Todo parece indicar que si bien todos en el PRI estatal tienen urgencia de que se nombre al relevo de Rafael González Benavides, a nadie le corre prisa y será después de septiembre cuando se intente reconstruir con los escombros al partido que tendrá que aprender a ser oposición a partir del 1 de octubre.
Así es mis queridos boes, primero los tricolores de estas tierras tienen que conocer al dirigente nacional Enrique Ochoa Reza, que si bien ya está nombrado por acá no ha asomado las narices y es un perfecto desconocido, para luego recibir de él las directrices que marcarán el relevo.
Hasta donde se intuye, la nueva dirigencia se designará bajo el consenso de los grupos priistas que quedarán luego de que termine el sexenio.
Me refiero a que por primera vez el jefe del ejecutivo emanado del PRI siempre hasta que pasó la tragedia tricolor del 5 de junio, en que el PAN y Francisco Javier García Cabeza de Vaca, podría no hacer uso de su derecho no escrito de designar al próximo presidente estatal del PRI.
En ese proceso andan los priistas, hasta ahora revueltos, porque tras la derrota de Baltazar Hinojosa hay muchos que le culpan del fracaso y le escatiman el liderazgo que intentó ocupar a su regreso para rearmar al partido.
Hay ahora dos grandes corrientes en el tricolor estatal, los que creen que al candidato perdedor le asiste la razón y le pertenecen esos 500 mil votos que sacó el 5 de junio y por lo tanto tendría derecho a quedarse con los pedazos del PRI para reconstruirlo.
La otra es la que precisamente cree que Baltazar no se dejó ayudar, se encerró en un grupúsculo que echó a patadas a los que intentaron integrarse y por eso no merece convertirse en el líder moral del tricolor e imponer al presidente, en este caso a Édgar Melhem.
Este grupo, aunque no lo van a decir abiertamente, es el que desde hace unas dos semanas se ha volcado a promocionar como la única solución del PRI a Alejandro Guevara Cobos con el que incluso se han alineado personajes que antes habían levantado la mano como aspirantes a salvadores entre ellos Enrique Cárdenas que de pronto le vio hartos méritos al diputado federal por el distrito con cabecera en Mante.
Las mismas corrientes locales de críticos al interior del PRI de Victoria como en la que se anota al diputado local Heriberto Ruiz Tijerina ven con buenos ojos al de Mante para encabezar al ‘nuevo’ PRI estatal.
Pero sea quien fuere el siguiente líder tricolor en el estado, el discurso institucional va a tener que cambiar, sobre todo si el designado es Guevara Cobos, porque la defensa a ultranza y a ciegas del trabajo de Enrique Peña Nieto es un lastre que deben no cargar si desean salir de las aguas revueltas y caudalosas en las que han caído.
Un PRI que insista en que el de Peña Nieto es un gobierno con estrategia de seguridad, que presuma las reformas estructurales y que se dedique a golpear a los ya lejanos sexenios panistas lo único que va a lograr es hundirse más.
Me explico: si Guevara es el presidente estatal del PRI y alza la voz para presumir a Peña Nieto, júrenlo que el respetable público lo menos que lanzará será mentadas.
No es tiempo de hablar de logros, cuando en el tema de inseguridad lo menos que se ha visto es estrategia, cuando en un mes el gobierno federal nos ha recetado históricos gasolinazos que habían prometido estaban extintos y alzas a la electricidad que habían dicho que bajaría con la reforma energética.
El próximo dirigente estatal tricolor, deberá entender que el próximo innombrable es al que ellos llaman primer priísta del país, ese al que el 70 por ciento de los mexicanos reprueba, según las encuestas y del que llueven burlas y memes en las redes sociales.
El nuevo PRI de Tamaulipas va a tener que encender que su reconstrucción es desde cero, porque sabedor que la inmensa maquinaria que lo mantuvo en en poder más de 80 años requiere de recursos, despensas, vales, becas, apoyos, programas que ahora estarán bajo la administración de un gobierno de otro color y con otros intereses.
El que sea el próximo dirigente de los priistas tendrá que reconocer que esa inmensa maquinaria ya no le funcionó, por vieja o porque se hartaron también de los gobiernos que construyeron y que en el peor de los casos cambiaron de membrete y color.
Empezar de cero significa un borrón y cuenta nueva, desde el más humilde de los militantes hasta la recomposición de una estructura de seccionales y modulares que obedezcan más a ideogramas que incluso va a tener que replantearse…
La gran pregunta es ¿quién va a pagar a la nueva maquinaria?, ¿quién va a convencer a los priistas de que apoyen sin apoyos, por amor a un partido que los acostumbró a que con dinero baila el perro?.
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