11 diciembre, 2025

11 diciembre, 2025

Un hombre de Fe

Sus pasos van forjando la encomienda que Dios mismo le ha delegado, sin embargo, el ser humano detrás de esa misión es un hombre con carácter, disciplina y un sentido del humor admirables

CIUDAD VICTORIA, Tamaulipas.- Por las calles de Ciudad Victoria se puede uno topar con personas de todo tipo. Desconocidos, vecinos, parientes y hasta acreedores. Gente buena, gente mala y caras nuevas “recién desempacadas” en la capital del estado.

Encuentra uno también personas públicas, de esas que todo mundo sabe quiénes son, a qué se dedican y que uno suele admirar.

Por la banqueta camina una de esas personas públicas. De andar tranquilo, pero firme, con la mirada en alto y una sonrisa para quienes se cruzan en su trayecto. Una jovencita corre dando de zapatazos para alcanzarlo. “¡Quiero una foto con usted!” le dice.

Él accede y ¡zas! La clásica selfie. Ella agradece el gesto, sonríe y se despide. El protagonista de esta estampa no es un actor de televisión, ni un futbolista profesional y mucho menos un político de alto rango.

Su nombre es Antonio, pero todo mundo lo conoce como el Obispo de la Diócesis de Ciudad Victoria.

El Caminante traza su andar paralelo con el hombre que es cabeza y pastor principal de la iglesia católica en esta región en nombre de Jesucristo.

Entre sus obligaciones principales está el coordinar a los sacerdotes, motivarlos, apoyarlos y guiarlos.

En el argot diocesano el obispo debe de ser padre y amigo para los sacerdotes pues son sus principales e insustituibles colaboradores.

Dentro de este ambiente el obispo tiene la responsabilidad de rotar los sacerdotes a las diferentes parroquias.

También cuando es necesario en la extensión de la urbe debe velar por erigir nuevas parroquias. “Victoria como ciudad está creciendo mucho y se está pensando en la necesidad de nuevas parroquias y por consiguiente nuevos sacerdotes” explica.

En Tamaulipas hay cuatro diócesis: Tampico, Victoria, Nuevo Laredo y Matamoros.

En esta ciudad está la sede del obispo pero la diócesis abarca 19 municipios: Tula, Bustamante, Jaumave, Maquihuana, Palmillas, Jiménez, San Carlos, Burgos que atiende Cruillas, Soto la Marina, Abasolo, Nuevo Padilla, Hidalgo, Villagrán, que atiende a Mainero, Güémez, Llera de Canales y Villa de Casas

Antonio González Sánchez nació en la sierra de Nayarit, pero se considera tijuanense pues sus padres emigraron a esa ciudad cuando él tenía poco más de siete años de edad.

Afirma que no podría precisar en qué momento le nació el deseo de ser sacerdote.

“Desde muy chico en el pueblo donde nací me llamaba mucho la atención la figura del sacerdote pues antiguamente a todos lados andaban con sotana”, comenta.

“En Tijuana pasó lo mismo, me llamó mucho la atención verlo celebrando misa y oírlo predicar”.

A todo esto hay que agregarle que nació en el seno de una familia enteramente católica. “Mis padres, muy humildes los dos, él, campesino de toda la vida y mi madre una mujer de hogar ‘de las de antes’ sin preparación académica pero con una fe que ya la quisiera yo para los domingos” dice el obispo y ríe nostálgico.

El menor de tres hermanos (él varón y dos mujeres) iba a la escuela por la tarde y en las mañanas acudía con su madre a misa cada que había oportunidad.

Todo esto fue haciendo que su interés hacia el sacerdocio creciera.

Cuando terminó la primaria, el adolescente Antonio ya estaba inscrito en la secundaria en el mismo colegio.

Pero Dios tenía una sorpresa reservada para esas vacaciones.

En aquel tiempo en Tijuana a nivel iglesia se impartía la “Escuela de Verano”: 15 días en que religiosas les daban catecismo sobre un tema. Ese año la ponencia fue sobre los sacramentos.

“Cuando se llegó al tema del orden sacerdotal la religiosa que lo impartió pues ‘le echó mucha crema a sus tacos’. Al acabar la clase le dije a la religiosa ‘me llama la atención y me atrae la vida de sacerdote’”.

