24 diciembre, 2025

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El año de la ruptura

Lecturas

Hemos vivido años de desencanto, años de frustración, años de rabia y furia. En diversas partes del mundo, estos estados de ánimo más o menos comunes, ligados casi siempre a la actuación de la clase política y su incapacidad para resolver los graves problemas de nuestras sociedades, dieron paso a reacciones diversas y a veces encontradas, desde el ascenso del neofascismo representado por Trump o Bolsonaro hasta la victoria de unos cuantos gobiernos de izquierda que representan tímidas formas de esperanza y sensatez, como la inesperada llegada al gobierno
español de Pedro Sánchez o la continuidad progresista en Uruguay. En México, el triunfo de López Obrador debe ubicarse como uno de los hitos de este segundo bloque.

En pocos lugares podrían detectarse más motivos para el desencanto y la rabia que en México: una incipiente democracia, nacida en el 2000, que en apenas 12 años fue capaz de traicionar todas sus expectativas. Si el periodo de Vicente Fox puede caracterizarse por su falta de resultados, es en los años posteriores que se concentró la debacle. Primero, por las consecuencias de la irresponsable guerra contra el narco: el capricho de Felipe Calderón, lanzado sin la menor prevención y sin la menor consulta, destruyó al país. Los 250 mil muertos ligados a la violencia desde entonces son el mayor testimonio en el planeta de la perversidad e inutilidad de dos políticas conjuntas, dictadas ambas desde Estados Unidos: la prohibición de las drogas y el combate militar al crimen organizado.

El fracaso de estas medidas ha sido espectacular: las drogas no han cesado un segundo de ser transportadas, distribuidas y consumidas por doquier, sin que sus precios siquiera hayan aumentado, y en cambio la espiral de violencia no ha hecho más que incrementarse. De ahí que la legalización sea el único camino: Uruguay, varios estados de la Unión Americana y Canadá han comenzado ya con la mariguana, un primer paso que el gobierno de AMLO ha prometido y no debería tardar en aprobar.

Por si fuera poco, el gobierno de Enrique Peña Nieto fue -hay que subrayarlo- una auténtica cleptocracia. Como demuestran investigaciones como la Estafa Maestra y la acumulación de procesos contra distintos gobernadores, la corrupción no fue una falla en el sistema, sino una política de Estado. Desde el poder se diseñó un cúmulo de estrategias para desviar recursos públicos hacia las campañas electorales o directamente a los bolsillos de los políticos en turno en esquemas de triangulación que abarcaban a toda la administración pública. Si algo sorprende e indigna es que nadie, de los cientos de operadores en este inmenso esquema de robo de recursos públicos, se encuentra siquiera sujeto a proceso.

De modo que cualquiera que se atreva a mostrar ahora la menor nostalgia hacia este pasado reciente es presa de la hipocresía o de la ceguera voluntaria. Aplastada por la violencia y sometida a una corrupción y una impunidad monumentales, nuestra democracia -fuera de su parte meramente electoral- estaba hecha añicos desde antes de las elecciones de este año. Si AMLO consiguió una victoria tan apabullante, y si su respaldo sigue siendo tan amplio, se debe a que supo hacer el diagnóstico correcto sobre este estado de cosas. Ello no significa que sus propuestas de solución sean siempre inteligentes o correctas -sobre todo en el caso de la violencia- pero al menos se aprecia una genuina voluntad de ruptura.

El Presidente ha insistido en que estamos ante un cambio de régimen, y muchas de sus propuestas van, simbólica y prácticamente, en este sentido: la austeridad, la falta de boato, la reducción de sueldos y privilegios, incluso la cancelación del aeropuerto. La rectificación, así sea insuficiente, en el caso de los recortes a cultura, ciencia y universidades permite ver que quizás haya espacio para una todavía más importante: el mando militar de la Guardia Nacional, punto clave que, en vez de dirigirse hacia el cambio prometido, solo profundizaría la catástrofe humanitaria de estos años. Esperemos que 2019 sea el año en que este lastre del pasado quede atrás y comencemos a recorrer nuevos caminos.

@jvolpi

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