19 diciembre, 2025

19 diciembre, 2025

…Por el Mercado Argüelles

Los olores y sonidos del primer cuadro de la ciudad se funden en una fiesta de ofertas, pasillos oscuros, mercancías, triques y chácharas en un edificio que está en liquidación pues muy pocos deciden entrar a sus entrañas

CIUDAD VICTORIA, Tamaulipas.- La mañana es fresca y el calor se ha tardado en llegar. Son las diez en punto y el caminante arriba a la zona del Mercado Argüelles por la calle Hidalgo.

Algunos locales aún están en la barrida y la trapeada, y todavía no abren.

En los puestos ambulantes los encargados cuelgan la mercancía en las mallas de metal: mochilas, chanclas y verduras. Mucha gente camina conectada a su celular. Los que ya andan chambeando son los chavos del municipio que checan los parquímetros e infraccionan a los incumplidos… y a los distraídos. Van con boletas en mano empujando el “diablito” con las temidas arañas inmovilizadoras.

Camionetas cargadas con frutas y papel de rollo se estacionan frente al popular mercado que fue construido en pedazos: lo hicieron, se quemó, se cayó y lo volvieron a levantar a partir de una biblioteca que lleva el apellido Argüelles y de ahí como garrapatas los oferentes lo hicieron crecer.

En las aceras cercanas se observan papelerías, casas de empeño, dulcerías y tiendas de especias.

Aquí no hay micros pero sí un montón de taxis que inflan el flujo vehicular y provocan una guerra por el estacionamiento. En este lugar
llegar y encontrar un lugar dónde pararte es casi como encontrar un tesoro. El tránsito honorario del mercado hace su labor.

Afuera de Coppel hay una larga fila de personas esperando a que abran para entregar su dinero con la borrosa promesa de incrementar su patrimonio.

Algunos aprovechan para echarse unos tacos de barbacoa… casi sin carne pero con muy buen sabor, eso sí, doble tortilla “para que amarre”.
Muchas dulcerías y sobre todo farmacias. Algunas pequeñas misceláneas de esas que están en peligro de extinción conviviendo con las intimidantes tiendas de conveniencia.

Así son los alrededores del mercado Argüelles: un área con mucho movimiento, pero al parecer con poco circulante.

La calle 6 es zona de comida: Gorditas y flautas, frijoles charros gratis y el ambiente se sazona con smog y olor a tacos dorados y de bisteck, trompo y tripa. En las alturas, el helicóptero de la policía observa mientras el aroma del café dos estrellas se escapa de la bodega.

Pollerías y expendios de cigarros se mimetizan con tiendas de artículos hechos en China: baratijas que la globalización nos escupe en la cara.

El canto de los gallos no indica el amanecer, sino que nos acercamos a una veterinaria: junto a gallinas ponedoras y periquitos del amor saludan desde las jaulas. Una verdadera granja en medio de la ciudad. Los gallos de pelea voltean de un costado a otro con sus crestas recortadas. Perros y gatos para dar en adopción pelan los ojos esperando irse a algún hogar que los ame. El olor a alimento para vacas, borregos, cerdos y aves da de lleno en la nariz. Jaulas y trampas para ratón colgadas del techo.

El vaivén de la gente hace crecer el murmullo urbano, saludándose o riendo a carcajadas. Los vendedores de ajos que aprovechan los parquímetros para colgar las ristras. Tiendas de remedios y de bicicletas. No falta el anuncio que reza “Estacionamiento exclusivo Familia Fulana Mengana… se usará grua” ¡Quien sabe si será de verdad! O si nadamás está para la “pantalla”.

El edificio del 6 Hidalgo tiene un letrero que reza: “Aquí se hospedaba Mariano Escobedo en 1857 antes de su victoria de San Joaquín”. El convoy de soldados pasa alentando el tráfico.

Tiendas de loza y cristalería ofreciendo platos soperos desde quince pesos y tortilleras eléctricas. En la esquina la tienda GranD Obrero, con su divertida rampa interna para subir carritos.

El taca taca de los que pican verduras anuncia que estamos frente a la acera del 7 Hidalgo y Juárez donde hay un paraíso de vendedores de gorditas… torteando desde el amanecer hasta la caída del sol: debería ser nombrado el platillo típico de Ciudad Victoria.

