7 diciembre, 2025

7 diciembre, 2025

Con la unidad de traslados

Ya sea con las manos al volante o en estetoscopio, estos guardianes son responsables de la vida de alguien, sin embargo pocas personas saben de ellos… hasta que les toca ir en la ambulancia

CIUDAD VICTORIA, Tamaulipas.- “Al menos tenemos salud” reza el consuelo popular ante las adversidades de la vida. Sin embargo este último tesoro muchas veces se ve disminuido en los vaivenes de la existencia. Y es en este momento en que quedamos en las manos de aquellos que de una manera u otra cuidan de nosotros y con su esfuerzo nos ayudan y nos proveen lo necesario para regresarnos al bienestar.

Pero cuando la situación se complica y es necesario salir de la ciudad para encontrar un servicio especializado, no son las enfermeras ni los médicos quienes tienen la responsabilidad de auxiliarnos.

Es ahí donde la unidad de traslados de instituciones como el IMSS le entran al quite.

Ciudad Victoria, como capital del estado alberga a muchas dependencias de gobierno que administran diversas actividades como la ganadería, la vivienda y la educación, sin embargo en cuestiones de salud hay un submundo que pocos conocen y que presentan graves deficiencias.

La atención médica se encuentra agrupada en tres niveles: primero, segundo y tercero.

En el primer nivel se atiende a la población para la prevención de enfermedades, medicina general, además de poseer aparatos de menor complejidad en centros como sanatorios, dispensarios o ambulatorios, y atienden necesidades como la odontología, consultas generales, ginecología, atención de urgencias medianas, laboratorio, y partos no complejos, entre otros.

En el segundo nivel la complejidad es media, algunos serán especialistas y están preparados para atender cualquier emergencia específicamente como cirugías y diversos procedimientos específicos que no representen complicaciones graves.

El tercer nivel comprende las instituciones de salud equipadas con alta complejidad para la atención de problemas que requieren mayor tecnología y mayor aparatología. Estos centros cuentan con salas de internación, cirugía, clínica médica, especialidades quirúrgicas específicas; (traumatología, neurocirugía, cirugía cardiovascular, y otras) además de infraestructura para la realización de estudios complementarios más complejos; unidad de terapia intensiva, unidades
coronarias etc.

Pues bien, Victoria a pesar de ser la ciudad capital no posee centros de salud públicos con atención de tercer nivel, por lo cual al presentarse una complicación es necesario trasladar al paciente a otra localidad donde sí la haya. Para empeorar el panorama, cuenta con solo dos ambulancias únicamente para llevar a cabo esta labor. (En el sur de la entidad hay alrededor de una decena y Mante siendo un municipio pequeño tiene cinco).

Es aquí donde el Caminante encontró a esos héroes que literalmente, llueve, truene o relampaguée están al pie del cañón, el técnico en urgencias médicas y un chofer desafían al dios cronos (al tiempo pues, para la raza) y a las inclemencias del clima, así como al monstruo de la inseguridad y a las horribles condiciones de la carretera, para trasladar a pacientes en necesidad de atención de mayor nivel, a lugares como Ciudad Madero o Monterrey para ser auxiliados.

De entrada, deben lidiar con la urgencia y el cuidado apropiado tanto del paciente como de su familiar, que por obvias razones se encuentra angustiado o preocupado. Hay necesidad de establecer una comunicación franca y a la vez comprensiva… ponerse en los zapatos de quien amerita el traslado.
Luego viene lo duro: el camino.

Es aquí donde la atención es hacia arriba: a los mandos directivos o administrativos que en su lejano escritorio han olvidado renovar las condiciones físicas de las ambulancias.

Marco es uno de los técnicos que acompañan al chofer de la unidad en su riesgosa jornada. Su capacidad de sobrellevar el estrés en tan delicada labor ha aumentado con el correr de los años.

De mirada cansada pero sonrisa sincera, relata lo que tanto él, como varios de sus compañeros han tenido que sortear con para realizar su trabajo.

Pero no son las situaciones adversas del camino lo primero que salta en la conversación con el Caminante, sino las deficientes condiciones en que la alta burocracia los ha obligado a chambear.

Y no es para menos si las llantas de la ambulancias deben ser cambiadas (según el manual de operaciones) cada 40 mil kilómetros de uso…. Algunas ya acumulan 160 mil más lo que se le sume… hasta que un divino dedo tenga a bien autorizar su cambio de un teclazo en su PC.

No es un secreto que más de uno de estos vehículos se ha quedado a media carretera debido a sus malas condiciones mecánicas.

“Una vez en un traslado a Monterrey una de las ambulancias se quedó en el camino, luego una segunda llegó a hacer el relevo y más adelante también se calentó y los dejó tirados, al último una tercera unidad les hizo el paro pero de regreso a esta ciudad también se descompuso… ¡fue el colmo!”.

Cuando la unidad de traslados sale a carretera hay que enfrentarse, aparte del camino que puede ser agotador, con una condición que puede hacer que todo se vuelva un caos. La inseguridad.

Los asaltos, los ataques a balazos y las inspecciones en falsos retenes son algo con lo que han aprendido a lidiar. Algunos criminales se han apiadado de la situación y les permiten seguir con su trayecto. Si el paciente es un herido de bala, la historia podría acabar en ese preciso momento.

Sin embargo, aunque la mayoría del tiempo su trabajo transcurre en calma no están exentos de sufrir un accidente por la desesperación de algún automovilista que no se solidariza con ellos. Incluso no faltan los “chistositos” que aprovechan el privilegio que tiene la ambulancia para circular a mayor velocidad y “se le pegan” atrás para poder ir más rápido… aunque también hay los inconscientes que se colocan al frente.

“Si de por sí es difícil lidiar con el tráfico, imagínate todavía batallar con estos payasos”, dice Marco verdaderamente molesto.

A veces a medio camino, algún paciente puede empeorar, y aunque van constantemente monitoreados por el técnico que le acompaña, es necesario cortar camino. Por ejemplo si el destino es Monterrey y la situación empeora, deben dirigirse al centro de salud más cercano para superar la crisis, ya sea en Linares, Montemorelos, Allende, Santiago, etc y por tanto es necesario que conozcan cada punto de la trayectoria.

Hace tiempo los asegurados al IMSS tenían el beneficio de ser trasladados de su casa a algun centro hospitalario cuando las condiciones lo ameritaban, señores de la tercera edad, pacientes con salud delicada o con capacidades diferentes.

“Eso se eliminó de un plumazo en las altas esferas administrativas. Hoy, si desea ser trasladados dentro de la ciudad deben costearlo ellos mismos”, explica Marco enfadado pues a él le ha tocado ver la necesidad tan fuerte que tienen algunas personas y que actualmente ya no se les puede ayudar.

Algunos traslados surgen de un momento pára otro, y tanto el técnico como el chofer deben costearlo ¡de su propia bolsa! Y posteriormente la administración les reembolsa lo gastado… sólo que a veces la lana llega hasta meses después debido al mundo de papel con que se maneja la burocracia.

Pero a Marco esto no lo desanima. Sabe que su trabajo es literalmente de vida o muerte, y está muy orgulloso de cumplir con tan importante labor, que por cierto en unos minutos mas deberá emprender pues un traslado de última hora lo regresa de casa y lo pone sobre la ambulancia: paciente en espera. Se despide del Caminante y se prepara para partir. Para el entrevistador, la pata de perro por hoy ha sido suficiente, para Marco apenas inicia y se alargará cientos de kilómetros más. Todos le deseamos buen viaje.

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