Los refranes populares no han surgido de la imaginación.
Son producto de experiencias colectivas, de vivencias cotidianas que dejan lecciones cuyo aprendizaje, aplicación, olvido y en algunos casos hasta rechazo, es elección de quien los conoce.
Después del reciente proceso electoral registrado en Tamaulipas, uno de esos dichos resplandece en una de las zonas donde precisamente encuentra mejor acomodo: en el altiplano.
Es aquel que asienta que “en pueblo chico, infierno grande”.
Hay varios casos que dan cuenta de tan monumental verdad. En Jaumave por ejemplo, el alcalde José Luis Gallardo Flores, quien ganó la presidencia como candidato independiente, se ha ganado a pulso el mote de “El 36”. No se confunda, no es que porte un revólver de ese calibre, sino que a todo reclamo sobre de cuándo llevará a cabo una obra, cuándo comprará un camión para recoger la basura o cuándo reparará una patrulla, responde que no puede porque tiene 36 demandas laborales de ex trabajadores. Ese es el argumento para negar todo, por lo que, asegura en público y en privado, sólo se dedicará en su primer año
al barrido de calles y cuidado de jardines. Así, don José Luis pasea orgulloso su apodo: “el alcalde 36”.
Pero si en ese bello y bucólico rincón tamaulipeco las desventuras lindan en lo grotesco y anecdótico, en el resto de los ayuntamientos de esa región se adentran en la tragedia. Financiera, pero al fin tragedia.
Prácticamente todos los nuevos ayuntamientos no caminan, se arrastran penosamente por las infames condiciones en que dejaron sus antecesores la economía de las respectivas arcas municipales.
Desde Miquihuana hasta Tula, pasando desde luego por Palmillas y Bustamante, los nuevos ediles se encontraron no sólo con la amarga noticia –que por cierto ya esperaban– de que no había un solo peso en las cajas de las tesorerías, sino de que todos los edificios públicos fueron saqueados bárbaramente. No es exageración: se llevaron puertas, sillas, computadoras, escritorios, cafeteras, impresoras. Vamos, en un exceso imperdonable, hasta las tazas de los excusados. Inaudito.
Y si esto le parece una vileza, lo natural es esperar un castigo. Y como dice Cantinflas en sus películas: Ahí está el detalle.
Los responsables administrativos de los nuevos cabildos aseguran que al poner el grito en el cielo en el área de la Contraloría estatal –confieso que no sé con quién– como respuesta les advirtieron que no movieran un dedo y que dejaran las cosas como estaban “porque no querían escándalos en estos momentos”.
Versión desde luego, de funcionarios municipales.
Si es cierto o falso lo anterior parece necesaria una aclaración de la Contraloría, porque desde el principio de esta administración quedó muy clara la advertencia del gobernador Francisco García Cabeza de Vaca de en ningún caso se permitirá el indeseable “borrón y cuenta nueva”.
Como ve, vaya que en el altiplano tienen vigencia los aforismos…
Mordidas «amigas»
En Tampico, la alcaldesa Magdalena Peraza Guerra denunció a los agentes de tránsito locales, famosos por su histórica hambre, por cobrar 250 pesos a los automovilistas por “desenganchar” los vehículos de las grúas y no llevarlos al corralón, movimiento por el cual deben pagar 500 pesos además de la
infracción correspondiente.
Interesante que sea la presidente municipal la que les ponga el dedo. ¿Será que es tan brava la perra que ya mordió hasta a la de la casa?…
La frase del día
“Cuando soplan vientos de cambio, algunos construyen muros, otros molinos…”
Proverbio chino
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