En una atmósfera de quietud entre la apertura del cielo, La Gloria se abre en un renacer del ser humano en lo divino. Los artistas han expresado el fenómeno como un encuentro en la bóveda del cielo como la luz, la luz como el elemento de energía del amor y la inteligencia del ser de Dios.
Los cielos del pintor El Greco son entre los grises azulados hay los grises blanqueados por el estruendo del choque de la palabra del hombre divino. Son cielos de lo fantástico, el estruendo de lo celeste.
La bóveda celeste tiene el matiz de lo misterioso y secreto a pesar de su grandiosidad. Salvador Dalí presenta una gloria inmersa en un universo espectacular, el sujeto es una propulsión metafísica.
La Gloria como tema no tiene la frecuencia en la historia como La Pasión, toral del arte cristiano como creación de obras extraordinarias. No desdeño a los artistas ni al tema, hago hincapié que la Pasión originó sustancialmente una estética superior.
La Gloria es un hecho de lo extraordinario, una causa divina a veces inexplicable en la ciencia. La Gloria es una aceptación de la Fe total. Un fenómeno de lo celestial visto por los artistas desde la Fe. No todos como el caso de Giotto o el Greco, quienes son artistas fedatarios desde el amor divino.
Tal vez por eso sus telas son enriquecidas por los miles de creyentes que estiman el valor de la expresión estética superior.
Pienso desde la discusión estética del hecho no de la historia del acontecimiento cristiano.
En fin, conjeturo sobre la sabiduría del arte y el placer que genera en las mentes de quienes lo amamos.