CIUDAD VICTORIA, Tamaulipas.- Ante el embate de la crisis en empleos, economía e inseguridad a nivel local y nacional, muchos ciudadanos han tomado las calles, incluso, emigrado de otras entidades para convertirlas en shows circenses y obtener un recurso para llevar sustento a sus hogares.
Cruces como la avenida 19 y 16 con López Mateos, Tamaulipas, José Sulaimán Chagnón, Eje Vial Norte-Sur y Carrera Torres, se convirtieron en circos sin carpas en los que se ofrecen shows a cambio de monedas.
Desde que supo que la vida no sería fácil para él; sin estudios, sin posibilidad de lograr un empleo por carecer de preparatoria, Javier Yépez, residente en la colonia López Mateos, llevó el espectáculo del “hombre tragafuego” a miles de conductores que cada día, circulan por la avenida 19 y Adolfo López Mateos.
En entrevista, entre carros, tráfico, semáforos, y decenas de conductores que ven con extrañeza el encuentro, dice que puede morir.
“Me han dicho que con el plomo que estoy consumiendo, mis pulmones se van a poner negros, que se van a podrir, pero no puedo parar; tengo dos bebés en casa a quienes responderles, aunque hay quienes te señalen de drogadicto, porque eso es lo que ven”, dice con cierto recelo.
Su show, a 35 grados de temperatura ambiente, a las dos de la tarde, parece un suicidio para los conductores.
Javier camina desde la base de uno de los semáforos hasta la mitad de los carriles poniente a oriente del bulevar López Mateos.
En su mano izquierda lleva un mechero a base de alambre y una prenda impregnada de diesel; en su mano derecha, otro trapo con el que mitiga el fuego; entonces, se detiene, y ante la fila de autos, escupe un fuego que lo obliga en el instante, a cerrar los ojos por el inmenso calor que despide; después, una última exhalación y de ahí, a recoger las dádivas.
A esa hora de la tarde, Javier asegura llevar alrededor de 300 pesos, o un poco más, que es lo que logra recabar de lo que considera, su trabajo.
Una foto de él escupiendo fuego lo acompaña; es como su amuleto de la buena suerte.
“Yo sé que me hace mal, pero qué le hago. Tengo que llevar de comer a mis hijos, y pues es la forma en que llevo pan a la mesa; tengo que seguir adelante”.
Después del show, cuando se asegura de que ya tiene suficiente dinero, regresa a casa donde lo espera su esposa con comida; descansa, y según cuenta, convive con sus bebés hasta la hora de dormir.
Sin embargo, al preguntarle por su futuro, devuelve una mirada donde brilla la esperanza.
“Estoy estudiando la secundaria por medio del Instituto Nacional de Educación para los Adultos; me va a dar clases una maestra y pronto la terminaré, haré la preparatoria y buscaré un trabajo formal”, asegura.
Comenta que desde siempre, la vida no ha sido fácil para él, y por ello, una vez que lo despidieron de un restaurante de mariscos en el que trabajó, no tuvo más opción que montar el show del “hombre tragafuego” del 19 López Mateos.
Y tan es su fama, aseguró, que lo contratan para algunos eventos culturales.
A tres cuadras más abajo, en la avenida 16 o Norberto Treviño Zapata, una joven de ojos verdes, monta un espectáculo con aros; también conocidos como “hula hula”.
Es Anastasia Carrillo, quien vio lo que otros no vieron de Ciudad Victoria; un lugar “virgen” para trabajar.
Ella, en entrevisata, asegura que es parte de un grupo de michoacanos que decidieron venir a ofrecer shows urbanos porque “no hay nada de esto aquí en Victoria”, y en el caso de ella, ofrece su show a los conductores para lograr reunir recursos para un proyecto.
“Lo que estamos ofreciendo aquí, es arte, arte urbano, y mi meta es reunir fondos para el proyecto de una academia que quiero poner, también del arte del ‘hula hula’, que siempre ha sido suprimido a la clase trabajadora, y consumido por las altas sociedades”, asegura.
En la entrevista, muestra fotografías de un show que ofreció dentro de una obra denominada “Broadway” en la que recorrieron todo el país.
“Pues sí, ese es mi proyecto de vida. Yo sé que no es algo formal; el arte no se considera formal en muchas áreas, pero el arte es arte, y no dejará de serlo, por ello, sigo mi camino aunque en ocasiones, muchos te agradecen el show con una mentada de madre”.
Para ella, cinco pesos que le den, es sinónimo de que les gustó su show, pero aseguró, una vez, un conductor le entregó con una sonrisa un billete de 500.
“Vengo con otros dos chicos desde Morelia, Michoacán. Uno se disfraza de perro, y el otro, malabares, y se apostan en otros puntos, como a un costado de la tienda GranD Central, o en la avenida donde está el Hotel Holliday Inn, (IStay), y así seguimos; cada quien tiene sus intereses”, platicó.
En el caso de ella, su show va de iniciar giros traslatorios de los ‘hula hula’ por sus brazos, cuerpo, cabeza, que fácilmente atraen la mirada, sobre todo, de menores.
En el show presenciado, varios conductores tenían preparada ya sus donaciones a la joven quien presurosa, corría de nuevo a ponerse a salvo del tráfico, refugiándose en la banqueta.
A las 14:30 horas, consumió las últimas gotas de la cuarta botella de agua, de las cinco que cada día, y considerando el calor que se registra, consume para mantenerse hidratada.
Entre sus comentarios, brilló el tema de su regreso a casa en Morelia, donde tiene una hija, y que dejó para venir a trabajar hasta Victoria.
Actualmente, aseguró, duerme en una casa de renta en la colonia Benito Juárez, y cada mes va a su ciudad natal, y regresa a continuar con su espectáculo circense callejero, su arte urbano.