La película de suspenso y terror que vive el PRI de Tamaulipas podría ya haber espantado a los que suspiraban hasta hace unos días por la presidencia del Comité Directivo Estatal cuerudo, porque queda la impresión de que los patrocinadores prefieren evitar la andanada de ‘zapes’ de la que ya tuvieron una probadita y porque haciendo cuentas, la silla desvencijada que dejó Rafael González Benavides no vale la pena, no tiene futuro a mediano plazo y quien llegue a ocuparla podría gastar el capital político que le quede y salir como el que se fue, con la derrota inscrita en la frente.
Así es mis queridos boes, ayer les decía que desde mi punto de vista los escándalos en medios locales y nacionales al mismo tiempo de que unos se pronunciaban por la dirigencia tricolor no eran coincidencia, por el contrario eran reacciones de los enemigos de adentro y de los de afuera.
En ese contexto se percibe que hay un bajón de ánimos entre los dos principales tiradores, como que al hacer cuentas, al ver expectativas el resultado no es como para apostar el resto, su resto personal, mismo que se podría ir en batallas destinadas a la derrota.
¿Se quedará entonces el PRI estatal sin dirigente?, seguramente no, pero dudo que tras los últimos acontecimientos: fotos aéreas de mansiones, retiro de guaruras, recompensas, becarios y demás mensajes, el peso político del nuevo jerarca tricolor en el estado será de una categoría de las pesadas, más bien creo que terminará en un esparring que intentará sortear los embates, sin aspirar a ganar el combate.
Y es que habría que ver el relevo de la dirigencia estatal priista en el actual contexto nacional, con las coyunturas locales y los pesos específicos de los que podrían jugar por ella.
A nivel federal, está más que claro que al CEN del PRI no le es prioridad Tamaulipas, por dos razones primordiales: acá no hay elección el año que entra y la segunda es porque el porcentaje que representa del padrón nacional tampoco es para darle atención especial.
Pero además, en el mismo plano nacional, el PRI trata de convencer al país de que es el promotor de una cruzada contra la corrupción, nadie les ha creído y por estas tierras menos, con la fama que se cargan nuestros ex gobernadores.
Eso no es lo peor, porque en el país, el PRI se enfrenta a su peor crisis de credibilidad con más de media docena de gobernadores y ex gobernadores prófugos, hinchados de lana mal habida y protegidos por la autoridad federal.
Todo ello con un presidente de la República cuya imagen está hecha añicos, el peor de los peores desde que se mide la popularidad. De acuerdo a la última encuesta de dos medios nacionales, Enrique Peña Nieto tiene apenas el 2.4 por ciento de aprobación.
En pocas palabras 76 de cada 100 mexicanos reprueban al presidente emanado del PRI, rechazó nunca visto para Carlos Salinas, Ernesto Zedillo, Vicente Fox o Felipe Calderón.
De hecho hablar de menos del 30 por ciento de aprobación significa que por ahí de más de la mitad de los propios priistas le ponen tache.
¿Qué presidente estatal del PRI se podría sentir cobijado con un presidente de la República tan devaluado o peor que el peso mexicano?.
Es decir que si el de Mante que quiere o quería ser o el de Victoria que agarró harto vuelo en las últimas semanas saben que no podrían contar con Los Pinos como apoyo, más bien Peña y los suyos serían un lastre más que cargar.
Obviamente la coyuntura estatal cuenta y tal vez más que la federal. El que sea dirigente estatal tricolor se encontrará con un gobernador en plena luna de miel con el pueblo que en masa lo llevó al poder y con muestras muy claras de que sabe ejercerlo; ya hablábamos de ello.
Eso implica que el sustituto de Rafa González Benavides se encontraría con un partido en bancarrota, con la novedad de que hay que pagar nómina, recibos por servicios como agua, luz y teléfono y hasta la renta (eso hasta el más inocente sabe que salía de las arcas públicas), lo que desanima a cualquiera.
Habría que agregar que no se va a encontrar al mismo PRI de por ahí de abril, porque cual ratas abandonan el barco cuando ven que comienza a hacer agua, muchos renunciaron para ‘moverle la colita’ al PAN, dispuestos a perder el decoro, al fin que dignidad pues ya no había.
El que se gane la rifa del tigre, encontrará que a finales del 2017, tendrá que organizar la elección municipal del 2018, batallará para encontrar candidatos dispuestos a meterle lana de su bolsa, porque la Tesorería estatal ya no es una ventanilla que ir a tocar.
Pero además, el próximo dirigente estatal debe saber que las masas se convencen con los amores que representan los programas sociales, las ayudas, las gestiones y hoy en el PRI están para que les den y no para repartir.
Por eso creo que podríamos tener un presidente del PRI de bajo perfil, con poco o nada que perder y cuya una encomienda sea no bajar la cortina y esperar al desgaste natural que los años le traen a cualquier régimen y que allá por el 2020 pueda soñar con la vuelta al poder.
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