La noche del jueves pasado, el ambiente se crispó en la oficina principal del edificio que sobre el bulevar Praxedis Balboa alberga al PRI Estatal. Con los músculos de su rostro tensos y enrojecidos, la aún secretaria general Aída Zulema Flores Peña, reclamó colérica al Secretario de finanzas Jesús Hinojosa:
-¿Y mi bono del pago de marcha? ¿Qué jodidos pasó con el dinero que nos mandó el gobernador Carreras?
Hinojosa no supo qué responder. Miró de reojo a su líder Checo Guajardo, quien se agachó aún más sobre la superficie del escritorio, como si no escuchara por estar abstraído en la lectura de unos papeles que sustrajo al azar de los cajones de su escritorio.
-Estamos jodidos compañera. Se chingó la lana que nos mandaron pagando deudas. Pregúntele al compañero Guajardo.
El aludido volteó impasible cuando lo nombró su subalterno, endureció el gesto y aproximó su rostro a Aída Zulema: ¿cuál pago de marcha compañera? ¿No entiende que estamos empinados, que nadie le mete un pinche cinco a este changarro?
Zulema ni se arredró: no me chingues Sergio. A mí no me juegas el dedo en la boca: ¿dónde diablos quedaron los millones que mandó Carreras, en qué te los gastaste cabrón?.
Se refería la priista de Reynosa al gobernador potosino, el único mandatario priista en los tres estados colindantes con Tamaulipas, el mismo que recibió el encargó del PRI nacional para apadrinar a sus camaradas tamaulipecos, huérfanos y apestados hasta por sus mismos correligionarios.
Se sabe que durante meses, cada vez que se acordaba o que le pedían, Carreras les mandaba una “lanita”, unas veces poquita, otras más o menos y, el último envío, a principios de la semana pasada, fue por cinco millones. El dinero se retiró del banco, la cuenta se vació de un solo golpe y de esa lana, si acaso se pagaron algunos anticipos para el raquítico evento donde Yahleel Abdala tomó posesión.
La presunción es que Checo se cobró a lo chino su indemnización, embolsándose la mayor parte de los cinco millones, algo salpicó a Hinojosa y a sus operadores más cercanos y los demás, debió pensar para sus adentros, “que se chinguen”.
Desde que tomó en sus manos el liderazgo del PRI, el hombre enseñó el cobre. Su principal patrocinador Egidio Torre, lamentaba haber cometido la “pendejada” de apadrinarlo, pues cada vez que le llamaba, no le contestaba el teléfono y los “whatsapps” los dejaba “en visto”, por días.
Eran días muy lucrativos por la vendimia de candidaturas a alcaldías, sindicaturas y regidurías, que estaba en todo su apogeo y, por razones obvias, el díscolo Guajardo no aceptaba que lo importunaran.
Checo, muy pronto se olvidó de sus padrinos. César García, el poderoso delegado de la SCT en San Luis, quien vino a operar su ascenso con harta lana para alinear y comprar el voto de los consejeros priistas, se quejaba del “pinche Guajardo”, porque una vez encaramado en el poder, no lo volvió a “pelar”.
El ex alcalde victorense Óscar Almaraz, se jactaba entonces de haber empinado los planes de Óscar Luebbert para apropiarse de la franquicia del PRI en Tamaulipas y del diseñó de la logística para el ascenso de Checo, pero cambió de opinión a los pocos días y cada vez que le preguntaban por su “creación”, respondía fastidiado: “no se nada de ese pendejo y malagradecido”.
La verdad es que Guajardo pensó desde su arribo al PRI, que tenía que ser insensible con quienes lo asediaban. Vienen de pediches, pensó y, no hay para darles; lo poco que “caía” de vez en cuando, era para cumplir compromisos y el resto, para su “chivo”.
La historia retrata en blanco y negro lo que ahora es el PRI en Tamaulipas, después de una larga borrachera de poder, que concluyó de manera inesperada. Es lo que le dejaron a Yahleel Abdala, quien ya conoce otras historias increíbles, como la de Marité Guerrero, de la que ya existe otra versión corregida y aumentada.




