Ya tenemos los pies de diciembre en el pescuezo con su caudal de ofertas atornillando nuestros sentidos… Es la pequeña felicidad efímera del rococo decembrino de comprar un regalo cada día más costoso porque estamos con el pie en el cuello y con la soga lista para apretar.
Un diciembre difícil y de alarido en un país deshojado en corrupción, donde la cadena alimenticia aprieta a los pobres.
Un diciembre peliculero, con los amagos del cambio de la presidencia norteamericana y el azote del dólar amordazado a la inflación.
Un diciembre frío, donde los buenos deseos se estrellan en una realidad cruel de estos tiempos que nos toca vivir.
Diciembre sin sueños. O más bien que nos quita el sueño y no tendremos oportunidad de soñar para mejor vivir.
Pienso en el mal sueño de los miles pobres, los niños y niñas, las carencias de sus padres repartidas en la alta corrupción de un pueblo de cuentas alegres.