El 4 de julio de 1913, salió de Matamoros una fuerza de 69 hombres con rumbo al Estado de San Luis Potosí. Los rebeldes carrancistas eran encabezados por Francisco Cossío Róbelo y por el coronel Pedro Antonio de los Santos Rivera.
Lo acompañaban su secretario particular Marcelino Zamarrón, los mayores Ernesto Santos Coy, Francisco Aguirre de León y los oficiales Jesús Dávila Sánchez, Samuel M. de los Santos. Estos jefes fueron una parte de las fuerzas de Lucio Blanco, que capturó la fronteriza H. Matamoros días antes.
El propósito de Cossío Róbelo y Pedro Antonio de los Santos, un ex diputado federal y dueño de una gran hacienda, consistía en llevar armamento e insurreccionar la Huasteca potosina a favor del movimiento Constitucionalista. Al adentrarse en Tamaulipas se les incorporaron varios voluntarios.
Al pasar por la estación “Forlón”, fueron delatados ante el mayor federal Rafael Urquiza.
Urquiza, quien en esos días era el comandante de las tropas federales en Ciudad Victoria, y jefe de una columna exploradora de la División del Bravo, le informó al general brigadier Arnoldo Casso López, que una fuerte banda de rebeldes, al mando de varios caciques, había capturado Antiguo Morelos el 18 de julio.
Inmediatamente tras conocer la situación, Casso ordenó que una columna federal marchara para este lugar e intentara retomar el pueblo. Es probable que Simón Castillo y Francisco Medrano, quienes operaban en esta zona y que habían operado en Soto la Marina en días pasados, se adelantaran y prepararán el terreno del mártir potosino, pues las crónicas sobre ello, señalan que Pedro Antonio de los Santos llegó a Antiguo Morelos el día 23, pernoctando en la villa.
La mañana del 24 julio parecía tranquila, los revolucionarios planeaban el itinerario del día, les urgía llegar a su destino.
A mediodía, alguien les comunica que por el camino de Quintero, se aproximaba a todo galope una columna de los llamados “pelones”. Era el 8º Regimiento de Caballería comandado por el valiente Urquiza, cuya fuerza alcanzaba los 250 efectivos.
Una vez conocido esto, Pedro Antonio dicto órdenes para evacuar nuestro pueblo antes que resistir un combate, pues sus miras no eran otras que salvaguardar los pertrechos que traía de Matamoros e incorporarse a los suyos en la huasteca potosina.
Sin embargo, De los Santos no dejó desguarnecida la plaza, pues ésta debió quedar defendida por las fuerzas de Simón Castillo, Medrano y dos o tres que lo acompañaban desde la frontera. Los federales llegaron a las inmediaciones de Antiguo Morelos aproximadamente a las 12:00 p. m.
Dichas tropas, divididas en varias columnas, atacaron la población, tomando por la calle Juárez, que en ese tiempo era parte del camino real Quintero-Valles.
Las fuerzas constitucionalistas estaban acampadas cerca de la plaza y tuvieron que hacerle frente a un enemigo infinitamente superior en armamento. El combate empezó a la 12:50 p. m. y se prolongó por algunos minutos, dejando como saldo algunos muertos y varios heridos.
Los revolucionarios hicieron una resistencia desesperada, pero después de cuatro horas de feroz lucha y a pesar de su superioridad numérica, fueron desalojados de sus posiciones y obligados a huir en completa dispersión hacia Fortines, tomando el camino a ciudad del Maíz. Los huertistas los persiguieron durante algún tiempo. Se dijo que las pérdidas sufridas por los rebeldes fueron cuantiosas, dejando en poder de los federales parte del armamento que transportaban.
Las tropas leales al usurpador Huerta entraron a Antiguo Morelos sobre las 5 de la tarde, en medio de las manifestaciones de los habitantes. Entre el botín de guerra tomado a los rebeldes tras el combate, había una gran cantidad de armas, municiones, dinamita y otros explosivos.
Por el parte federal, se sabe que dentro de las filas carrancistas hubo seis bajas, aunque en las actas del registro civil sólo se menciona a cuatro y un civil. Según las actas de defunción, dos de ellos cayeron abatidos en la esquina de las calles Juárez y Morelos; El primero respondía al sobrenombre de “El Tejano”, tenía aproximadamente unos 45 años y venía con la columna desde Matamoros; el segundo era de oficio sastre, tenía aproximadamente 40 años y había estado preso en la cárcel de Xicoténcatl, pero al pasar Pedro A. Santos por esa ciudad lo liberaron y se les había incorporado. Los otros dos sucumbieron sobre las calles Ocampo y Morelos; el primero tenía aproximadamente 18 años de edad, y el segundo tenía 22 años.
