En repetidas ocasiones se ha advertido a Margarita Zavala lo nocivo que resulta para su imagen pública y sus aspiraciones presidenciales la carga negativa de Felipe Calderón Hinojosa y no son pocos los que a menudo le aconsejan a la ex primera dama de México guardar, por ese motivo, una sana distancia con el ex presidente.
Sin embargo, ¿qué sería la señora Calderón sin su esposo?
Nada o quizá a lo sumo, una ex diputada federal, sin peso específico suficiente para aspirar a disputar el derecho a conducir las riendas de la República.
Lamentablemente para el proyecto político de la esposa de Calderón Hinojosa, el michoacano es y será su fortaleza pero al mismo tiempo su
debilidad, dos factores que, por el peso político que implican, podrían determinar el desenlace de las pretensiones de la precandidata panista al puesto de Enrique Peña Nieto.
Aunque de dientes para afuera los militantes de Acción Nacional consideran que el parentesco no influirá en el resultado de la elección del candidato presidencial del PAN, la realidad es que, tanto al interior como afuera del partido político, son innumerables los ciudadanos a los que no les parece sano que un familiar cercano de un ex mandatario llegue a posiciones de esa jerarquía.
En el caso de la señora Zavala, mucho más, ya que su precaria trayectoria en el servicio público alimenta y fortalece la idea de que si eventualmente llegara a los Pinos en el cercano 2018, no sería ella la que gobernaría a los mexicanos sino su marido o, en el menor de los casos, algunos de los integrantes distinguidos del grupo político del ex jefe de la nación.
Aunque muchos se niegan a reconocerlo, si será este sin duda un factor crucial a la hora en la que los panistas decidirán si, después del fracaso de Josefina Vázquez Mota en la sucesión presidencial del 2012 que fue enviada al tercer lugar, optaran de nueva cuenta por escoger a una mujer para tratar de sacar otra vez al PRI del gobierno federal.
Otro factor que igualmente pesará en el resultado de la decisión blanquiazul será la desconfianza que existe aún entre algunos segmentos de la sociedad, empezando por el de las propias mujeres, de que el país sea gobernado por una integrante del sexo femenino, sobre todo en circunstancias tan complicadas y riesgosas como en las que se debate México en la actualidad.
Mientras son peras o sean manzanas, en Tamaulipas Enrique Cárdenas del Avellano insiste en presionar para evitar que las decisiones del Revolucionario Institucional las tomen, como siempre ha sucedido y sucederá, las cúpulas.
Cansado de los reveses que ha sufrido ante las autoridades electorales en los meses recientes, el ex diputado ha decidido cambiar de táctica.
En lo sucesivo ya no acudirá a los tribunales, ahora conformará un Consejo Asesor integrado por la mayoría de los ex dirigentes estatales y otros priistas distinguidos del Estado, para tratar de poner orden, imagínense, en las filas del tricolor, que él sabe de antemano mucho mejor que nadie que tampoco tendrá éxito.
Al vástago del ex gobernador, hay que decirlo, igual que otros militantes del Revolucionario Institucional, parece que se les ha olvidado que, en su momento fueron beneficiarios del dedazo y las imposiciones desde arriba, ahora que las disposiciones ya no les favorecen, patalean y recurren a toda clase de maniobras para que se acuerden de ellos y los regresen a la circulación.
Otro conocido priista tamaulipeco en desgracia, Marco Antonio Bernal Gutiérrez, también ha empezado a hacer ruido, sin embargo, en vez de utilizar la crítica y la presión para llamar la atención de los jerarcas de la agrupación política, como lo está haciendo Cárdenas Del Avellano, ha preferido hacerlo institucionalmente.
Esta semana quien fuera Secretario General del CEN durante la gestión de Manlio Fabio Beltrones Rivera, se auto-destapó como aspirante a candidato tricolor a senador por Tamaulipas, de mayoría o de representación proporcional, y anunció que para buscar la postulación iniciará un recorrido por los principales municipios y distritos electorales del Estado, que ha realizado en decenas de ocasiones, dos de ellas para buscar la
candidatura de gobernador.
La primera la perdió en 1999 ante Tomás Yárrington Ruvalcaba, la segunda ante Baltasar Hinojosa Ochoa en el 2016.
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