Estados Unidos.- Tras el golpe militar, llega el diplomático. Estados Unidos y sus aliados se proponen lanzar esta semana una ofensiva en los organismos internacionales para arrinconar a Siria y a su gran padrino, Rusia. En un movimiento concertado, Washington, Londres y París quieren fortalecer las conversaciones del alicaído proceso de Ginebra, ampliar sanciones y abrir una investigación de largo aliento sobre el uso y almacenamiento de armas químicas por el régimen de Bachar El Asad. El Consejo de Seguridad de la ONU, Bruselas y la Liga Árabe son los enclaves desde los que se pretende activar este nuevo frente.
La victoria sabe a poco a los aliados. El ataque quirúrgico lanzado en la madrugada del sábado sobre objetivos sirios en represalia por el uso de armas químicas en Duma ha dado nuevos bríos a una vía que se daba por agotada. En los últimos meses, Rusia se ha empleado a fondo para amparar a su ahijado sirio. Tres veces ha bloqueado la renovación del mandato del mecanismo creado por la ONU para investigar el uso de gas por Damasco. Moscú ofrece como alternativa que las pesquisas las conduzca una organización independiente. El problema, según fuentes diplomáticas occidentales, es que la propuesta rusa se limita a exigir que se concluya si se utilizaron o no armas químicas, pero evita que se establezca la autoría. Justo el elemento que Occidente quiere que se aclare.
The Syrian raid was so perfectly carried out, with such precision, that the only way the Fake News Media could demean was by my use of the term “Mission Accomplished.” I knew they would seize on this but felt it is such a great Military term, it should be brought back. Use often!
— Donald J. Trump (@realDonaldTrump) 15 de abril de 2018
Para Estados Unidos la responsabilidad siria está fuera de duda. En los documentos distribuidos por la Casa Blanca durante la operación del sábado se establece que el régimen de Bachar El Asad ha lanzado 30 veces armas químicas contra la población civil en el último año. La última fue precisamente el 7 de abril en la localidad rebelde de Duma, en las afueras de Damasco. En esta agresión, que ha sido el detonante de la intervención militar aliada, las tropas de El Asad usaron, según la versión de Washington, “gas cloro y otro agente nervioso”, presumiblemente gas sarín. El resultado fueron al menos 40 muertos y centenares de heridos.
Estados Unidos dice contar con informes de inteligencia, relatos de víctimas y médicos, así como fotografías que lo demuestran. En los medios norteamericanos, además, se ha filtrado que el Pentágono dispone de muestras de sangre de afectados que revelan el uso de agentes prohibidos.
Bajo estas coordenadas, la Casa Blanca quiere ahora dar otro paso en su estrategia. Uno de los foros elegidos es el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Allí se discutirá este lunes una propuesta de los aliados para que Siria elimine su arsenal químico, una promesa que Siria y Rusia efectuaron en 2013 cuando EEUU planeaba un ataque de castigo y que nunca se cumplió.
Otros puntales de la ofensiva diplomática son la creación de una comisión que determine la autoría del ataque de Duma así como la petición a la Organización para la Prohibición de Armas Químicas (OPAQ), que ahora mismo investiga los hechos sobre el terreno, para que en 30 días determine qué oculta Siria en sus silos. Este movimiento se pretende que sea reforzado con una declaración de los ministros europeos de exteriores reunidos el lunes en Bruselas y otra de la Liga Árabe. Estados Unidos, por su parte, lanzará un nuevo paquete de sanciones económicas contra empresas rusas que han participado supuestamente en la creación del arsenal sirio.
Las posibilidades de éxito de las diferentes iniciativas son complejas. Después de siete años de guerra civil, medio millón de muertos y 10 millones de desplazados, la resolución del conflicto sirio es vista como una misión imposible por muchos diplomáticos. La ofensiva, sin embargo, más que un final de hostilidades lo que busca es afianzar en términos diplomáticos el éxito de la operación militar y advertir a Bachar El Asad y Vladímir Putin de la erosión de su narrativa bélica.
En este punto, Estados Unidos juega una dobla baraja. Por un lado, el presidente Donald Trump ha manifestado su deseo de retirada de Siria, y por otro, ha intervenido militarmente ya dos veces en un año. Con 2.000 soldados sobre el terreno y casi cumplida la misión de doblegar en el territorio al ISIS, la estrategia estadounidense se encamina a una salida progresiva pero con un régimen sirio domesticado, que acepte las reglas de juego internacionales y que no caiga en manos de Irán. “Nuestro objetivo es que las tropas estadounidenses regresen a casa, pero no vamos a irnos hasta que no sepamos que hemos logrado nuestra misión”, afirmó la embajadora estadounidense en la ONU, Nikki Haley. Entre tanto, EEUU seguirá, como dijo su legada, con las armas “cargadas y listas”.