15 diciembre, 2025

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Del molino a la mesa… una tradición

Desde hace 55 años mantienen viva la tradición del molino de nixtamal; el noble oficio se heredó y ha forjado hijos profesionistas y atiende a los victorenses que temprano van por la masa para preparar los antojitos tradicionales de la región

CIUDAD VICTORIA, Tamaulipas.- La tradición de comprar nixtamal sigue viva en Ciudad Victoria y el molino de “Don Lencho” a cargo de la familia Torres Ibarra, lo confirma con 55 años de servicio al cliente.

Es una tradición familiar que nació con el deseo de progresar del señor Lorenzo Torres Aguilar y su esposa, la señora Felipa Ibarra Esperigueta, quienes decidieron dejar su hogar en el ejido 5 de Mayo, del municipio de Jaumave, y llegar a la capital junto con sus 11 hijos, con el principal objetivo de brindarles la oportunidad de estudiar una carrera profesional.

“Se vinieron para acá para sacarnos adelante y a todos nos dieron profesión, nueve somos maestros, una es abogada y otro ingeniero agrónomo. Además nos dejaron el hábito del trabajo, porque desde niños aprendimos a acarrear el nixtamal en cubetas, ir a comprar la leña y el maíz, porque antes el nixtamal se cocía con leña, eso nos sirvió de formación porque mis papás nos inculcaron el trabajo”, relató Lorenzo Torres Ibarra, encargado del molino y maestro de profesión.

Molino de Nixtamal “Don Lencho” abrió sus puertas el primero de julio de 1962 en el Cero Matamoros, luego se llevan el negocio al Siete y Cero entre Morelos e Hidalgo y desde hace 19 años lo ubicaron en su actual domicilio en el Doble Cero Morelos, donde abren de 5:00 a 12:30 horas y brindan servicio todos los días del año, excepto 25 de diciembre y primero de enero.

“Mi papá se lo llevó para allá (Siete y Cero entre Morelos e Hidalgo) porque estaba el auge de la gente rural que venían al corte del henequén, y en aquella zona se empezó a poblar, por eso trasladaron el molino”, platicó el señor Lorenzo.

El último y actual cambio de domicilio se dio justo después del deceso del patriarca de la familia, el señor Lorenzo Torres Aguilar, quien cumplirá 20 años de fallecido el próximo 17 de noviembre.

“A raíz de que murió mi papá se lo trajeron para acá el molino, aquí vamos a cumplir 19 años, como mi mamá quedó sola, lo trajo para estar pendiente del negocio. Ella va a cumplir nueve años que falleció el próximo siete de agosto. De ahí nos hicimos cargo mis hermanos y yo”, comentó.

Y es que conservar esta tradición no es tarea fácil, hay que madrugar, don Lorenzo se levanta todos los días a las 4:00 de la mañana, para ya tener surtidas las bolsas de los clientes a las 5:00 de la mañana, desde esa hora empiezan a cocer el maíz que les traen de San Luis Potosí, para luego dejarlo enfriar durante 24 horas.

“Aquí (Tamaulipas) se escasea porque el mercado lo acapara Liconsa y como en San Luis (Potosí) no tienen compromiso con el gobierno pues le sacan un peso más y nos lo venden a nosotros”, apuntó.

El molino con el que trabajan la masa data del año de 1920, funciona con un motor de 1964 y don Lorenzo se encarga de darle mantenimiento. También ocupan piedras volcánicas, que compran en Puebla, cada una tiene un tiempo de vida aproximado de diez años y puestas hay que cambiarlas cada mes y se les dan mantenimiento con la picadera para que vuelvan a quedar porosas.

“La máquina la rescatamos, era de una tía que tenía un molino en el 11 Guerrero, estamos bien preparados, tenemos el motor original jalando y uno extra, que es con el está trabajando ahorita. Cuando las piedras ya están lisas hay que cambiarlas porque si no la masa queda chiclosa, no queda en su punto”, explicó don Lorenzo.

El molino “Don Lencho” no es el único que sobrevive, pero sí es de los más tradicionales, por eso la familia Torres Ibarra no deja caer éste noble oficio, que los
llena de orgullo y que ahora heredan a los nietos.

Reconocen como familia que la verdadera diferencia entre la competencia y ellos es el servicio que le brindan a sus clientes.

“Para mí las más satisfacciones que me ha dado este trabajo es que de aquí he sacado adelante a mi familia, tengo dos hijos profesionistas, mi casa, estoy muy orgulloso de este oficio y también de profesión como maestro, ya tengo 30 años en el magisterio”, externó.

El molino aún fotografía las costumbres y creencias del trabajo que tantas satisfacciones ha dado a la familia Torres Ibarra, uno de ellos es el fervor a San Francisco de Asís.

“Mi papá tenía la costumbre porque como él era campesino levantaba la cosecha y después de que la vendían se iban a Real de 14 a dar gracias a San Francisco de Asís porque les había ido bien en la cosecha, esa era la tradición y aquí la seguimos teniendo con su imagen”, relató.

Y así la tradición del molino de nixtamal continúa vigente no sólo para la familia Torres Ibarra, quienes rinden honor a sus padres con éste noble oficio, sino también para los victorenses que aún siguen comprando su masa bien temprano para preparar a sus familias los tamales, gorditas, tortillas, etc… sabores muy mexicanos.

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