Lo más triste de ir a un estadio de fútbol es salir de él y no hablar de fútbol.
Y vaya que soy apasionado de las historias que se escriben en el entorno de un campo de juego; la vida del futbolista que cuando niño soñó ser profesional, las vicisitudes de un técnico que al cruzar la puerta de su casa no es nada más el líder de una familia sino el guía de una esperanza, la aventura de un aficionado que con dificultad reunió unos cuantos pesos durante la semana para ir a ver a su equipo… esas historias me encantan, me hacen enamorarme día a día de este deporte.
Pero tristemente el viernes tuvimos que salir del Marte R. Gómez hablando no de fútbol y tampoco del romanticismo que lo envuelve; no, tuvimos que salir hablando de violencia, salvajismo, hechos lamentables que enmarcaron la resurrección del Clásico Tamaulipeco, que tras siete años de espera lo volvimos a ver en un partido de corte “amistoso”, pero que para unos inadaptados fue más que eso.
Inadaptados, inconscientes, enemigos del deporte y del juego limpio que, aprovechando una mala planeación, encontraron las condiciones perfectas para sacar su frustración.
Vamos por partes.
Primero en redes sociales se convirtió en nota nacional un pseudoaficionado de Correcaminos que invitaba a “tirar chingazos” a la afición del Tampico-Madero, habiendo como paga alcohol y drogas, hecho penoso que sentaba precedente en este Clásico Tamaulipeco.
La reacción de los seguidores celestes no se hizo esperar con amenazas directas sobre aficionados naranjas.
Trascendió que desde el monumento al Cuerudo hubo roces entre la afición local y los cuatro autobuses que provenían de Tampico con aficionados de la Jaiba Brava.
Los errores se remarcan cuando dichos aficionados llegan una vez iniciado el juego al estadio, cuando ya había una zona delimitada que debían ocupar teniendo que cruzar entre aficionados de Correcaminos.
Previo a la peor de las escenas, durante el partido, dos grescas se registraron, la peor donde tunden a golpes a un elemento de la Fuerza Tamaulipas sin que existiera capacidad de reacción por este cuerpo policial que no detuvo a nadie, ni siquiera la golpiza que era registrada por reporteros gráficos a nivel de cancha que fueron recibidos a baños de cerveza y mentadas de madre, mismos que presuntamente -dicho por testigos- fueron respondidos.
Lo peor se dio al término del juego, no conformes con la victoria, los aficionados muchos de ellos alcoholizados, pues algún genio experto en marketing puso un punto de venta de cerveza justo en el espacio donde estaba la porra, salieron corriendo en medio de un ambiente hostil hacia sus camiones.
Denuncian los testigos que un par de aficionados al TM golpearon a una mujer en su camino, lo que desató la ira de los locales y sí, también la ira y el coraje de los elementos policiales que con lujo de violencia, usando escudos, toletes e inclusive dando descargas eléctricas a los sometidos que fueron turnados a las celdas del 2 Zaragoza.
Mala estrategia de seguridad, pésimo comportamiento de los aficionados y la incapacidad y abuso de la policía estatal, más los ingredientes que usted le quiera sumar, dan como resultado que cada quince días el Marte R. Gómez sea considerado más una bomba de tiempo que un espacio de esparcimiento y que el 9 de septiembre cuando en partido oficial se enfrenten Correcaminos y Tampico-Madero, se tengan que tomar medidas extremas, como el impedir el acceso a la afición visitante o de plano jugarlo a puerta cerrada, pues por unos cuantos inadaptados el fútbol profesional en Tamaulipas deja de ser una fiesta.
@luisdariovera