CIUDAD VICTORIA, Tamaulipas.- Cuarenta y cinco policías abordo de 8 camionetas y un vehículo blindado Tiger MkII de la Secretaría de Seguridad Pública (SSP) blindan la carretera, en el tramo Nueva Ciudad Guerrero-Parás. Eulalio Garza camina para “hacer” calor. El frío le cala a Carmen y Antonia. Graciela Pérez, Vicente Hernández, Daniela y un comandante de la Policía “Fuerza Tamaulipas” organizan el segundo día de búsqueda de desaparecidos.
El jefe policiaco y Vicente se acercan al área. Los elementos abren el alambrado para que los buscadores ingresen al predio. Graciela Pérez, Eulalio Garza y Daniela entran primero.
Los hombres van al frente. La escolta recibe la orden de desplegarse en el perímetro. El mando camina con la mirada fija en el suelo de tierra anaranjada y piedras. -¡Aquí está el hueso!- dice. A un costado de una piedra grande se observa el resto óseo. Graciela Pérez toma una fotografía.
De garitas a guaridas
“Las garitas son una realidad que se difundió en toda la zona fronteriza del país a lo largo de los últimos 50 años, hoy en día se han convertido en un punto de conflicto social, de obstrucción y de daño a la vida cotidiana de las comunidades de los estados fronterizos”, dijo el entonces secretario de Hacienda, Luis Videgaray.
Era noviembre de 2013, el gobierno federal anunciaba el cierre de las estaciones aduanales.
El uno de enero de 2014, las cinco estaciones de la frontera chica de Tamaulipas cerraron definitivamente, aunque no era la primera vez. En febrero de 2010, la cruenta disputa entre bandas delictivas provocó que los empleados no abrieran durante meses. Los delincuentes ocuparon las instalaciones convirtiéndolas en retenes y guaridas.
La garita de Parás es importante para la zona por ser el paso obligado entre Nuevo León, Coahuila y Tamaulipas. Otro de los atributos es que era una de las vías de acceso a la carretera Ribereña. Semanas después de que la guerra se desató, un grupo ocupó las 3 pequeñas construcciones y las barricadas para frenar a sus rivales. En 2010, al llegar las fuerzas federales la garita quedó abandonada. A finales del año pasado, civiles encontraron una mujer ejecutada debajo de
piedras en el predio trasero de la estación.
Elementos policiacos que participaron en la recolección del cuerpo aseguran que hay más fosas. Hoy los buscadores se centran en este punto de la frontera chica tamaulipeca.
Huesos ocultos
Por radio, reportan que dos camionetas merodean por la parte trasera del punto de revisión. El superior ordena que vayan dos patrullas. Eulalio limpia la zona que rodea al hueso. Lanza una, dos, tres, cuatro, cinco piedras. Graciela se hinca al pie del hoyo, saca más piedras y coloca el resto entre las ramas de un arbusto. Carmen y Antonia se unen a la limpieza de lo que es el primer punto de la prospección.
Conforme van quitando las piedras se descubren los costados del foso y en medio está una roca. Los hombres apuran la limpieza ante la mirada de los policías.
Eulalio retira la basura que comienza a brotar debajo de la tierra. Graciela y Carmen clavan sus varillas en distintas áreas del hoyo.
Daniela se hinca para observar los bordes del foso. Eulalio maneja la pala amarilla con destreza, pero entre más limpia más botes de plástico salen a la intemperie.
Los elementos de seguridad no comprenden pero tampoco dejan de mirar la escena. Vicente entra al foso para escarbar debajo de la roca. Con la varilla abre un hueco y extrae distintos materiales; ninguno parece un resto humano o siquiera ropa. Eulalio se inquieta de no avanzar.
Pide le den espacio, se para frente a la roca, al ver que la intenta levantar dos policías se suman al esfuerzo. ¡Clack!, suena. La piedra queda a un costado del hoyo y abajo hay más plástico, bolsas de pan, envases de vidrio de cerveza. Una tarántula sale de su escondite. Daniela pide un bote para revisar la fecha de caducidad.
El equipo se rota en la limpieza del hoyo. Entre más tierra remueve, más basura sacan, abajo se observan cenizas. Eulalio da un palazo y al levantarla. -Otro hueso- advierte Carmen. Es un pedazo color crema manchado por la tierra.
La madre que hace 7 años no sabe dónde está su hijo, escarba con rapidez, descubre uno, dos, tres, cuatro trozos de restos óseos. Graciela y Daniela sacan dos palas pequeñas, especiales para escarbar en espacios pequeños. Ellas también hallan otros trozos de hueso. Con la pala grande, Eulalio recoge los restos y los coloca encima de la roca. Graciela los fotografía. -Son de animales- comenta un policía.
Carmen, Graciela y Daniela persisten en escarbar en las paredes del hoyo. Vicente advierte que no hay más restos, que se camine para detectar otro punto. El comandante de la policía se adelanta en la búsqueda. El equipo recoge las herramientas y deja cubiertos los huesos. El policía se detiene metros adelante. -Es la misma forma. Yo pienso que es otro igual. Es mucha piedra junta- menciona.
Las piedras vuelan por uno y otro lado. Diez manos limpian la superficie del segundo punto de revisión; Eulalio es el único que no usa guantes. Carmen mete la varilla para saber qué tipo de material se oculta. Antonia palea con fuerza para llegar al fondo. El fondo se repite: basura, bolsas, plástico. En cuanto se confirma el contenido del hoyo el ánimo decae. Eulalio se hinca y fija su mirada en el fondo.
