El aspirante a la presidencia del país más poderoso del mundo representa un verdadero peligro, no solo para los países hemisféricos sino también para muchos ciudadanos que sean parte de las minorías en Estados Unidos.
Este nuevo “Adolfo Hitler” del Wall Street revive el viejo nacionalismo que se refleja en la antigua frase de “América para los americanos” reivindicando la llamada política del Gran Garrote o Big Stick.
Trump estimula el discurso violento de la segregación racial; es un sociópata inflado por los medios de comunicación que solamente persiguen el sensacionalismo como fuente de rating, haciéndole el flaco favor a la población de propagandizar de forma frecuente los planteamientos anacrónico, violentos y fascistoides de Donald Trump, que son captados como verdades absolutas por los sectores más reaccionarios y retrogradas de la sociedad estadounidense.
Trump si llegara a ser presidente de Estados Unidos, convertiría el Sueño Americano, en la más vil pesadilla para todos lo que quisieran inmigrar a ese país.
Quien lo caracteriza de forma precisa es una editorial de El País donde se precisa: “Trump representa un genuino autoritarismo americano, un tipo de autoritarismo que solo
podría surgir en Estados Unidos, precisamente como reacción frontal y visceral contra lo que ese país es. Trump es la adaptación televisiva y empresarial del Ku Klux Klan al siglo XXI, una reacción histérico-fóbica de blancos a los que se les ha hecho creer que están acorralados y a punto de ser aniquilados y que, por tanto, deben pasar al ataque”.
Se menciona que el sistema político estadounidense descansa sobre tres pilares: la igualdad ante la ley, la separación de poderes y la libertad religiosa. Sin esos elementos, Estados Unidos deja de ser Estados Unidos.
Y es por eso que Trump no es candidato solo del Partido Republicano, sino es el candidato de la antidemocracia por su recalcitrante racismo, su total desprecio a la ley y su Estado de derecho y al poder legislativo; y su radical intolerancia que muestra hacia los musulmanes, los mexicanos, es antisemita y misógino; él es sin lugar a dudas, un candidato que se encuentra totalmente fuera de lo que representa la democracia.
El País concluye de forma dramática su reflexión diciendo “La presidencia de Estados Unidos no es cualquier sitio: que la primera magistratura del mundo cayera en manos de alguien como Trump supone una amenaza directa para las libertades de los estadounidenses y un riesgo global para todos los demás”.
Es muy cierto que en la historia de Estados Unidos existen varios deslices que lo llevaron a realizar política inhumana y en contra de sus minorías: la histeria anticomunista de la época del senador McCarthy, el Bloqueo a Cuba; el asesinato de Martin Luther King o las leyes de seguridad nacional aprobadas tras el 11-S son buenos ejemplos. Tambien es una verdad de a kilo el hecho que cuenta EU con una gran parte de la derecha americana más radical, religiosa y conservadora, la cual rechazan hasta la propia democracia instaurada ben ese país alegando que es una democracia excesiva.
Pese a todo ello, la idea y el valor que siempre ha determinado que Estados Unidos no se descarrile es aquella cívica que vienen a retomarse desde su constituyente, siempre ha terminado por hacer un país abierto, con un fuerte arraigo en la democracia representativa y prensa libre, elementos que los ha sacado a flote en los momentos más obscuros de su historia.
Hablar de esta disyuntiva es verdaderamente provocador. No creemos que unos ciudadanos normales y con un sentido común integro pueda avalar esto que puede ser la autodestrucción de la sociedad norteamericana que hoy conocemos y permita llegar a ver un totalitarismo digno de Hitler o Mussolini, a quienes Estados Unidos un día combatió con la fuerza de las armas.
Esperamos que en esta ocasión suceda lo que esperamos, que la democracia a todos los ponga en su lugar y que a Trump lo ubique directamente en el basurero de la historia… Bueno, eso decimos nosotros… Pero usted ¿Cómo ve?
La ojeaita…
Primero la gasolina… ahora la electricidad un 8 por ciento… la pregunta ¿Dónde está el beneficio de la llamada Reforma Energética? ¿Dónde está?




