Cuando llueve te habrás fijado que una gota de agua- de esas que caen del techo- llena una cubeta de veinte litros y la desborda. Solo hay que dejarla.
Si te levantas a media noche habrá media cubeta llena con cascaritas de pintura. Si te levantas tarde, la cancha estará mojada y se inundará el pequeño cuarto. Y no hay aficionados en el estadio que te echen una mano, y como no es metáfora y nadie tiene cuatro manos, caes en la realidad de que cada quien tiene su trabajo muy válido.
Así que tienes que sacar el agua tú solo y metes los pies al pequeño lago. Bajas una ancla del barco. Notas que afuera ya se quitó la lluvia y salió de nuevo el sol, pero adentro de tu casa sigue la lluvia. Eso es lo gacho.
Sabes que no llueve al revés ni puedes voltear la casa, hay que secar el agua. Te das cuenta que aunque el mundo está de cabeza no llueve al revés, tienes que secar el agua tu mismo. Y te das cuenta que el mundo es así aunque bizquees los ojos y los cierres.
Buscas tortillas, huevos y el chorizo en el refrigerador amarillento igual que un reloj y un esqueleto. Arrastras los ojos y alcanzas a ver un tenedor de plástico y no sabes qué hacer. No hay una cortina de humo que sostenga la vida.
En la agenda del día no venía este pequeño naufragio. Hay posibilidades de lluvias como ayer pero ayer fue un milagro, lo cierto es que desde hace muchos días no llueve. Increíblemente extrañas las gotas de agua.
En los carros que mojan los zapatos blancos de las enfermeras a veces llueve y uno se arrepiente. Así somos cuando nos llamamos gente. Extrañaría ver a la gente que escapa de la lluvia en el puro bochorno de Victoria, en la ausencia de lluvia.
De modo que si buscas una salida, si buscas morir, no hay puerta pero aquí hay cuerda. Sólo hace falta el nudo y el cuello apretado, la lengua de fuera que anuncie algo que no diga nada. Que escriba un recado póstumo que niegue el estilo clásico, por ejemplo: «Yo merengues me di chicharrón», algo así que pegue en las redes sociales.
Predeterminar el video que salga de quienes te transmitan en vivo, a ti estando muerto, colgando del árbol de la interejidal, no se me ocurre otro sitio, usted disculpe, pedir por lo pronto que no salga el chiquillo ni la señora mirona. Ahí van muchos a morirse. No cabrá duda de que estarías bien muerto ahora cuando tampoco sirve de mucho.
El nudo debe ser simple, lo habrás practicado muchas veces y sé que al principio tiene sus complicaciones. Hoy, siendo un hombre distinto, podrías hacerlo con una sola mano y con la izquierda, lo haces con la derecha como los profesionales, impecable nudo corredizo al cuello.
Por eso sé que si te quieres dar mate, habrás pasado también por sitios dónde suicidarte, como por el eje vial o el Naciones Unidas, te has de haber quedado mirando en la ilusión de verte destrozado por un tráiler y que recojan en plazos tus partes.
Habrás pasado por ciertas farmacias, sin decir nombres, a preguntar por medicamentos extraños de esos que das el baquetazo y te arrastras un rato arrepentido hasta acabar muerto. Entonces pierdes la última batalla contra la nada, por que así no querías morir. No sirvió. Lo habrás soñado porque eres bien «cuco» y ni siquiera eres capaz de imaginarlo.
La otra opción es brincar este pequeño mar, meterte al agua y secar el océano. Buscar el trapeador a conciencia , nada de que no hay. Ahora es cuando necesitas las cosas. Encuentras el trapeador, lo mojas y lo secas en el patio, hasta que la tierra se harta y el agua que sacaste comienza a escurrir por la calle. Sales y una señora te encara.
Uno trae en la agenda los días heroicos y sabes que la muerte es un accidente hasta que te das por enterado que la muerte es un incidente que pasa porque uno se queda. Porque aunque te muevas o cambies de sitio la cubeta te moja.
Por eso metes los pies en el agua y brincas. Notas cómo las gotas en el aire se multiplican como estrellas, se apagan cuando caen de una nube imaginaria.
Una gota de agua cae todavía del techo, parece la misma de toda la noche. Quieres estar al tiro para cuando la cubeta se llene.
Almuerzas uno huevos sin chorizo como habías dicho. Checas de nuevo la gotera y ahí está escuchándote. Podrían matarte una pedrada, una bala accidental, un disparo de niebla y así comenzar la lluvia. Pero tienes que ir al trabajo.
Sería bueno que lloviera aunque se mojara la vida, pero es martes y tienes que ir al trabajo… te da flojera, y quieres cortarte las venas con una lechuga.
HASTA PRONTO