En la sucesión presidencial del 2000 los ciudadanos salieron a votar en masa contra el PRI, pero no porque la opción de Vicente Fox Quesada fuera la quinta maravilla ni el empresario de la cocacola un líder arrastra multitudes, estaban hartos de más de más de siete décadas de priismo y querían saber que significaría que el país fuese gobernado por un partido político distinto.
El abanderado panista resultó un fiasco, igual que la propuesta del cambio fallido que enarboló a lo largo de la campaña electoral, pero sirvió para que los mexicanos comprobaran que el representante de Acción Nacional no era precisamente lo que esperaban.
El combate a la corrupción, una de las principales demandas que la sociedad le planteó al panista durante sus recorridos proselitistas, fue nula.
Realizó algunas escaramuzas contra el jerarca petrolero Carlos Romero Deschamps, pero de ahí no pasó. Ni siquiera se tomó la molestia de poner un alto a los desmanes de sus familiares.
El sucesor del vaquero de San Cristóbal, Felipe Calderón Hinojosa, tampoco convenció. Las corruptelas y la impunidad continuaron como en la época tricolor.
Desesperado porque el tiempo transcurría y no había procesado no solo a ningún pez gordo, como exigían los mexicanos, sino siquiera a un charalillo de arroyo pueblerino, que demostrara que había hecho algo contra los políticos transas y ratas, como esperaba la sociedad, hizo el ridículo.
En vez de enviar a la cárcel a algunos de los cientos de ex presidentes, ex gobernadores y dirigentes sindicales deshonestos que se han enriquecido, unos a costa del erario, otros de las cuotas de sus agremiados, el 26 de mayo del 2009 mandó al ejército y a la policía federal a Michoacán detener a 11 alcaldes, 16 funcionarios administrativos, así como a un juez y a varios policías del gobierno del Estado encabezado por Leonel Godoy.
Los acusaban de tener vínculos con el crimen organizado, sin embargo, todos fueron puestos en libertad por falta de pruebas.
Como consecuencia, si los regímenes priistas tardaron 70 años para provocar el hartazgo social, para repudiar a los del PAN fueron suficientes dos sexenios.
Perdida la esperanza de que el principal partido político de oposición cambiara el rumbo de México, en el 2012, el PRI regresó a los Pinos, pero únicamente para que la ciudadanía comprobara que el lema del llamado Nuevo PRI, no fue más que un señuelo de campaña, una engañifa publicitaria.
Esa fue la razón esta vez por la que en sólo cinco la gente en la calle se haya vuelto otra vez contra el Revolucionario Institucional. Quizá, si las reformas constitucionales hubieran aportado los beneficios populares que las autoridades prometieron cuando las aprobaron, las cosas serían distintas.
Lamentablemente, ha sucedido lo contrario.
Los combustibles se encarecieron a pesar de la reforma energética, la venta de plazas magisteriales sigue la orden del día, no obstante la reforma educativa, así como el TLCAN aniquilo la cadena productiva y al sector campesino, la reforma laboral acabó con las conquistas y prestaciones básicas de la clase trabajadora y la fiscal le ha echado encima al gobierno a los empresarios.
He ahí la verdadera causa de que el precandidato presidencial José Antonio Meade no entusiasma a las multitudes, ni siquiera a las de los acarreados por el partido al que representa.
Lo mismo habría ocurrido si el elegido hubiera sido el Secretario de Educación, Aurelio Nuño Mayer, o el de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong.
Es igualmente una de las razones por las que AMLO tiene tantos seguidores y también porque, así como los votantes acudieron a las urnas el año 200 para llevar a la presidencia al primer candidato del PAN, ahora quieren conocer como gobernaría a la nación el tabasqueño, comprobar si, como aseguran sus detractores y adversarios políticos, Andrés Manuel López Obrador gobernará como los del PRI o será también un fracaso, como los del PAN.
Si ese es realmente el sentir mayoritario de la población, significaría que, finalmente, después de 88 años de haber surgido a la vida pública como una opción de gobierno, primero en 1929 como PNR, luego en 1938 como PRM y más tarde en 1946 como PRI, este es una opción agotada que ya no da para más.
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