Este último respondía al nombre de Ángel Aguilar y era vecino del rancho La Muralla, jurisdicción de Santa Bárbara de Ocampo.
Sobre los muertos de la esquina de la calle Ocampo, Leopoldo Rodríguez, niño vecino de Rancho Nuevo y que por asares del destino se encontraba ese día en la cabecera, recordaría que yacían fuera de la casa de don Patricio Zapata.
Los cuerpos fueron sepultados en la fosa común del panteón municipal, dando fe de sus decesos el presidente municipal en turno don Pedro Raga, y los señores Cecilio Infante y Pánfilo Galicia, quienes fungieron como testigos.
Por parte de las fuerzas huertistas, murió el soldado José Hernández Segundo; quien tenía 23 años de edad y era originario de Saltillo, Coahuila.
También quedó gravemente herido el sargento segundo Vicente Sánchez, oriundo de Zacatlán estado de Puebla; éste falleció en la sala municipal a las siete de la tarde, tenía 25 años de edad y al morir dejó viuda a una señora de nombre María de Jesús Flores, misma que ignoraba el destino de su marido. Los soldados federales fueron sepultados en el cuarto tramo del panteón municipal, dando fe de sus decesos en el juzgado civil, el Tte. José Guadalupe Márquez, oriundo de Atxcapozalco en el Estado de México, el Sargento segundo Bonifacio Jiménez y el soldado Francisco Cuevas.
Lo imprevisto del ataque, hizo que don Pedro Antonio de los Santos cambiara el derrotero y lejos de tomar línea recta hacia Valles, lo hizo hacia el Poniente, rumbo a Nuevo Morelos, para de ahí seguir al Valle del Maíz donde operaban las fuerzas de Magdaleno Cedillo y Alberto Carrera Torres, a quienes pediría auxilio en caso necesario, sin embargo todo transcurrió sin novedad, hasta que pudo llegar finalmente a su tierra días después, para posteriormente ser capturado y fusilado por las fuerzas del gobierno.
Como mencione párrafos atrás, la población civil de Antiguo Morelos también se vio afectada en este enfrentamiento y algunos resultaron heridos, presentándose solamente un deceso.
El infortunado paisano murió a la una de la tarde, tras recibir un balazo de manera accidental, debido al fuego cruzado entre federales y carrancistas. Se llamaba Lázaro Lozano Quintero, vivía sobre la calle Nicolás Bravo, era soltero y tenía 66 años de edad.
Su cuñada la señora Rita Baltasar viuda de Lozano, fue quien dio fe de este lamentable deceso ante don Higinio Zamudio, Juez del Registro Civil, siendo testigos del hecho, los señores Rafael Gaytán y Ángel Briceño.
No se sabe qué día salieron del pueblo las tropas del mayor Rafael Urquiza, lo que sí se sabe es que el día 25 de julio, después de haber dado cristiana sepultura a sus colegas, acudieron a levantar las actas de defunción correspondientes y el 26 dieron parte de su victoria a don Juan de Dios Arzamendi, jefe de armas en el estado. Sobre este combate, el más importante que hubo en Antiguo Morelos en toda la revolución, el periódico “The Mexican Herald” decía que las cifras exactas no se podían obtener bien a bien, en lo que se refiere a las pérdidas de las tropas leales, pero se creía en los círculos militares de la ciudad de México, que eran leves en comparación con los sufridos por los rebeldes. El comandante de la columna federal, mayor Urquiza, hizo hincapié a Ciudad Victoria, sobre el envió de médicos y medicinas de manera urgente para asistir a los heridos, debido a que las condiciones higiénicas eran muy insalubres.
Inmediatamente un tren salió de Victoria para llevar varios médicos y un suministro completo de medicamentos y aparatos quirúrgicos, para asistir a los heridos. El gobierno dispuso también enviar un fuerte destacamento de rurales, que vendría a reforzar los federales en Antiguo Morelos. La búsqueda de la gente de Pedro Antonio de los Santos comenzó de manera activa.
El alto mando huertista decía que eran pequeños en número y esperaban que pronto fueran derrotados. Se afirmaba que tras la derrota de Antiguo Morelos, los rebeldes no iban a ser capaces de reagruparse y que, por lo tanto, la tranquilidad se restauraría en esta región muy pronto.
Días después, Pedro Antonio de los Santos seria capturado y fusilado por las fuerzas huertistas de la huasteca potosina.