Cumples años y se manifiesta en toda su expresión tu capacidad de convocatoria, esperas que acudan todos, que todos te llamen, que te inviten, qué te hable la que prefieres o el que prefieres, que te levanten muy temprano tus padres para cantarte Las Mañanitas o que no te hablen, que te dejen dormir hasta ya tarde.
O bien tú que eras de la llamada de larga distancia, de la carta sin remitente felicitándote. Sin saliva el timbre, con el cartero perdido en otra colonia, no llegó el abrazo con la felicitación ni la postal, ni la tarjeta con flores con palabras manuscritas, ni la letra pegada diciéndote con faltas de ortografía: «Espero que estés bien porque yo estoy bien gracias. Posdata. Feliz cumple».
Ahora eres de una post, de una pic o de un «meme», hablas en las palabras que dijeron otros y otras, y eres hija, hijo nieto, sobrino, hermano y estás casado con el Facebook.
Ya no timbra el teléfono y corres a la sala y descuelgas mientras que en otro cuarto se descuelga al mismo tiempo otro auricular para escucharlos. Sino que ahora con el celular en la mano sales a tu espacio que es cualquier lugar y te concentras en la llamada y te imaginas a quién te llama y te sonríes y te contagia sin necesidad de verse la cara y menos el alma. Digamos que no la ves, aunque pudieras estarla viendo, pulsando, sintiendo su profunda existencia.
Como sea, llega ese día largamente pensado, soñado durante noches , planeando cómo sería. A lo mejor es un día que llega más rápido de lo que quisieras y es un día que quisieras olvidar pero a toda parroquia le llega su aniversario. No obstante cumples años y eres más viejo, y tienes qué decir los años que tienes porque no es legal decir que más o decir que menos.
Cumples años y crees que serás famoso por un día y lo eres, hay quienes te lo celebran; o no lo eres, hay gente olvidadiza. Vas por la calle y no dicen «mira ahí va el que cumple años, por ahí se mira, aquel que va allá en dos o tres días va a cumplir años, se le nota en los ojos, en la forma de esbozar su sonrisa». Y es cierto, a veces ni tú te acuerdas el día de tu cumpleaños, a mediodía te andan buscando y todavía no te encuentran. Estabas en la esquina con unos vatos. Ese día te haces el importante y te bañas y te peinas de otra manera.
El día de tu fiesta hay más gente que en el corre, está a reventar, pero no conoces a nadie, la fiesta te la organizaron tus padres, tal vez anden por ahí la tía Juana y tu prima Dolores. Y todavía quieran ir a comprarte dulces y regalarte un carrito. Y falta el abrazo, el beso, la correteada, el baño con agua helada. Y el regalo que lo abra, los calzones que se los ponga, es una pijama, es una blusa que se confundió con una camisa.
O cumples años y entre toda la banda organizan la fiesta y ese mismo día se pelean y se contentan. Bailan y se emborrachan, comen y vomitan y nadie duerme. Si pasó algo anoche nadie se acuerda o todos se acuerdan, pero como ya no es tu cumpleaños, a nadie le importa un cacahuate. Es entonces cuando nadie se explica por qué unos amanecieron dormidos en tu casa y otros en las ergástulas del 2 Zaragoza.
Sin embargo cumples años, y nadie llega, se hace tarde, está oscureciendo…y apenas van llegando. Notas sin asombro que ya llegó el grillo del partido, llegó el que te pegaba cuando eras un niño, llegaron a las que antes les caías gordo, llegaron los que antes fueron tus enemigos y ahora se juntan contigo. Ya te abrazaron los que te deben una lana.
Con todo y que se hace tarde, también tú vas llegando a tu cumpleaños, cumpleaños que cada vez son más constantes. Ojalá y no se hayan equivocado, como cuando fue día de tu santo.
HASTA PRONTO.