CIUDAD VICTORIA, Tamaulipas.- Una tumba enmontada en el panteón municipal de Tamuín, San Luis Potosí, es lo único que queda del cacique potosino. Se dice que en los primeros días, tras su muerte, había un guardia permanente frente a la loza de concreto que es la tumba.
A este político potosino se le acusaron de cientos de muertes por oponerse a sus designios. A sus adversarios simplemente los mandaba “tronar” a través de su pistolero favorito El Mano Negra.
Hombre inmensamente rico, pudo haber sido sepultado en cualquier parte del país, donde tenía residencias. La versión popular dice que murió “de coraje” cuando el presidente López Portillo le expropió, o afectó sin pago alguno, su rancho El Gargaleote que tenía la nada despreciable cantidad de 87 mil hectáreas.
Un poco de su historia
Gonzalo N. Santos nació el diez de enero de 1897 en Tancanhuitz, un pueblo de la huasteca potosina. Cuenta en sus memorias que a temprana edad cometió su primer homicidio.
En 1910 se incorporó a la Revolución mexicana al lado de su hermano el abogado y general Pedro Antonio de los Santos Rivera, seguidor y colaborador de don Francisco I.
Madero. En 1913 Gonzalo se unió al Ejército Constitucionalista que luchaba contra Victoriano Huerta alado de su hermano Samuel M. Santos. Vivió todas las etapas de la lucha armada, teniendo la suerte de siempre estar en el bando triunfador.
Sobre esa etapa de su vida, diría:
“Yo no fui a la Revolución por hambre. Lo hice por idealismo. Mi familia era de ganaderos acomodados, con recursos económicos, no como otros que se enrolaron por muertos de hambre…”
Inicios en la política
En 1921 ocupó por primera vez un cargo de elección, diputado local, cuando apenas tenía 24 de edad. En sus memorias confiesa con cinismo: Me nombraron presidente de la legislatura y líder indiscutido (“tal vez me nombré yo mismo”).
En 1929 fue uno de los primeros políticos en unirse al Partido Nacional Revolucionario (el futuro PRI), donde obtuvo la credencial número 6. Ese mismo año, participó en la represión de las protestas contra el supuesto fraude electoral contra el candidato autoproclamado ganador José Vasconcelos; Santos ordenó abrir fuego contra los manifestantes que apoyaban a Vasconcelos, causando muertos y heridos.
Cuando la Guerra Cristera, fue muy bueno para cometer ejecuciones, como lo recuerda: “…Tuvimos la satisfacción mis compañeros de armas y yo de no perder un solo combate contra los fanáticos cristeros, ni dejamos abordar ningún tren de pasajeros de la vía Laredo-México y del ramal del Río Laja a San Luis de la Paz…
Rivalidad política con los Carrera Torres
En sus memorias, relata que cuando Alberto Carrera Torres tomó la capital potosina, lo primero que hizo fue nombrar a su hermano Francisco gobernador, cargo en el que solo estuvo unas horas, pues cuando don Jesús Carranza entró a la plaza, dispuso que otro se encargara de la gubernatura de esa entidad.
Aunque siempre se dirigía al profesor tamaulipeco como “don Alberto”, jamás le perdonó que éste se hubiese decidido por el villismo en 1914 y no por el carrancismo. Por lo que con el grado de capitán, participó en varios combates en el sur de Tamaulipas para combatir a la guerrilla carrerista.
A don Alberto lo describía como un personaje folclórico, que tenía por segundos, terceros y cuartos, dentro de sus tropas, a todos sus hermanos.
w Fue crítico del trazo que se le dio a la carretera San Luis Potosí-Tampico, pues consideraba que la ruta se hizo para beneficiar las colonias agrícolas militares que
tenía Saturnino Cedillo en Ciudad del Maíz, y de paso beneficiar a los municipios tamaulipecos de Antiguo y Nuevo Morelos, donde según las propias palabras de Gonzalo N.
Santos, Francisco Carrera Torres decía tener poder, pero que jamás hubo tal, pues no llegó a poner ni un solo presidente municipal.
Se convierte en cacique
En 1939, Saturnino Cedillo, quien era el cacique potosino, se levantó en armas contra el presidente Lázaro Cárdenas y murió en combate. Cuando Gonzalo N. Santos regresó de Europa, lo reemplazó como el nuevo «cacique» regional, cuyo poder se extendía hasta la huasteca tamaulipeca. Él era el responsable directo de la «paz y el orden» dentro de los límites de su Estado, sobre todo a raíz de su nombramiento de gobernador en 1943.
