Amaneció el día melancólico.
Quizás el frío contribuye a exhalar la nostalgia.
Hoy en día, las ciudades son agresivas e impersonales.
Donde estoy, no es la excepción.
Me hace extrañar la simpleza del rincón donde nací.
Pero me ubico pronto al reconocer que ya está igual o peor a esta enorme ciudad.
Atribuyo mi tristeza a la falta de proximidad con la gente que amo.
Pero bueno, pienso que saliendo el sol y con escuchar el bullicio de la gente se me va a alumbrar el alma.
Deseo entender el cambio atroz de la humanidad porque mi cerebro no comprende la capacidad de hacernos tanto daño.
Eso también me entristece.
Y lo más grave, es que siento que todo va a empeorar, en tanto la compasión abandona al género humano.
Sí, me lastima la insensibilidad de todos hacia todos.
Me canso tratando de ubicar cuando fue el quiebre, donde nos perdimos.
Razono que la asimilación de los valores hacia lo material nos causó un gran daño.
Aun así, conservo la esperanza de que podamos hacer algo para rescatarnos de nosotros mismos.
Me duelen los tres muchachos asesinados por un demente.
Me lacera el sufrimiento de sus familias.
Dentro de mí, surge la inquietante pregunta del por qué y para qué.
No hay respuesta.
Eso es lo que más da pena.
Le pido al Creador que los tenga a su lado.
No puedo más, porque estoy limitado.
Si, deseo en verdad que descansen en paz.
Eso provocó el derrumbe dentro de mí.
Al rato saldré y veré al mundo de nuevo.
Lo tendré que hacer para poder sobrevivir.
Aunque sólo sea momentáneo.
En verdad me pesa la agresividad que nos rodea.
Voy a sonreír y tratar de llenarme de energía de la buena y ver a la humanidad, distinta.
A menos, yo seré distinto.
Quizá eso influya en el retorno hacia la gente sencilla que éramos antes de ser invadidos por la tecnología.
Sí, me convenzo que hay que ser distintos.