1.- Cada año, y precisamente por estas fechas, previas a los días Navidad, la Contraloría Estatal acostumbra declarar a la prensa que los funcionarios públicos tienen prohibido recibir regalos caros y ostentosos, de conformidad con lo dispuesto por la Ley de Responsabilidades de los Servidores Públicos.
2.- Obviamente la Contraloría se refiere a la disposición contenida en el artículo 88, párrafo segundo, de dicha ley, mediante la cual se prohíbe a los funcionarios aceptar obsequios con un valor superior a 10 salarios mínimos. O sea que sólo pueden agasajarlos con algún objeto de precio miserable.
3.- Aunque el mandato es claro y debe ser respetado por todos, transpira cierto sabor a discriminación, pues los “amigochos” y el respetable público se ven impedidos de festejar como se merecen aquellos funcionarios que fueron amables, simpáticos y tironeros durante todo un año.
4.- La citada prohibición no deja de ser deprimente y desoladora, ya que son muchos los ciudadanos que tienen los bolsillos dispuestos y la chequera en mano, para mostrar su reconocimiento, afecto y gratitud a esos funcionarios que han sido cuates y “macizos” más allá del deber o de la ley.
5.- Sería una broma del mal gusto el obsequiarle a un funcionario un objeto menor a 10 veces el salario mínimo, ya que por el valor de esa cantidad no es posible conseguir ningún regalo atractivo o inolvidable. Las fantasías no son baratas, y menos ahora que la crisis nos ha aporreado hasta el alma.
6.- Ante tal situación, sólo cabe que los “amigochos” rindan tributo de amistad a los funcionarios mediante dádivas espirituales, o sea aquellos obsequios que no involucren para casi nada al cochino dinero, y realmente eso requiere imaginación y demasiado fósforo. Todos los jefes rechazarían que usted los quiera agasajar con la dádiva de un simple “palabra de honor”, aunque fuera nuevecita y de buena calidad.
7.- En cambio, usted y cualquier ciudadano respetable quedaría de mucho lujo si les donaran un kilo de aplausos, apoyo y cuento, toda vez que dichos fulanos andan sedientos de calor grillesco, afecto solidario y complicidad sin límites.
8.- Claro que a algunos de dichos funcionarios realmente no es posible obsequiares nada, ya que ellos lo único que quieren es dinero, y eso es lo que está más escaso. Ellos quisieran que usted les organizara un “Teletón” de puro peluche, para llenar sus charolas de dólares y pagar los lujos de sus muñecas y todos sus caprichos.
9.- Aunque la gratitud sea un sentimiento tan común que hasta lo practican los perros, la verdad es que se requiere de cierta dosis de inteligencia para demostrarla, porque entregarle un regalo a funcionarios que pueden ser relevados en cualquier momento, no sólo sería un error, sino además un desperdicio.
10.- A los delegados federales que van a ser lanzados de sus cargos durante estos días, lo indicado sería obsequiarles una cuchara de compasión, un litro de lágrimas sinceras y un kilo de revolucionaria resignación, así como la ilusión de que tendrán un “pago de marcha” tan generoso que saldrán de pobres para siempre. ¡Todo sea por una blanca y bella Navidad!, ¡Amor y paz para todos!.