La política es muy sucia…
En sus memorias Santos va narrando la política sucia que se hacía en la época postrevolucionaria. Corrompía gente, pero también era bueno para recibir regalos de los políticos. Dice que, siendo líder de la Comisión Permanente de la Cámara, siendo presidente Ortiz Rubio, decidió renunciar pues no aguantaba los enfrentamientos de los partidarios de este con el Jefe Máximo, Plutarco Elías Calles. Tras aceptar la renuncia, Ortiz le ofreció de regalo un automóvil, pues consideraba para sí un alivio que el
“Alazán Tostado”, como le decían a Santos, se retirara de su gobierno:
“Le di las gracias, aceptando su oferta; me trasladé a las calles de Bucareli donde estaban las agencias de los carros más costosos y encontré dos Pierce Arrow, un sedán de siete asientos y un coupé, los dos carros más caros de la época y, como me gustaron los dos, y no me decidía por ninguno, escogí los dos y le dije a al agente deventas que los facturara a mi nombre y pasara a cobrarlos al presidente de la República, lo que él verificó ese mismo día”.
En San Luis Potosí se le adjudicaron siempre los asesinados de los líderes estudiantiles Germán del Campo y Fernando Capdeville. Del segundo lo acepta en su libro. Su cacicazgo fue combatido férreamente por el doctor Salvador Nava Martínez a partir de 1958, o desde antes. Es de suponerse quién perdió: Nava fue a dar a la cárcel varias veces, aprehendido por el Ejército.
La moral, árbol que produce moras
Fue el cacique regional más terrible del siglo XX en México. Antes de fallecer escribió sus memorias en que, con cinismo, da cuenta de raterías que cometió en el gobierno, y hasta detalles de asesinatos que ordenó. Según sus palabras: “La moral es un árbol que da moras, o vale pa´ una chingada”.
Los vuelos de Ciudad Victoria a México hacían escala obligada…
El único aeropuerto que hay en Tamuín, población potosina colindante con los municipios de González y El Mante, fue construido por Gonzalo N. Santos para su servicio particular. Más tarde el gobierno se lo incautó, pero sigue dando servicio. Se dice que los vuelos de Ciudad Victoria a la ciudad de México, siempre hacían una escala en Tamuín.
Un coraje con López Portillo le quitó la vida
El haber sido vacilante en su apoyo para el futuro presidente, le costó mucho políticamente a don Gonzalo, pues cuando don José tomó las riendas del país, una de sus primeras medidas fue la expropiación de algunas propiedades del cacique potosino, por lo que a raíz de un coraje falleció en octubre de 1978.
Como epílogo de sus Memorias, Gastón, su hijo, dice que «Al tigre le entraron por derecho, cuando ya estaba viejo y escopeteado, vivió hasta los 83; vestía como un Dandy a la moda; se perfumaba, como Obregón; no fumaba, gran bebedor de whisky y rendía homenaje a la cocina Huasteca».
Su hijo fue galán de cine
Nacido en 1931 en Tamuín, durante su juventud se educó en una academia militar en Texas. En la década de 1950, viajó a Portugal, en donde aprende el arte del rejoneo y recibe la alternativa. De regreso en México, firma un contrato con Alameda Films, dirigida en ese entonces por Alfredo Ripstein, para filmar una serie de películas entre 1956 y 1962. En muchas
De estas películas, Gastón se interpreta a sí mismo caracterizado como un héroe del Oeste, acompañado por su caballo lusitano Rayo de plata. Al terminar el contrato con Alameda Films y hacer dos películas más, Gastón se retira de la pantalla. Actualmente vive en el rancho La Jarrilla, en Tamuín, casi en la estación del ferrocarril.
Se dedica a la cría de caballos finos y ganado de lidia. Allí mismo se encuentra el único aeropuerto de la región.
Gonzalo N. Santos, su frase ; La moral es un árbol que da moras
Junto a Plutarco Elías Calles, iniciaron el PRI
Junto a su hermano Samuel M. Santos en 1913
Rival político de Francisco Carrera Torres
Siempre vestía a la moda
Fue el sexto en afiliarse al futuro PRI
Fiel siempre a Alvaro Obregón