Más que abordar tema del relevo estatal priista, se habló de asamblea
La recomposición del gabinete, según advierto, ocurriría a la brevedad
Es necesario ponerle un alto a la CFE por tantos abusos en sus tarifas
Ayuntamientos desordenados en Nuevo Laredo, Reynosa y Matamoros
Los enviados del Comité Ejecutivo Nacional (CEN) priista nada aportaron a la reconstrucción del partido aquí en Tamaulipas, pues la consigna que quizá les dieron Enrique Ochoa Reza y Claudia Ruiz Massieu Salinas fue privilegiar acuerdos para aparentar unidad, con miras a la XXII Asamblea Nacional
Ordinaria –a celebrarse en la Ciudad de México en agosto 12–, sin compenetrarse de más en el relevo doméstico que habrá de decidirse 14 días después.
Así lo derivo porque en los encuentros desarrollados en esta ciudad, el viernes y sábado que nos anteceden, no hubo pronunciamientos de su parte que impactaran al auditorio referentes al cambio de dirigencia local, a diferencia de otros surgidos de manera espontánea, que precisamente reclamaron que no aparezcan dados cargados en el proceso relevista. Y urgieron a que se nombre delegado.
De esta forma los jerarcas del CEN le jugaron (nuevamente) el dedo en la boca a la nomenclatura local, cuyo apuro no es definir las reglas de la agenda nacional, por el momento, sino la elección estatal mediante un ensayo democrático donde se respete el voto directo y secreto, que sería la mejor fórmula para designar una dirigencia fuerte e impugnable.
Esto mismo me lleva a puntualizar que si el tricolor no logra avances sustantivos a lo largo y ancho del país es por el desinterés centralista, ya que la conducción de cualquier partido político sólo puede tener éxito cuando se ejerce un liderazgo a toda prueba.
Es decir, cuando el dirigente en turno tiene como prioridad el fortalecimiento institucional, sin anteponer intereses personales o de grupo que puedan
lesionar o fracturar al membrete en su conjunto.
El panorama
Viene a colación lo anterior porque en los últimos días algunos grupos de interés locales –y también los arraigados en el centro del país, con cuestionable presencia en la entidad, por qué no decirlo–, se han enfrascado en luchas estériles por alcanzar la presidencia del Comité Directivo Estatal (CDE), sin tomar en cuenta que su obsesiva actitud, lejos de coadyuvar al fortalecimiento de la institución, provoca hondas fisuras que de no atenderse a tiempo podrían desencadenar mayor encono y divisionismo.
Y es aquí, precisamente, donde el dirigente nacional está obligado a mostrar su sensibilidad.
Sobre todo instruyendo al nuevo dirigente estatal para que incluya en su equipo de trabajo a representantes de todos los grupos en aras de fortalecer el organismo.
Es decir, sin adelantar vísperas, debiera aprovechar a todos los priistas que anteponen la institucionalidad a la mezquindad unipersonal, aun cuando éstos no sean gente tan estrechamente ligada a él como lo serían otros.
Cohesión ineludible
La cohesión que tanto requiere el priismo estatal para enfrentar plenamente fortalecido el proceso electoral del 2018, en teoría es sencillo lograrla, pero en la práctica hay necesidad de emplearse a fondo e ir al rescate de los cuadros que hasta hoy se sienten marginados.
A ellos se les debe convencer mediante el diálogo permanente, abrirles espacios de activismo partidista e involucrarlos en un pacto político que debería sellar la gran familia revolucionaria, si acaso el interés común fuera jugarse el todo por el todo en el proceso que inicia en septiembre próximo, en que se pondrán en juego la Presidencia de la República, el Congreso de la Unión y los 43 ayuntamientos.
De otro modo se correría el riesgo de que esos inconformes sean contaminados por otros militantes cuya indefinición ideológica salta a la vista y que la oposición trate de cooptarlos con el viejo cuento de hacerlos candidatos a las posiciones que estarán en juego.
Y lo más sencillo para la dirigencia estatal, sería dejarlos marcharse.
Pero no es lo adecuado; y menos cuando hay quienes han dedicado años al partido y sólo piden se les tome en cuenta como activistas; reclaman la atención de sus dirigentes, o buscan participar abiertamente en un proceso interpartidista de selección de candidatos.
Por ahí debe empezar la tarea más importante del relevo.
