Por culpa de los diputados morenistas Pablo Gómez Álvarez y Mario Delgado que mutilaron la primera Minuta, la Guardia Nacional aprobada en el Senado desinfló la intención real de crear un cuerpo adscrito a la seguridad interior y quedó en otro cuerpo policiaco más que tendrá la prioridad de respetar los derechos humanos y no combatir al crimen organizado que tiene presencia territorial en toda la república y ha corrompido a funcionarios, políticos, policías, ministerios públicos, jueces y custodios de prisiones.
En el debate de aprobación de la Guardia el jueves 21 de febrero, la obligación de someterse a los derechos humanos se repitió nada menos que 37 veces. Y el uso de la fuerza estará determinado no por la intensidad del fuego de los delincuentes, sino por una ley reglamentaria que definirá cinco limitantes cuyo incumplimiento derivará en procesamiento de los guardias: legalidad, necesidad, proporcionalidad, racionalidad y oportunidad.
Sólo dos detalles operativos: a la hora de enfrentar en campo de batalla de delincuentes los nuevos guardias tendrán que medir la proporcionalidad; si les disparan una ráfaga de cien tiros, responderá igual, pero con la necesidad de primero contar las balas recibidas y contar las de respuesta; y racionalidad implica el uso de la razón frente a delincuentes que carecen de ella, por lo que la proporcionalidad a aplicar también sería el mismo grado de irracionalidad.
Al final, las reglas de operación de la Guardia Nacional parecen sacadas de los boys scouts y no de las evidencias de una criminalidad que hace tiempo rebasó la capacidad de fuego de las policías y que apenas ha podido ser respondida por la logística armada de los militares. Pero ninguno de los legisladores que aprobó la Guardia Nacional tuvo la preocupación de presenciar en la línea de batalla un enfrentamiento real con delincuentes, en donde han sido asesinados decenas de militares, marinos y policías para medir la intensidad del problema.
De acuerdo con la ley aprobada, la Guardia Nacional “y las demás corporaciones policiales se regirán por una doctrina policial fundada en el servicio a la sociedad, la disciplina, el respeto a los derechos humanos, al imperio de la ley y al mando superior y en lo conducente a la perspectiva de género (?)”.
Por tanto, la GN será otra corporación policiaca, no una institución que se esperaba que cayera en el territorio de la seguridad interior; y si iba a ser otra policía más, entonces debió dejarse el modelo actual de Policía Federal y Gendarmería. La doctrina policial implica tratar a los cárteles y bandas como delincuentes comunes y no como organizaciones armadas que quieren destruir al Estado y erigirse en autoridad.
El principal principio de la Guardia Nacional será, según consta en la Minuta del Senado enviada a la Cámara de Diputados, el de operar bajo los principios del respeto a los derechos humanos. Es decir, la GN dependerá más de la CNDH que de la Secretaría de Seguridad. Pero al defender los derechos humanos de los delincuentes, habrá de pasar a segundo término los derechos humanos de la sociedad agraviada por la delincuencia.
Los delincuentes tienen derechos, pero no por encima de los ciudadanos afectados. Y a la hora del combate o de la persecución o de operativos basados en inteligencia confirmada la Guardia tendrá que preocuparse por los derechos humanos y no por la violación de la ley. La doctrina policiaca real se basa en el ejercicio de la fuerza institucional para reprimir la violación de los derechos ciudadanos de las mayorías. Como quedó aprobada, el Guardia será un cuerpo atado de manos porque los delincuentes podrán invocar con efectividad la violación de sus derechos humanos y la desproporcionalidad en el uso de la fuerza.
Si la Guardia tiene “la obligación de promover, respetar y proteger, pero sobre todo garantizar en todo momento los derechos humanos”, en un choque físico con delincuentes lo legal sería que la Guardia acepte que los ataquen porque si no estarían violando los derechos humanos de los delincuentes. Y eso debe ocurrir, de acuerdo con la reforma constitucional, “en todo momento”. Y la Guardia podrá ejercer sus atribuciones bajo los principios de “legalidad, objetividad, eficacia, honradez, universalidad (?), interdependencia y progresividad”. Todo guardia tendrá que llevar consigo una tarjetita para ir palomeando, en medio de las balaceras, el cumplimiento de estos condicionantes.
Para colmo, la senadora morenista Ana Lilia Rivera ilustró el sentido de la Guardia Nacional con un poema de Javier Sicilia:
Como en el fondo de la vieja ruta, perdida en el riñón de la montaña, desde hace siglos silenciosamente cae una gota de agua.
Así, aquí en mi corazón obscuro y solo, en lo más escondido de la entraña oigo caer desde hace mucho tiempo lentamente una lágrima.
¿Por qué resquicio oculto se me oculta?
¿De cuáles fuentes misteriosas mana?
¿De qué raudal fecundo se desprende?
¿Qué remoto venero me la manda?
Porque siento que cae así, lágrima a lágrima.
Tan fuente inagotable de ternura, tan vena de dolor que no se acaba.
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