El tema de la gasolina es desde hace sexenios, todos lo sabemos y lo sufrimos,
origen de una intensa polémica en lo relativo a su precio.
Sin embargo, parecía ser uno de los males menores en la economía nacional, porque a pesar de su monstruoso paso inflacionario, era una especie de medicina amarga que se toleraba porque nos la administraban en sorbitos. Una cucharadita al mes que nos provocaba un arriscamiento de nariz, pero que en los días subsecuentes se diluía en el fragor de la vida diaria y los mil problemas que padecemos.
Pero ahora no habrá piedad. De la noche a la mañana, del final del 2016 al inicio del 2017, el combustible en todos sus derivados nos hará trizas con un promedio de 20 por ciento de alza en su valor.
Tal vez para no sentir tan dolorosa la estocada al bolsillo, quiero pensar que los argumentos oficiales sobre la necesidad de ese brutal incremento tienen piso firme. Quiero pensar que como dice la voz popular, al gobierno “no le queda de otra”, porque, ignorante como soy en gran medida del escenario económico mundial, me quedo en un alarde de candidez con la creencia de que esa medida tiene sustento y hay que apechugar.
Pero lo que no acepto es que nos jueguen el dedo en la boca. Y sin lavarse las manos.
Me refiero a uno de esos argumentos, enfocado a resaltar que los mexicanos no debemos sentirnos mal tratados en esa materia, porque el precio de ese energético es casi paralelo a los que se aplican en Estados Unidos. Hasta afirman que los primos del norte pagan unos centavos más por litro.
Por favor.
¿Cómo pueden apuntar eso a su favor, con la salvaje diferencia entre lo que gana un trabajador estadounidense con lo que percibimos en las mismas escalas la inmensa mayoría de los mexicanos?
Van las cifras.
El salario mínimo federal en el vecino país, el cual algunos estados lo elevan aún más, es de 7 dólares con 25 centavos, lo cual cuantificado en pesos mexicanos, significa que un trabajador promedio gringo recibe más o menos 145 pesos. Que quede claro: POR HORA.
Si sumamos las ocho horas que forma una jornada normal, ese asalariado gana alrededor de 1,160 pesos diarios, que es el nivel más bajo al que puede aspirar, pero que se supera en muchos casos, porque en los hechos empleados de menor categoría reciben no menos de 10 dólares la hora, sin hablar de la burocracia, en donde por ejemplo un empleado de limpieza pública en el cercano ayuntamiento del Brownsville, percibe entre 12 y 15 dólares por hora. En otras palabras, quien recoge la basura en cualquier ciudad norteamericana –el último escalón hacia abajo– no deja el día por menos de 1,900 mil pesos al día y llega a percibir hasta 2,400 pesos. Uff.
¿Conoce usted en México a algún honesto empleado municipal en el departamento de limpieza pública que gane casi 60 mil pesos al mes?
Supongo que no. Es sólo un ejemplo con el cual queda claro que para ellos disponer de 5 mil pesos al mes –el 8 por ciento de su sueldo– para llenar los tanques de sus automóviles no les significa un gran sacrificio, mientras que para el mexicano que perciba no menos de dos salarios mínimos –alrededor de 200 pesos diarios– disponer de esa cantidad para gasolina sería dejar en los expendios el 80 por ciento de sus ingresos.
Y así, en esas condiciones, se atreven a decirnos que pagaremos la gasolina igual o un poco menos cara que en ese país.
Ese argumento oficial es una burla atroz y merece no sólo una trompetilla como dice Catón. Merece, con toda justicia, una mentada de madre…
La frase del día
“Haz tu pregunta, serás idiota un segundo; no la hagas, serás un idiota toda la vida…”
Albert Einstein/Físico y matemático alemán
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