Querida sombra: Aquí sentado junto a la música de unos poemas te he traído unos textos. Sobre la pared también encontrarás una vela temblorosa que anuncia el viento estival y la sed del tiempo que se va.
Otras sombras en la pared rayan la textura donde te das a tus anchas mi querida sombra. Hay sombras milenarias pero nuestras sombras son efímeras.
A ver si llego en esta rola. A ver si llego antes de que oscurezca y por ende no desaparezcas, antes de que cumpla de nuevo años, antes de año nuevo, de que todo comience a terminar y que los extremos se unan. Antes de que la canción se termine. Antes que desaparezcas como sombra y te vuelvas noche y sombra infinita como alfombra, como gato negro. De que te vuelvas persona como yo. Antes de que te escondas en mi almohada y te pregunte -como lo haría el silencio con la música- si soy la sombra o soy el que la junta.
Rolita -canción dejada sobre la mesa, ondeando en la silla, paseando como un carro – aquí te traigo esta voz y los que la escucharán sentados tratando de entenderte.
Todo para que al abrir la puerta, sombra, encuentres la casa como la dejaste, con todas las canciones apagadas y las luces encendidas. Como si estuvieras ahí abajo entre todas esas cosas que nada más son tuyas, sombra, con las manos en la bolsa te doy el año que entra.
Sombra, de venida escuchaste a los despiertos, viste la sombra de otros y de otras sombras atrás de la sombra. Viste sombras que cuidan sombras que las apapachan, que no las dejan solas. Sombras gigantescas, sombras de fantasmas que parecen personas, sombreros colgados, manos que se agitan, ramas secas de la luna. Sombras que se mueven a voluntad de una luz o de una mano traviesa.
En la noche eres como yo. Te escondes conforme se apaga la luz. La otra vez alguien se confundió y creyendo verme estuvo hablando contigo y tú aprovechaste para responderle cosas que yo en mi sano juicio nunca hubiese dicho. Pero quiero pensar que fui yo el confundido, que yo respondí las preguntas que se te hicieron muy fáciles.
Temo no verte de pronto de reojo, me he reído de eso, pero he dejado de moverme un poco, de estar al acecho. Un poco más agazapado trato de no hacer ruido. Más que sombra, como si llevara los tejados en las suelas y todos los zapatos y todas las sandalias
rotas de los compañeros poetas, trato de ser persona.
Y sin embargo como sombra es mejor un dibujo hecho abajo de la cama que yo tratando de esconderme. Si abro la puerta el sol me contradice y me disipa, me descubre torpe y maloliente.
Antes de que un tirano apague la luz y desaparezcas en tu prisión silenciosa de ausencias, mírame de reojo en el parpadeo de la vela, mírame escribir, ve cómo la letra cae y rasga la niebla. Tú sí miras desde esa pequeña noche donde viven las cosas que no se dicen cuando no hay nadie. Tú leíste otro libro, tú descubriste al asesino porque lo viste salir corriendo con sus cómplices.
Tú sí te cuelas entre las sombras. Te sabes todas las historias porque las escuchas y las ves cuando se acercan sigilosas por las paredes de este inmenso reino que es la noche.
Escribo esto por último, antes de que despiertes y comiences a imitarme haciendo la sombra de una pluma, como un poste inclinado en la calle, en la penumbra escribiendo, leyendo lo que escribo… y quién sabe. Cuando se apaga la luz no se sabe quién es quién. Sombra, podrías aprovechar, ahorita no se sabe quién es la sombra y quien es la persona
HASTA PRONTO.