Carajos, cuando la trae uno de malas hasta los perros lo orinan a uno, expresión que seguido le escuchaba decir al abuelo Bacho cuando las cosas no le salían bien como él las había hecho, y digo lo anterior porque poco antes de llegar a Ciudad Victoria hubo necesidad de estacionarme porque mi carro venía fallando y como ya no quiso prender pues tuve que buscar a un amigo para que me lo jalara a fin de conducirlo a un taller mecánico propiedad de otro amigo para que me lo arreglara, y después de checarlo se me informó que era la marcha, por lo que hubo necesidad de ponerle otra nueva, para lo cual le di el dinero para que comprara la pieza y de paso le cubrí sus gastos por el servicio, diciéndome que pasara por el mueble al día siguiente, pero antes una patrulla de Tránsito me alcanza por venir arrastrando mi carro, y aunque no lo crea pero el agente me “chingó” mil pesos para dejarme seguir rumbo al taller, o de lo contrario se llevaría el mueble al corralón.
Al siguiente día pasé por mi vehículo, mismo que prendió, y aunque venía “tosiendo” durante el trayecto Victoria-Llera alcancé a llegar más o menos bien a casa y de inmediato lo volví a revisar porque tenía necesidad de ir al ejido San Isidro, diez kilómetros de distancia pero estando allá cuando quise regresar el mueble ya no quiso encender y allá se encuentra mi carro en casa de un amigo.
Afortunadamente alguien se ofreció a traerme a casa y aquí estoy todavía, el carro sigue sin arrancar donde lo dejé y esperando al amigo mecánico para que me lo eche a andar, pues me aseguró vía telefónica que para hoy martes estaría por el pueblo de mis mayores; pues otra vez falló la máquina… el carro se puso sus moños, se negó a prender y aquí me tienen como las mujeres embarazadas, esperando la luz se haga y nazca el niño que espero en Dios y su sagrada familia que no me vaya a resultar enfermizo o con su domingo siete, porque entonces sólo faltaría para estar completo que un perro me orinara o me echaran la maldición chicana.
Lo que me recuerda que cuando era niño y me espantaba con el llamado “coco” mi jefa, que en paz descanse, nos atemorizaba con este inexistente personaje, pero como en aquellos años estábamos rete bien pendejos pues nos creíamos de todo y a querer o no teníamos que barrer, regar la calle y echarle agua a las plantas en la inteligencia de que el agua la teníamos que sacar de una noria de aproximadamente diez metros de profundidad, por lo que al principio las manos se cubrieron de ampollas que con el tiempo se convirtieron en cayos.
En fin, qué tiempos aquellos señor don Simón.
Bien, por hoy así la dejamos; que Dios los ayude y a mí que no me olvide porque vamos a salir de pleito y la mera verdad pues no me gustaría porque saldría perdiendo y qué caso tiene irme a vivir con Lucifer, donde seguramente me hará la vida pesada.
Mejor repito, fuchi, guácala, como dice el presidente López Obrador.
¡Ah!, que no se les olvide que el próximo 27 de septiembre se recuerda en México la Consumación de la Independencia gracias al fuerte abrazo de Acatempan… A propósito ¿por qué no se celebra como se hace con el inicio de la lucha libertaria del 16 de Septiembre de 1810?
Pregunto y nada más.
HASTA MAÑANA Y BUENA SUERTE.