La controversia desatada por la visita del candidato republicano a la presidencia de los Estados Unidos, Donald Trump, y la charla que el magante sostuvo ayer en Los Pinos con el presidente Enrique Peña Nieto, relegó a segundo plano el tema del IV informe de gobierno que el mexiquense rendirá hoy a la nación desde el patio principal de Palacio Nacional.
Desde que se anunció la invitación que el mandatario mexicano había formulado al aspirante presidencial norteamericano, los principales espacios noticiosos de los medios de comunicación fueron ocupados por la noticias y las reacciones de los líderes de opinión más destacados sobre el controversial y sin precedente encuentro político.
Como consecuencia, el informe presidencial, que en los días previos era el asunto preponderante, desapareció prácticamente del escenario.
Al mismo tiempo, el acontecimiento sirvió para unificar en contra la idea de EPN de convidar al empresario estadounidense al país.
Analistas, dirigentes partiditas de todas las agrupaciones, historiadores y ciudadanos, tanto de México como de los E.E. U.U., calificaron el hecho como un error histórico y coincidieron en que no se puede tratar cortésmente a quien se ha dedicado a insultarnos, mucho menos dejarse utilizar e incluso ayudarle al visitante a granjearse el voto de los hispanos que radican en gringolandia.
Desde el punto de vista de algunos críticos, además, no es correcto que el presidente mexicano platique de tú a tú con alguien que no es su homólogo.
El único partido político que respaldó la conversación fue el PRI.
El justificante de Peña Nieto, hablar sobre la relación bilateral y establecer canales de comunicación con quién puede ser el próximo presidente de Los Estados Unidos, así como obligar al bravucón candidato a modificar el trato y el discurso en torno a nuestros connacionales.
Si Trump ganara la contienda presidencial, que no es remoto que suceda, la charla podría tener algún sentido, de lo contrario no pasará de una anécdota desafortunada.
Lo ideal habría sido, como expresara el historiador Enrique Krauze, que el presidente le pidiera al señor Trump una disculpa pública por las ofensas que ha proferido sistemáticamente contra los mexicanos desde que salió a la calle a buscar la candidatura presidencial del vecino país del norte.
Volviendo al IV informe presidencial,
la frase de que “lo bueno casi no se cuen-
ta, pero cuenta mucho”, con la que se ha promovido el informe anual de trabajo del jefe del ejecutivo nacional, va a resultar verdaderamente difícil de demostrar a través del texto del documento que este jueves
se entregará a la Cámara de Diputados del Congreso de
la Unión, como exige la ley, entre otras razones, por la grave pérdida de credibilidad de la gente en el gobierno federal y muy especialmente en el señor de Los Pinos.
Es, encima, tan impopular en estos momentos hablar bien del presidente y del gobierno que únicamente unos cuantos se atreverán a afirmar que los resultados de las inversiones generadas por las reformas constitucionales, especialmente en materia energética, son, a pesar de las críticas y cuestionamientos, uno de los grandes logros del régimen en turno y que, contra lo que ahora pasa, en el correr de los años reportarán amplios beneficios a todos, si el contexto mundial lo favorece, claro está.
En asuntos locales, mientras tanto, este jueves primer día de septiembre habrá
de iniciarse formalmente el proceso de entrega-recepción de las 43 administraciones municipales de Tamaulipas, que permitirá a los representantes de los gobiernos entrantes comprobar el estado en que recibirán las administraciones de los alcaldes y cuerpos edilicios
que se van, sobre todo en los casos en los que los munícipes que llegan no pertenecen al mismo partido político de los que terminan sus mandatos, casos concretos de los de Altamira y Madero.
Los integrantes de los comités de enlace o equipos de transición de los presidentes electos, Andrés Zorrilla Moreno, en el de la urbe petrolera, y Alma Laura Amparán, en la tierra de Cuco Sánchez, verificarán si todos se encuentra en orden o si, como auguran los mal pensados, las cuentas y cifras contables no cuadran.
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