CIUDAD VICTORIA, Tamaulipas.- Se encienden las luces, cinco personas yacen sentadas al fondo del escenario, uno irrumpe el silencio «He pasado los infiernos de Dante, desde Río Bravo hasta Madero» es un periodista que describe con dolor y el terror que se vivió y se vive en San Fernando.
Fue el primer testimonio de la obra “Las Veredas de Dante” del historiador y periodista José Ángel Solorio Martínez, dirigida magistralmente por Medardo Treviño, quien le supo dar ese toque realista e impactante a la puesta en escena que ha abarrotado teatros en la ciudad de México y que ayer se presentó en el Auditorio Alberto López del Centro Cultural.
Sobre el escenario los personajes, tan reales como cualquier tamaulipeco: una madre quien sobrevive con el dolor e incertidumbre de no saber dónde está su hijo, un periodista que no cree los infiernos que ha visto, un guatemalteco que su sueño se convirtió en sangre.
Pero sin duda lo que realmente hizo sentir a la gente identificada es el testimonio de un ex gobernador, que si es verdad nunca dijo su nombre, también lo es su reclamo por un hermano asesinado en campaña que lo descubre en el dominio público.
“Él era mi hermano menor y lo amaba, siempre le gustó la política, le decía salte de esa mierda, me decía me gusta estar cerca de la gente, igual que mi padre siempre quiso ser presidente municipal, era como hacerle un homenaje”.
Y finalmente un ciudadano estadounidense, que a pesar de sus raíces mexicanas, ha sido mandado al territorio nacional para desatar caos y sembrar lo que sería el principio de la guerra para controlar una población a base del miedo.
En el fondo una mujer está de pie, su rostro busca consuelo, es una madre que el dolor describe su mejor gesto, «Quién ganará la guerra, eso no importa la tribulada gente ya ha perdido mucho, muchísimo».
Un guatemalteco sujeta la silla de madera sobre el escenario y grita lo que fue su vida, el amor antes de decidir buscar el sueño americano y lo que sería el principio de su final. «De mis cuatro hermanos dos se fueron para los Estados Unidos y dos hicieron lo que mis padres toda su vida, crecí en los cafetales».
La mujer quien viste un saco negro y falda larga insiste, “Necesito un cuerpo para llorarle, llevo cinco años rezando todos los días y eso es mucho tiempo, desapareció en San Fernando cuando venía a Victoria, pasó un día dos días, una semana y dejé mi trabajo de profesora para dedicarme a buscarlo».
En entrevista antes de iniciar la obra, José Ángel Solorio Martínez explicó que el texto lo escribió a principios del año pasado y tardó un año para adaptarlo a la obra con ayuda de su amigo Medardo Treviño, quien apostó por ella y decidió dirigirla.