en con Pascual, en su primer mandato, figuran Manuel Pérez Treviño, Lázaro Cárdenas del Río, Emilio Portes Gil y Basilio Vadillo Ortega.
De todos ellos, los 48, diez fueron militares.
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