Graciela aporta su experiencia en búsqueda. Desde 2012 que ha recorrido el sur de Tamaulipas para encontrar a su hija Milynali Piña Pérez, sus sobrinos José Arturo y Alexis Domínguez Pérez, Aldo de Jesús Pérez Salazar y su hermano Ignacio Pérez Rodríguez. En cuatro años y 5 meses, solamente acompañada de Vicente, ha visitado 332 ejidos y registrado 47 hallazgos de huesos, restos óseos calcinados en campos, campamentos y lugares donde hay evidencia de secuestro.
Para Carmen, Daniela, Antonia y Eulalio, su caso es un ejemplo de fuerza y entereza.
“Se han entrevistado a más de 88 detenidos. Además, como tengo derecho a revisar mi expediente vamos sacando datos de ahí porque hay información que el agente del Ministerio Público no observó. Por ejemplo, las autoridades, mientras no haya un delito en un campamento de la delincuencia organizada, como el que vimos que no había armas, droga o secuestrados, no lo consignan porque no hay un delito, pero en estos sitios podemos encontrar objetos valiosos”, asegura Pérez.
La tarde cae y los policías se inquietan. Los buscadores no dejan de caminar mirando al suelo. Se dividen en equipos para ‘peinar’ el área de 250 metros cuadrados, ubicada a la derecha de la garita. En varias zonas se detectan cuatro puntos similares: decenas de piedras juntas que cubren un hoyo repleto de basura y, en el fondo, cenizas. La incredulidad invade al grupo. En diferentes momentos exhiben su inquietud.
—¿Cuándo cerró la garita?- pregunta Daniela.
—Estos delincuentes eran ambientalistas, porque tapan bien su basura -bromea Vicente.
—Enterraron la basura por las bestias, para que no se coman la basura y se enfermen -afirma Eulalio.
—No, me parece raro que todos estén iguales -cuestiona Carmen.
—Está raro que todos (los hoyos) se parezcan -comenta el comandante.
El sol se esconde y fija el final de la búsqueda. Carmen encuentra un montón de piedras, acomodadas en forma de rectángulo al pie de un mezquite. Antonia avisa de una excavación descubierta similar. Los hombres escarban la última. Trabajan contra reloj. El sonido de la pala entrando a la tierra es continuo. Al quitar la cubierta arenosa crujen los vidrios. Cientos de botellas enterradas. -Ya quedó claro que éstos estaban preocupados por la ecología -dice mordaz Vicente.
“No es fácil explicarle a la gente lo difícil que es porque, efectivamente, pudiera haber una evidencia, como lo hicimos con la credencial de elector que allí apareció. Ya estamos tratando de localizar a la familia y hay algunos datos nuevos. Pero hacerle entender a la gente que es un campamento, que es un lugar donde secuestraban, que es un lugar donde hay fosas, que es un lugar donde ahí cocinaban, no es fácil. La gente no sabe y hasta que no vas, nada es igual que si te lo platican. Tienes que ir para saber dónde hay evidencia de secuestro, de fosas, de restos óseos en tambos, de adiestramiento o de que sólo vivían estas personas, si se les puede llamar personas”, reflexiona Graciela.
Los policías de Fuerza Tamaulipas custodian la salida de los buscadores. La silueta de la luna aparece en el horizonte. Eulalio y Antonia cuidan a Carmen. “Me siento fuerte por buscar. Sí traigo temor, pero hay que seguirle, hay que echarle ganas, si no los busca uno quién, nadie. Vamos a seguir buscando, esperemos seamos más”, dice la señora.
Piden familiares acelerar procesos
Ángel García
Alrededor de 60 familiares de personas desaparecidas protestaron en el Palacio de Gobierno para pedir a la administración estatal una respuesta en la búsqueda de sus familiares.
Los ciudadanos organizados a través del colectivo de familiares y amigos de personas desaparecidas, buscaron entregar una carta con sus exigencias al gobernador del estado, donde piden sean escuchados en sus demandas de encontrar a sus seres queridos.
El documento firmado por los integrantes de esta organización conformado por tres puntos, se exige que sean escuchados todos los colectivos de familiares con personas desaparecidas, ya que -aseguraron- éstos son sólo el 2% de la cifra total de desapariciones.
En el segundo punto, exigieron a las autoridades de la Procuraduría General de Justicia más resultados en los trabajos de localización de familiares, mientras que en el tercer punto pidieron más trabajo del instituto de Atención a Víctimas del Delito para reparar los daños.
En voz de Irma Trejo Córdova, quien tiene a una hija desaparecida desde el 2013, ya es conocido que la administración estatal anterior no trabajaba en este tema, y pide se empiecen las labores para resolver esto.
“Nosotros lo que queremos es que nos escuchen, bueno sabemos que el gobierno anterior no hacía nada, eso ya quedó en el pasado, lo que queremos es que actúen y que realicen el trabajo que les corresponde”, expresó Irma Trejo.
Ante esta situación la subsecretaria de Derechos Humanos, Gloria Elena Garza Jiménez se reunió con los familiares de las personas desaparecidas, por espacio de hora y media en las oficinas de Gobierno, donde resolvieron trabajar con los expedientes de cada uno de los casos.
“Lo importante es que trabajen por expediente, para que chequen cómo está la situación de cada expediente”, expresó Irma Trejo.
“Venimos a pedirle al gobernador que no escuche a todos porque somos muchas las familias que buscamos a nuestros familiares “ expresó.