Hay de cuentas a cuentas, las que hace José Antonio Meade, cuasi candidato del PRI a la presidencia de la República sobre el estado que guarda la inseguridad en el país son para ponerle orejas de burro por no mentarle lo que muchos debemos estar pensando.
Así es mis queridos boes, el ex Secretario de Hacienda y antes de Desarrollo Social y ex Canciller, ayer salió con el cuento de que según sus cuentas, cuatro de los cinco estados donde ha crecido la violencia están gobernados por mandatarios no priistas; es decir pertenecen a algún partido del Frente que forman PAN, PRD y MC.
No lo dijo con todas sus letras, porque Meade es medio tibio, pero seguro hacia alusión a Tamaulipas, Veracruz, Chihuahua y podría ser Nuevo León.
Tres con gobernadores panistas, uno con un independiente bajo licencia. Francisco Javier García Cabeza de Vaca, Miguel Ángel Yunes, Javier Corral y Jaime Rodríguez Calderón.
“De los cinco estados donde más ha crecido la violencia, cuatro están gobernados por quienes integran el Frente; de los cinco estados donde menos ha crecido la violencia, de hecho donde ha caído, en cuatro está gobernando el PRI”, así lo dijo.
Lo que le faltó a las cuentas de Meade fue decir que salvo El Bronco de Nuevo León, los tres panistas llevan apenas más de un año gobernando, lo que en términos reales no los haría culpables o no del todo de la situación de inseguridad que priva en sus estados.
Pero el detalle más grave que olvidó Meade fue que las cuatro entidades fueron antes gobernadas por priistas, pero no por simples priistas, sino por verdaderas fichitas tricolores.
Por acá en Tamaulipas la víbora de la inseguridad está chillando desde los tiempos de Tomás Yarrington Ruvalcaba, prófugo por varios años y hoy detenido en Italia con destino en el mediano plazo a Estados Unidos donde le acusan de muchas cosas, entre ellas de nexos con quienes provocaron el estallido de violencia por estas tierras.
Le siguió Eugenio Hernández Flores, desde hace poco menos de tres meses recluido en el Penal de Victoria y hace más de un año el último priísta Egidio Torre Cantú salió con más pena que gloria de su sexenio para refugiarse en San Pedro, Nuevo León.
A Veracruz lo gobernaba la viva imagen de la corrupción, Javier Duarte, que se llevó todo lo que estuvo a su vista, que dejó crecer a los grupos criminales a diestra y siniestra, pero antes estuvo ahí Fidel Herrera del que los gringos cuentan historias de nexos nada presumibles.
En Chihuahua gobernó antes de que llegara Corral, el otro Duarte, César, igual prófugo de la justicia y hoy hasta sospechoso de la muerte de periodistas.
Por Nuevo León antes estuvo Rodrigo Medina, en cuyo gobierno floreció la violencia que le heredó su compañero priísta Natividad González Parás.
El tema es que por si fuera poco, para tachar las cuentas de Meade, habría que decir que los responsables directos, porque lo ordena el Código Penal Federal, es la Federación; es decir el presidente Enrique Peña Nieto a través de las policías federales, la PGR y Gobernación de Miguel Ángel Osorio Chong.
Por eso la descalificación de Meade termina por descalificar al gobierno del que sale en busca de la presidencia. Escupe hacia arriba porque como titular de SEDESOL federal se suponía que su tarea era aplicar programas que reconstruyeran el tejido social, eso era lo que repetía en sus discursos, en eso quedó, en discursos.
Obviamente en las cuentas de Meade no van a estar los miles de millones de pesos que se robaron la media docena de gobernadores priistas que están bajo sospecha, presos o prófugos y que dejaron en bancarrota a igual número de Entidades. Son tiempos de campaña y lo ideal es que tengamos todos toda la información necesaria para escoger entre los que quieren suceder a Peña Nieto al mejor o al menos peor, pero si nos quedamos solo con la versión que nos repiten hasta la locura y los periódicos nacionales mejor pagados por el régimen priísta no vamos a elegir bien.
Échenle un vistazo analítico a los noticieros de Televisa y TvAzteca y se van a dar cuenta que los boletines de Meade, disfrazados de notas informativas duran lo doble o más que los que pasan de Ricardo Anaya y de Andrés Manuel López Obrador.
A estos últimos cuando les dedican más tiempo es para criticarlos, ridiculizarlos, mientras que todo lo que hace el del PRI es prácticamente aplaudido por los presentadores.
Pero con todo y eso, la campaña del tricolor no levanta, el desánimo se ha comenzado a apoderar de los operadores priistas, porque el candidato se oye tímido, guango, como el que antes tuvieron en Tamaulipas pues, por lo que ya huelen la derrota a menos que suceda un milagro o un fraude.
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