Más ferreterías y negocios de todo tipo incluyendo una veintena de estéticas donde por 25 pesos puedes quedar bien pelón. Este tramo es conocido por el tránsito a paso de tortuga para no arrollar a los transeúntes que caminan por la calle.

Al pararse frente al mercado Argüelles en el 7 Hidalgo lo primero que se observa es un local deshabitado en altos con los vidrios rotos y filtraciones en el techo.

Nos reciben piñatas del Hombre Araña, Minions y la venta de especias, hierbas, miel, estropajos, huele a manzanilla y yerbabuena.
Disfraces de diablito y Chucky con todo y pelucas pelirrojas, al fondo del local tres minicasinos bien escondiditos.

En el pasillo más ancho del Mercado hay mercerías, tiendas de sombreros, jarcierías. Muchos locales cerrados en este tramo.

Al entrar a la panza del Mercado Argüelles hacia un costado están las carnicerías y al otro las hierberías. Adornan los pasillos las coronas para muerto, de muchos colores como un tributo a nuestros fieles difuntos con precios de 110, 120 y 135 si llevan el cromo de algún santo.

Imágenes de la Santísima Muerte conviviendo con Malverde, la Virgen de Guadalupe y Pancho Villa reunidos como una gran familia esotérica, licuados, joyerías y locales de videojuegos.

“Limpias espirituales, leidas de tarot, rituales, amarres fuertes, hechizos para alejar enemigos, limpias de casa, curación de empacho y todo tipo de trabajo”, se lee en un cartel. Pentagramas, un buda panzón en $5,500, veladoras de todos tipos y tamaños con efecto amansa guapos, llama clientes, abre camino. Varitas de incienso ritualizadas contra el trabajo negro, destrancadero, tumba-todo-lo-negro, siete potencia africanas, con esencias del Niño Fidencio y del Negro Felipe. Hay muchos locales que sólo funcionan como bodegas.

En un pasillo hay una especie de yonque de videojuegos descompuestos y después de un tramo completamente oscuro inician las carnicerías.

Carne de puerco y res, chorizo, manteca y pollerías muy aseadas. Otros locales lucen abandonados y un poco sucios.

Por la escalera central se accede a la segunda planta. El panorama aquí es muy triste, y aunque el piso está muy limpio, se alcanzan a ver los techos de los puestos de la planta baja llenos de basura formando un minipueblito, acá es más fácil contar los locales abiertos que los cerrados.

Los que sobreviven aquí ofrecen un poco de artesanías de madera y trajes típicos, disfraces de adelitas que tienen la esperanza de irse a lucir en el desfile del 20 de noviembre. Balones y trofeos deportivos, uniformes. Guayaberas y morrales, cinturones y zarapes.

En el área de comedores sólo tres locales abiertos ofreciendo caldo de res, menudo, chiles rellenos, pozole, asado de puerco, bistec ranchero, milanesas y pollo en mole.

Y parale de contar.
Es increíble que un lugar que haya sido lo más importante en el corazón comercial de la ciudad esté en estas condiciones.
En realidad ahora la población tiene muchas alternativas, compra en supermercados o en el ambulantaje. Muchos han opinado que “lo que le dio en la madre al Mercado Argüelles fue el abandono”.

En realidad tiene una infraestructura con mucho qué ofrecer, con una nave enorme, el techo es imponente que aunque tiene goteras está muy bien hecho, con una estructura impresionante.

Aunque aquí casi nadie voltea a ver hacia arriba.

Hay que mencionar que el estacionamiento es un lugar tenebroso, lúgubre y oscuro, ¡Parecen catacumbas! Pero al menos aún le da servicio a 45 vehículos.

Tal vez sea también porque son muy pocos los giros ofreciendo su mercancía ya que los comerciantes prefieren instalarse en la calle para no pagar renta ni impuestos. ¿Por qué la gente no viene al Argüelles? Tal vez porque la oferta afuera es más atractiva. O porque simplemente le da flojera. Finalmente uno va a comprar donde puede y no donde quisiera.

El caminante toma la calle siete hasta el paradero del “Bule”. Compra dos piezas de pan y toma su micro. Hasta aquí la pata de perro.

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