Hoy, de acuerdo al calendario del cristianismo, se conmemora el Día de los Inocentes.
Nace esta fecha de un episodio tras el nacimiento de Jesús –una matanza de niños menores de dos años – del cual no existe evidencia histórica, pero quienes profesamos esa fe lo creemos a rajatabla.
Curiosamente, lo que por su origen debería ser motivo de evocación apesadumbrada, en México se ha convertido en pretexto para celebrar el engaño en tan diversas como divertidas ocasiones. “Inocente palomita, te dejaste engañar”, es la frase que culmina esta práctica popular, tras someter a alguien a esas burlas, la mayor parte de ellas intrascendentes y sin otro origen y objetivo que el embromar a amigos o a quien caiga en la trampa.
Pero la frase mencionada –te dejaste engañar– no suena divertida ni alegre en algunos casos y lo que es peor, no tiene nada que ver con la trivialidad o la ligereza. Por el contrario, tiene tintes de drama, por sucesos que no se dieron un 28 de diciembre, pero cuyos efectos terminaron como devastadoras y crueles bromas.
Y la política es, como en casi todo lo malo que sucede en nuestro alrededor, la culpable. Le ofrezco algunos ejemplos, si es que es correcta esa palabra en estos casos, de esos otros “28 de diciembre”.
Seis años atrás, en Tamaulipas, más de 675 mil tamaulipecos creyeron que Egidio Torre Cantú gobernaría como lo pensaban lo habría hecho su hermano Rodolfo, asesinado días antes de las votaciones y lo llevaron al poder. Seis años también pero después, se puso en evidencia uno de los peores timos cometidos en el Estado, al resultar engañados los 675 mil y más que confiaron en el primero. Nunca en la historia de la Entidad el “inocente palomita” se ha escuchado más en una fecha diferente a la de la celebración cristiana mencionada.
La tragedia política, social y económica de Tamaulipas no fue la primera ni mucho menos.
Tuvo antecedentes en el país que no se aprovecharon como lecciones a tiempo para no volver a ser víctimas de engaños semejantes.
Uno de los fraudes fue creer que la lengua con pies y manos que evidentemente era Vicente Fox Quezada tenía la capacidad para manejar a una nación.
Confirmó, eso sí, que era diestro para soltar majaderías y dislates, pero con él la palabra “cambio” que enarboló como lema se degradó de manera espantosa.
Quien le siguió, el también panista Felipe Calderón Hinojosa, fue otro embuste monumental y hoy, diez años después de que le propinó al país otro “diciembrazo 28” aún estamos sufriendo las consecuencias de sus excesos intestinales, de su fanatismo, de su entrega a los intereses de Estados Unidos, de su “amiguismo” aplicado en el gabinete que encabezó y de su desenfrenado alcoholismo. Vaya estafa vivida con este personaje con quien, otra vez, millones resultamos “inocentes” y cientos de miles más terminaron en panteones, brechas y pozos.
Y aún así, los mexicanos seguimos siendo un encantador y tierno modelo de ingenuidad candorosa. Cuatro años atrás más de 19 millones 200 mil mexicanos creímos –me incluyo sin rubor alguno– que Enrique Peña Nieto sería la salvación nacional del infierno que había dejado Felipe Calderón. Y otra vez, fuimos el blanco de una gran farsa con una renovada “inocentada”. Vea a su alrededor y lo comprobará.
No alcanzaría una edición completa de este periódico para enumerar y describir otros casos de “28 de diciembre” que hemos padecido y padecemos en gobiernos y en el terreno político en lo general. Prefiero en cambio, con el espíritu positivo que débil y todo trae consigo la espera de un nuevo año, exponer un anhelo:
Ojalá que nunca más estemos llorando otra vez una réplica del negro del Día de los Inocentes. Tamaulipas sigue siendo una fortaleza económica y espero, con alma y corazón, que las nuevas generaciones del poder la sepan manejar. Tres millones de tamaulipecos dependemos en gran medida de eso y seguimos sin perder la esperanza.
Desde estas líneas, les deseo a todos, sin distinción de colores, siglas, oficios, edades y géneros, un feliz 2017…
Twitter: @LABERINTOS_HOY
