De montaña y tierra nuestra mirada se tiende en la Sierra Madre en la hondonada de la lluvia.
Y el azul de correo de nubes esponjadas.
Es el ascenso a lo que ha llamado El Alto Tamaulipas, donde la lluvia ha descargado las visiones inéditas de un paisaje hasta ahora no descubierto por nuestros pintores, pero sí cantado por los poetas y cantores.
Es Tula, el tesoro de la Sierra Madre donde los caminos
tocan al cielo y desbordan a la lluvia que baña su legendaria arquitectura. La iglesia pasea sus campanas por el viento esperando.
La olvidada Cruz de Sebastián.
Vaivenes en las callecitas empedradas al abrazo de las casonas y el color recobrado por la magia. Ahora Tula atrae
la atención de propios y extraños. Es la recuperación del tiempo que corre en el Arroyo Loco convertido en senda encantada.
Los políticos, esos que se abusan de las circunstancias del poder en turno han acaparado los mejores espacios para el negocio.
Tula es el color del garambullo y la pitaya que ondea a nuestros labios en los helados. Asistimos a la exposición de fotografía de Amparito González Berumen. La acompañan los huapangueros, verseros y trovadores de Tamaulipas, Veracruz, y San Luis Potosí.
Una personalidad como Amparo González Berumen, arropada por sus amigos y admiradores como yo.
Brilló en estos 400 Años, la ausencia del Alcalde tulteco, que no se dignó de enviar un saludo a tan ilustre visitante.
Me refiero en esta exposición a la cual asistí. ¡Qué lindo es Tula!