Sobre todo cuando hay la necesidad de fortalecer la unidad hacia dentro (del PRI) y la competitividad electoral hacia fuera; una democracia de calidad y una política social de avanzada.
Así que, ante la clase política y toda la estructura priista, el dirigente estatal que resulte electo en agosto próximo, está obligado a reconocer que el tricolor debe variar su manera de hacer política.
Recomposición
Una recomposición del gabinete gubernamental podría darse en los días sucesivos, ante la necesidad de hacer que toda la administración pública estatal mantenga la misma frecuencia de trabajo.
Por tanto, esta esperada sacudida al árbol contemplaría la fusión de áreas y daría pie a la promoción de personajes más comprometidos con el proyecto sexenal.
Sobre todo porque no es haciendo leña del árbol caído como se podría avanzar más rápidamente en la modernización del aparato burocrático, sino viendo pa’ delante, pues, como se observan los escenarios, en lo sucesivo habrán de impulsarse obras y proyectos que por razones de distinta índole hasta hoy no han logrado consolidarse.
En fin, hay quienes dicen y aseguran que lo mejor está por venir, en el entendido que en el último tercio del primer año de su administración, Francisco Javier García Cabeza de Vaca podría echarle toda la carne al asador para cumplir todos y cada uno de sus compromisos en cuanto a obra se refiere, asistencia social, servicios y seguridad pública, entre otros.
De ahí que los cambios, relevos y nuevos nombramientos previstos en el aparato burocrático, resulte un asunto que sólo compete al Gobernador.
Y resultaría estéril la autopromoción mediática de las mujeres y los varones que buscarán ser ratificados en el cargo y de quienes ansían acceder a la esfera privilegiada, puesto que a estas alturas (así supongo) en Palacio de Gobierno ya se han estudiado perfiles, desempeños y, por supuesto, aptitudes de todos y cada uno de los funcionarios interesados en permanecer en el cargo, tanto como de los nuevos valores, a quienes debiera dárseles la
oportunidad de aplicar su conocimiento (abrevado en aulas) en el quehacer público.
Hasta la víspera, se manejó con harta insistencia la incorporación de políticos visiblemente identificados con otros grupos de interés que igual gozan de clara influencia en el Partido Acción Nacional (PAN), aquí en el terruño o allá en la Ciudad de México.
Esto refiere la disposición incluyente del mandatario para que en su régimen participen todas y cada una de las expresiones político-sociales de la entidad.
Por eso no debe extrañarnos si más adelante incorpora a individuos de otros establos políticos.
Los ansiosos
En la administración pública hay funcionarios de segundo nivel que ya se frotan las manos al suponer que, con el cambio de titulares, ellos podrían acceder a las posiciones privilegiadas.
Pero de la elucubración a la realidad, hay un mar de diferencia.
Sobre todo porque el gobernador, al seleccionar a su primera escuadra, como buen timonel estudió capacidades técnicas, intelectuales, físicas, sicológicas, de entrega y amor a la camiseta, antes de tomar la decisión de quiénes entrarían a la cancha como jugadores de tiempo completo, pero a condición de mantenerse en el terreno de juego por su alto desempeño, so pena de relevarlos.
Ese análisis lo llevó a confeccionar su escuadra titular –integrada de inicio con veteranos, arietes en todo su apogeo y nuevos valores–, y fue, precisamente, el factor determinante para que los reservas con menores aptitudes siguieran preparándose antes de reclamar una oportunidad.
Los entonces considerados crack’s, del 1 de octubre del 2016 hasta la fecha inclusive, tuvieron oportunidad de dar el estirón, pero fueron pocos los que lograron jugar a la altura de las circunstancias y seguramente por eso continuarán alineados.
No así aquéllos que aflojaron el paso y perdieron el piso.
Unos por considerar que su simple presencia en el terreno de juego basta y sobra para alcanzar el éxito.
Y otros por debilidad, inexperiencia o bajo nivel profesional.
Por fortuna Francisco Javier no es un gobernador que desatienda las jugadas de su equipo.
Y lo ha confirmado al llevar a la práctica (parte de) su advertencia, en el sentido de cambiar lo que no funciona para que su equipo ofrezca los resultados que reclama la afición (léase los tamaulipecos).
El compromiso lo asumió de cara a la población estatal, tras tomar las riendas de la administración pública.
