De entre las muchas tareas que deberá enfrentar Andrés Manuel López Obrador en calidad de urgente, no hay otra más inmediata que la búsqueda de los desaparecidos.
La reunión que sostuvo el viernes con representantes de colectivos de todo el país fue uno de los episodios más complejos que ha debido sortear el presidente electo.
Un encuentro inédito: el de los familiares de las víctimas con quien en los hechos ya ostenta el poder, aunque aún no haya tomado posesión.
Ahí estuvieron los tamaulipecos, veteranos en la misión de organizarse para buscar a sus seres queridos. Curtidos en el calvario que significa despertar todos los días sin saber qué ocurrió con sus hijos, maridos, padres… y lo más importante, dónde están.
Acaso por la experiencia que cargan consigo, los representantes de Tamaulipas acudieron al llamado con algo más que quejas y lamentos.
Plantearon propuestas concretas, como la creación de un Instituto Nacional Forense, que sea independiente de las procuradurías y que tenga la estructura y los recursos necesarios para dar servicio a todas las entidades, donde se carece de todo para albergar con dignidad y con rigor científico los cuerpos de cientos de personas sin identificar.
El tiempo y la cruda realidad mexicana muy pronto les dieron la razón con una noticia tenebrosa.
Ayer se conoció la historia de un tráiler refrigerado que ha vagado por al menos tres municipios de Jalisco. Contiene 157 cuerpos sin identificar que ya no caben en el Semefo del estado y que, por obvias razones, nadie quiere tener cerca.
Este fin de semana apareció en un predio del municipio de Tlajomulco. Los vecinos del lugar se dieron cuenta porque de la caja del camión escurría sangre.
El problema es que historias como ésta se repiten en todo el país. No existen las estructuras necesarias para encontrar a las más de 34 mil personas cuyo rastro se desconoce. Y lo peor de todo: durante mucho tiempo tampoco existió voluntad de las autoridades para dar un paso al frente e intentar solucionar esta crisis humanitaria.
Hoy, al reunirse con las víctimas, López Obrador asegura que entiende la dimensión de la tragedia y que está dispuesto a llegar hasta las últimas consecuencias para poner fin al drama que viven miles de familias en todo el país.
Pero es legítimo cuestionar si detrás de ese discurso hay planteamientos concretos para dar soluciones en dos líneas: 1) frenar la barbarie para que las cifras de
desapariciones no sigan aumentando, y 2) establecer una estrategia nacional para encontrar vivos o muertos a quienes hoy no están con sus familias.
Es una tarea ardua, un camino sinuoso que no será fácil recorrer, pero del mismo tamaño son las expectativas que ha creado el presidente electo.