La monja le sugirió ir a ver al encargado del seminario, previa consulta con su madre.

“No me pusieron trabas ni peros solo me dieron una hoja tamaño oficio con lo que debería llevar en el morral al ingresar” relata.

Después de esto, Antonio habló con sus padres y aun siendo un niño les dijo con denuedo: “Voy a ser sacerdote”.

Su papá lo único que le dijo fue: piénsalo bien.

Un mes después y a los trece años de edad ya estaba en el seminario… aunque para entonces no tenía una idea completa de lo que se estaba embarcando.

En ese entonces compartía clases con alrededor de 120 seminaristas. “Pobres de los que nos cuidaban y luego sin salir… una vez por semana íbamos a jugar futbol a un campo lejano para desahogar las energías”, dice sonriendo.

Con el tiempo fue creciendo así como sus áreas de estudios. Varios compañeros claudicaron a los seis meses, otros al año incluso unos que ya iban adelantados.

Pasa el tiempo y Antonio de entonces 20 años reflexionaba “Ah caray esto como que va en serio… ¿deberas será esto lo que yo quiero? ¿está aquí la realización de mi vida?”
Todavía cuando faltaba un año para terminar traía “la maquinita de pensar” dándole vuelo a esa cuestión.

“Pero finalmente aquí estoy a 44 años de ordenarme sacerdote y 22 de obispo” celebra contento.

Al ser nombrado Obispo, el cambio al mudarse de Tijuana a Victoria fue muy radical en su experiencia.

“No es lo mismo el noroeste que el noreste, pero me acostumbré pronto a Tamaulipas… el calor obviamente al principio lo resentí, en Tijuana el clima es muy agradable, refresca por las tardes porque esta a la orilla del mar”.

“Algo muy curioso sucedió en los primeros años que llegué: a mucha gente se le hacía raro verme en el supermercado” recuerda.

“Usted debería avisar cuando entra a un lugar, me decían y les contestaba ¡pues ni que yo fuera qué o qué!…, pero pues me reconocen y generalmente los atiendo sin ningún problema”.

El Obispo se levanta desde muy temprano y Gracias a Dios sus días no son tan repetitivos.

Regularmente se le puede hallar en la oficina atendiendo a la gente en horario de 10 a 1 pero también sale a todas las parroquias de la diócesis.

Aunque es un hombre de fe, confiesa que su zona de trabajo está en un área castigada por la inseguridad.

“Mucha gente me pregunta que si sigo saliendo y sí, lo que es cierto es que casi no viajo de noche, pues aunque tengo mucha fe, pues también hay que ayudarle a Dios”.

En algunas ocasiones también lo invitan a dar un tema alguna cosa en algún grupo parroquial, ejido o poblado. Acude a la escuela de catequistas donde da clases una vez por semana.

En su casa también trabaja, pues es donde debe preparar sus pláticas o ponencias: lee, documentar sus temas, estudia y procura estar informado de lo que pasa, ve los noticieros más no maneja redes sociales.

En sus breves ratos libres le gusta la música “tengo debilidad por los libros y también por los discos” confiesa.

Le gusta la música dependiendo del momento y lugar donde se encuentre.

En lo solitario suele escuchar principalmente música clásica y melodías románticas de tríos. Para otros momentos, la festiva música de mariachi.

Es fiel simpatizante de las Chivas Rayadas del Guadalajara y procura hacer un poco de caminata cuando el clima lo permite.

A veces tiene salidas a asambleas episcopales o plenarias en el estado de México donde acuden todos los obispos, o en la arquidiócesis de Monterrey que esta conformada por 18
provincias eclesiásticas: Tampico, Victoria, Matamoros, Nuevo Laredo, Linares, Saltillo y Piedras Negras entre otras

El obispo no tiene mascotas porque aunque ama profundamente a los “hermanitos animales” no le sobra mucho tiempo para atenderlos.

Las tareas propias de su encomienda deben continuar y el Caminante agradece al Obispo pues aparte de atenderlo en su oficina, le abrió muy cordialmente las puertas de su casa. Don Antonio González Sánchez despide al Caminante con una sonrisa llena de paz. Más Patas de perro como esta.

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