La calle Hidalgo está en ruinas. Los negocios emblemáticos de los tiempos de esplendor cerraron o casi quiebran y los edificios, verdaderos adefesios por las desafortunadas “reformas” que sus dueños llevaron a cabo, se desmoronan cada vez que cae una tormenta o un ventarrón.
Las angostas banquetas dejaron de servir para el tránsito peatonal. Han sido invadidas por el comercio informal que desde el mercado hasta la plaza Juárez se atrincheró en barracas donde venden mercancía china, hierbas, piratería y ropa usada o prendas baratas.
Los sirio-libanesas que aún sostienen sus añejas tiendas ven pasar con desencanto a los indiferentes ciudadanos que ni siquiera voltean para curiosear en los aparadores. De hecho hay negocios que exhiben viejas baratijas y ropa pasada de moda y sus ventas no dan ni para la sobrevivencia.
De hecho los descendientes de esos comerciantes que en un tiempo prosperaron y disfrutaron del auge de la Hidalgo emprendieron negocios más lucrativos y exploran nuevos rumbos de la ciudad en busca de marchantes con mayor poder adquisitivo. Por eso la calle Ocho, del Bulevar López Mateos al Libramiento Naciones Unidas, está infestada de pequeñas y medianas plazas comerciales, agencias automotrices, restaurantes y cafeterías.
La Hidalgo está en ruinas y no está mal que se le rescate y se le reactive. Finalmente es parte de la identidad urbana donde se ganan la vida cientos de victorenses.
La cuestión es que durante los últimos años, cada vez que se emprende un proyecto para remodelar la desastrosa fisonomía de la Hidalgo, los patriarcas del comercio, sus descendientes y personajes urbanos que se proclaman como las buenas conciencias, se rebelan, patalean ante cualquier modificación que no vaya de acuerdo con lo que ellos piensan, aunque ni siquiera tengan idea de lo que se debe hacer.
Sucede también que las decisiones de repente se toman por ocurrencias y que se elaboran proyectos fantasiosos que nada tienen que ver con los alcances de la economía local. Hay casos registrados en el pasado reciente en que se hicieron obras que solo beneficiaron a los alcaldes en turno y asociados.
Algunos de esos alcaldes, por cierto, son herederos de los dueños de esta avenida.
El actual ediul Xicoténcatl González acaba de anunciar que cerrará y hará peatonal la Hidalgo y que eso ocurrirá en pocos días. De hecho comenzó sus planes desahuciando los parquímetros, tal vez porque detrás de este negocio hay nefastos intereses, pero también sin medir siquiera la utilidad de esos aparatos.
El hecho es que una buena parte de la ciudad se ha enfrascado en acalorado debate, entre los comerciantes que se sienten afectados y las nuevas autoridades municipales.
¿Quién tiene la razón? Es difícil precisarlo porque ni siquiera saben los victorenses qué se piensa hacer en esa calle, y si se dispone de los recursos para hacer algo que valga la pena.
Los adversarios del cierre no han precisado hasta el momento los motivos de su malestar o lo han hecho con tantas iambigüedades que dejan en el aire dudas y suspicacias.
Pero la autoridad tampoco explica aún para que quiere cerrar la calle y en qué términos y condiciones se llevará a cabo.
Es un ejercicio lamentable donde la incomunicación y la sordera son las constantes. Lástima, por eso estamos como estamos.