Un día como hoy pero de hace siete años nadie imaginaba que al día siguiente Tamaulipas sería cimbrado por la ejecución más célebre de las miles y miles que han ocurrido en el contexto de la guerra entre bandas criminales y de la lucha que el gobierno federal emprendió contra éstas hace ya 10 años.
Así es mis queridos boes, Rodolfo Torre Cantú se enfilaba a una victoria por demás cantada, frente a él había candidatos sólo de membrete, comparsas pues que ya habían ganado en efectivo para dejarle el paso libre, la discusión entonces no era si ganaría, sino por cuánto de diferencia lo haría y quiénes le acompañarían en su inminente mandato.
Cinco días antes de su cita con el triunfo que lo convertiría en gobernador, es decir el 28 de junio del 2010, su caravana rumbo al aeropuerto de Victoria se topó con un comando armado que terminó con todo, el candidato priista fue asesinado junto a tres de sus acompañantes, uno de ellos el ex diputado Enrique Blackmore y Tamaulipas se convulsionó entre las exequias y los jaloneos entre los grupos que intentaban imponer al sustituto, mientras su cuerpo estaba tendido y era llorado por el pueblo.
Al final se impuso Egidio Torre Cantú, casi un desconocido en la vida pública, pero que había conmovido a propios y extraños cuando junto al féretro de Rodolfo lloraba la muerte de su “hermanito”, de “Rodolfito”.
Ni su muerte lo venció, Rodolfo ganó la elección y el beneficiario fue Egidio, quien entre el duelo y la avalancha de poder que le dejó la ejecución del doctor, muy pronto pasó de ser el doliente para convertirse en el gobernador electo frío, calculador y con la espada de la venganza desenvainada blandiendo por Victoria.
Antes de que tomara posesión, ya se hablaba de que Egidio había dejado fuera a todos los ‘rodolfistas’ del gabinete que estaba por iniciar su sexenio. Un día antes se confirmaba, los incondicionales del doctor recibieron una patada y quedaron relegados.
Todavía en las primeras semanas y meses se entendía un poco el actuar de Egidio, habían matado a su hermano y sospechaba de algunos de sus cercanos.
Pero fue muy pronto que el sexenio egidista guardó para lo privado el tema de Rodolfo, un año después había indicaciones al gabinete, a la gente de comunicación, a sus amigos periodistas de evitar el tema.
De pronto el candidato ejecutado, el que aún muerto ganó la elección, quedaba fuera de los discursos y con el paso de los años y el envejecimiento del sexenio, de la exigencia airada y emotiva de justicia, los 28 de junio quedaban en una gris y poco concurrida reunión en las inmediaciones del PRI estatal que no duraban más de media hora.
El olvido institucional, el quiebre familiar entre los dolientes directos y la familia del gobernador que llegó gracias a la muerte de su hermano, hicieron el juego perfecto con el incumplimiento de la promesa de honrar la memoria de su “hermanito”.
Y es que ese 4 de julio del 2010 Tamaulipas había votado por un médico al que todo mundo le debía un favor, al que se le daba natural el acercamiento con los de abajo y que convirtió a la Secretaría de Salud en una institución de beneficencia pública, pero lo que encontró como gobernador en la imagen de Egidio fue a un tipo hosco, callado, alejado del pueblo e inoperante como gobernador.
La historia todos la conocemos, Egidio dejó a Tamaulipas con una deuda que no se pagará en los próximos 20 años, en los primeros niveles de inseguridad, balaceras, secuestros y extorsiones, con éxodos de la clase acomodada y casi el exterminio de pequeñas poblaciones que asediados por la violencia se mudaron en busca de refugio a las grandes ciudades.
Hoy, siete años después, Rodolfo Torre Cantú, su memoria al menos, sigue a la espera de justicia, esa que ni un hermano gobernador le pudo conceder, porque justicia no es sinónimo de venganza.
Justicia sobre el crimen de su hermano, no eran aquellas palabras que ante un puñado de periodistas días antes de su salida como gobernador Egidio lanzaba al aire diciendo que algunos de los que habían matado a Rodolfo ya habían sido muertos y que andaban tras de otros que pronto caerían.
En fin, mañana se cumplen 7 años del magnicidio y esta vez ni siquiera hay certeza de que haya al menos la ya tradicional gris y poco concurrida ceremonia de recuerdo en el PRI estatal.
No se sabe si a dicho lugar irá alguien de su familia o si hoy que Egidio no está en el poder, los priistas que aún se duelen del asesinato de quien debió ser gobernador, confíen más en Francisco Javier García Cabeza de Vaca para esclarecer su ejecución.
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