No obstante la crítica ciudadana desde aquel día ha señalando a por lo menos media docena de virreyes que por necesidad del equipo deben ser sacados del terreno de juego.
En primera porque hay titulares que aún sudan la camiseta de otras escuadras; y en segunda por la necesidad que hay de atender las áreas que se han mostrado vulnerables en la práctica, como ocurrió en Salud, Finanzas y Desarrollo Rural.
De ahí la importancia de los cambios.
Tarifas excesivas
A lo largo de muchos años, la sociedad civil (de manera organizada) ha exigido por distintos canales que la Comisión Federal de Electricidad (CFE) reconsidere sus tarifas porque éstas son desde cualquier punto de vista un claro atentado contra la economía familiar.
Esto, cuando menos, en Ciudad Victoria.
Incluso, ha ganado la calle. Y se ha manifestado en las instalaciones de la CFE demandando un freno a tanto abuso aunque sin encontrar una respuesta favorable a su queja, porque el tabulador lo diseñan allá en el centro del país algunos burócratas insensibles como inhumanos que, por cierto, no pagan ni un centavo por el servicio que se les otorga como una prestación laboral y se carga a la cuenta de millones de consumidores de todo el país.
Cuando el presidente Enrique Peña Nieto pidió el apoyo poblacional para sacar avante la reforma energética, gran parte de la sociedad civil le tendió la
mano.
Y más los tamaulipecos –como claramente se registra en los anales periodísticos–, por lo que el señor de Los Pinos obligado está a devolver la copa.
¿Cómo? Atendiendo la solicitud de una reclasificación acertada.
Desorden urbano
La expansión demográfica de cualquier localidad trae consigo problemas que requieren ser atendidos adecuadamente, pues de lo contrario hacen crisis y rebasan el control de la autoridad.
Entre las disfunciones más comunes detectadas en las ciudades de todo el país –las que registran mayor crecimiento poblacional–, resaltan el desempleo, la inseguridad y carencia de servicios públicos adecuados, cuando menos.
Cotidianamente somos testigos de las críticas fundadas hacia la alta burocracia de parte de la ciudadanía o sus representantes, al comprobar cómo le sacan la vuelta a los problemas.
Drenaje, pavimentación, agua potable, recolección de basura, limpia de calles y avenidas, alumbrado y transporte público, son algunas de las asignaturas que siempre han estado pendientes de resolver (a plenitud), en tanto que los conglomerados crecen a ritmos vertiginosos, mientras el presupuesto se achica de un régimen a otro, y, lo que es peor, ya se hizo costumbre que el Gobierno Federal conculque a los municipios el dinero que por ley está obligado e entregar para aplicarse en distintos rubros.
Bajo este contexto se acarrean verdaderos lastres, y, con todo y la promulgación de reglamentos que tratan de regular el desarrollo urbano, las dificultades siguen al alza porque no existe una adecuada planeación estratégica mediante la cual se visualice el crecimiento de las ciudades a 20, 30 ó 50 años; y sólo se da respuesta a las contingencias.
De esta manera las autoridades continúan ceñidas a la tradición de generar grandes expectativas cuando asumen un puesto, pero terminan arguyendo 1) que no alcanza el tiempo para cumplir con sus programas de gobierno, 2) que los recursos públicos son insuficientes para cubrir el compromiso, 3) que las leyes son imprecisas y obsoletas ó 4) que simple y llanamente la Federación ha mostrado poca disposición para superar la problemática.
Así hasta la saciedad y el cinismo.
Caso estatal
Nuevo Laredo, Reynosa, Matamoros y la zona conurbada del sur en donde se involucran Tampico, Madero y Altamira –por lo que toca a esta entidad del Noreste mexicano–, son claro ejemplo del desorden urbano, pues más que ocuparse de la problemática inherente a sus cargos, los alcaldes se involucran en situaciones de carácter político.
A ello obedece que en los seis municipios la problemática se torne mayor, como cotidianamente dan cuenta los medios de comunicación masiva.
Y no es invento, pues basta abrir cualquier periódico local, ver la tv o sintonizar la radio, para confirmar la desatención de las autoridades de esas localidades, que, por cierto, tratan de disfrazarla promocionándose con inserciones periodísticas que rayan en la cursilería.
Y lo digo con pleno conocimiento de causa.
E-m@il
jusam_gg@hotmail.com




